RETRATO DE UN MITO

Camarón: el último y el primero

José Monge fue la última gran leyenda jonda y a la vez abrió caminos a los que ningún cantaor posterior es ajeno

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zentauroepp43562389 icult180531193912 / EFE / BERNARDO RODRÍGUEZ

Luis Troquel

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El requetepasado 2 de julio se cumplía un cuarto de siglo de su muerte, pero el mito sigue vivito y coleando. Ora un documental, ora una película, ora un musical, otrora un homenaje y cada cierto tiempo, invariablemente, un nuevo lanzamiento discográfico: ya sea en forma de grandes éxitos, rarezas remasterizadas, tributo, en directo o con grabaciones inéditas. José Monge Cruz. El Camarón de la Isla. Rey de reyes de la baraja flamenca.

Hoy tendría 67 años y el punto y aparte que significó en la historia de este género hace de él tanto el primero como el último. Abrió caminos a los que ningún cantaor posterior es ajeno, por diferente que sea. Camaroneros o no, a todos ha amamantado en mayor o menor medida, y nada de lo que estaba por llegar se explicaría sin la revolución que encabezó junto a Paco de Lucía.

De la misma manera, es la última gran leyenda de una manera de entender el flamenco. Arrastraba consigo una naturaleza jonda ya remota. Como una estirpe artística de la que bastantes, aún mayores que él, le sobrevivieron y poco a poco nos han ido dejando… Alguno sigue todavía entre nosotros. Figuras de guadianesca trayectoria aunque puertas adentro veneradas. Y de quienes el propio Camarón aprendió: como Ramón El Portugués o Rancapino, junto a quien recorría de chiquillo las ventas de la bahía.

Siempre estuvo cuestionado. En los 70, por atreverse con todo. Y en los 80, por si mantenía o no sus facultades. Pero, al mismo tiempo, despertó febril adoración hasta extremos abrumadores

En vida no conoció esa inquebrantable unanimidad que suscita. Siempre estuvo cuestionado. En los años 70 por atreverse con todo y acercase a estilos descalificados entonces como ‘nonainos’. Y ya entrados los 80, la letanía sobre si mantenía o no sus facultades le persiguió hasta el último día. Pero al mismo tiempo, despertó febril adoración hasta extremos abrumadores. Mesías gitano y mito mucho antes de morir. Absoluto.

Deidad de torturada existencia a cuyo culto siguen sumándose nuevos adeptos continuamente. Algo parecido a lo que puede ocurrir con Bob Marley y determinados iconos a los que siempre hay gente joven que se engancha como si fueran contemporáneos. No en vano, con Camarón el flamenco podía verse también como cultura pop, y si no fuera por él hoy no sería todavía un arte tan vivo.

En los años 90 era como si todo orbitara en torno a su traumática desaparición. Ya en este siglo XXI, el renovado gusto por voces laínas y escenas pretéritas impuso un diferente modelo de figura emergente, sí, pero a diferencia de lo que pasó con la generación de Camarón respecto a la anterior de Mairena, nunca nadie ha renegado de su legado. Al contrario.

"Hay una serie de figuras de la vieja escuela, de la que yo mamo, y luego están Camarón y Paco [de Lucía]. Los mejores a años luz, de aquí a 3.000 o 5.000 años más"

Israel Fernández

— Cantaor

Por poner dos vistosos ejemplos: el cantaor y la cantaora más relevantes de veintitantos años, Israel Fernández y Rosalía. Profesan muy diferentes maneras, aunque, curiosamente, él acaba de publicar un disco dedicado a la que es también cantaora referencial de ella: La Niña de los Peines. Sin embargo, ni uno ni otra estarían ahí si no fuera por Camarón. "Me enamora Camarón", asegura Rosalía. "Aunque luego me fijé sobre todo en cantaores bastante más antiguos, entré en el flamenco por él. Recuerdo que cuando tenía 13 años me juntaba en el parque con amigos mayores que yo, abrían los coches y ponían su música". Israel Fernández, por su parte, lo tiene claro: "Hay una serie de figuras de la vieja escuela, de la que yo mamo, y luego están Camarón y Paco. Esos son los que mandan en el flamenco. Los mejores a años luz, de aquí a tres mil o cinco mil años más. Abrieron la música sin necesidad de irse a ningún lado".