REUNIÓN EN EL CCCB

Festival Primera Persona: la palabra es la nueva 'rock star'

El festival Primera Persona, dedicado a historias e ideas expresadas desde el yo, cerró su séptima edición con 'sold out' en todas las sesiones

Virginie Despentes, entrevistada por Jordi Nopca en el Primera Persona

Virginie Despentes, entrevistada por Jordi Nopca en el Primera Persona / .43307781

Juan Manuel Freire

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Lo que ha logrado el festival Primera Persona tiene indudable mérito: movilizar masivamente a un público, sobre todo, juvenil con el reclamo básico de la palabra. Aunque dotado de un atrezo visual y sonoro cada vez más esmerado, este festival en torno al yo, a las historias e ideas expresadas desde la subjetividad más íntima, no deja de ser una serie de conversaciones y conferencias, sin el componente épico de una charla TED, además.

El Primera Persona es más íntimo y tampoco busca ser el escaparate de la ideología capitalista, sino recordarnos que la vida se puede vivir de muchas maneras. Lo intenta dando voz a, sobre todo, escritores, pero también cineastas, músicos, periodistas y en general gente con historias personales que contar y talento para hacerlo.

Este año, el público ha respondido a la llamada con especial interés: por primera vez se han agotado las entradas para las cuatro sesiones del programa, "y bastante antes de empezar el festival, de hecho", precisa Miqui Otero, jefe de todo esto junto a otro escritor, Kiko Amat. Este último trata de quitar importancia a la hazaña: "En el Teatre del CCCB solo caben unas 400 personas. Es un formato íntimo, porque ya lo pide el propio festival".

No cuela: el mérito está ahí. Han conseguido que un puñado de, sobre todo, veinteañeros y treinteañeros dedique el 'prime time' de su sábado a escuchar las ideas de una artista visual outsider como Gee Vaucher, antigua componente del grupo anarco-punk Crass, o la escritora feminista Virginie Despentes. Nada mal. En absoluto.

Prueba y error

Los invitados del Primera Persona pueden aparecer solos o en pareja, entrevistados por talentos locales que, a veces, pueden tener más tirón que la estrella foránea. "Hay cierta picardía en cómo los juntamos", explica Otero. "Por ejemplo, sabíamos que Marina Garcés es una persona que tiene un discurso potente y con muchos seguidores. Gracias a ella, mucha gente iba a disfrutar de alguien importante, pero quizá no tan conocido por aquí, como Ishmael Reed".

El experimento de unir a Garcés y Reed no salió del todo bien. La autora de 'Ciutat princesa' hacía preguntas que iban en una dirección y Reed, por lo habitual, salía con reflexiones poco ligadas a dicha cuestión (aunque tampoco podía esperarse que fuera muy consciente del problema de relación del Estado con Catalunya).

En otras ocasiones, los cruces curiosos tienen resultados explosivos, como en el número musical final de esta edición: Christina Rosenvinge abriendo espacios en su canción 'La tejedora' para que Despentes leyera con visceralidad unos párrafos de su ensayo 'Teoría King Kong' tristemente relevantes en días de indignación por el juicio de La Manada.

Confesiones verdaderas

Antes, la autora de 'Fóllame' había sido entrevistada de maravilla por el periodista y escritor Jordi Nopca, al que, por otro lado, cayeron algunos (simpáticos) abucheos cuando reveló el final de la celebrada trilogía 'Vernon Subutex' (Random House). (Aunque el tercer volumen salió aquí en enero, de modo que hemos tenido tiempo para leerlo, absolutamente).

Despentes habló con su proverbial naturalidad, y en perfecto castellano, sobre sus tres años en la prostitución ("por mí experiencia, son más amables los clientes que los hombres que no pagan") o la necesidad del porno, al que considera un ansiolítico ("aunque podrían existir un montón de clases de pornografía que no existen"). Dijo que los franceses adoran Barcelona, aunque no sean los mejores guiris cuando vienen y algunos crean que aquí nacionalismo también rima con fascismo.

Todas las generaciones

Con 73 años, Gee Vaucher debe ser una de las invitadas más longevas de la historia del Primera Persona. En conversación con la escritora y activista antirracista (y antipresión de relativas minorías en general) Brigitte Vasallo, la creadora de míticas portadas para Crass insistió en la posibilidad de maneras de vivir más allá de la corriente principal impuesta por la religión y los usos sociales. "Cada uno ha de encontrar su potencial", recordó.

Ella, desde luego, vive a su manera: en una 'casa abierta' anarco-pacifista llamada Dial House donde cualquiera que quiera puede hospedarse una noche, siempre y cuando ofrezcas algo bueno a cambio: ayuda con las tareas domésticas, quizá una obra de arte. Desde que la comunidad abrió sus puertas a finales de los 60, dijo Vaucher, solo una persona se llevó algo de allí en lugar de traerlo.

Carla Simón tiene algo menos de la mitad de años que Vaucher, y Elena Martín, poco más de un tercio. Vaucher habló de cómo agradecía cada día sobrevivir a la noche. Simón y Martín, directoras de, respectivamente, 'Estiu 1993' y 'Júlia ist', hablan sobre sus proyectos con el sentimiento de invencibilidad que te embarga en la juventud. Pero Simón es muy consciente de la muerte. Nos recordó que todos sus proyectos, desde sus primeros cortos hasta su preciosa primera película, parten de una pérdida personal. "Y lo que estoy escribiendo ahora también empieza con una muerte", avisó.

'Jukebox' inspirador

El Teatre del CCCB no se convierte, por poco, en discoteca con la charla del crítico musical Simon Reynolds en torno al glam rock, género/movimiento que le inspiró durante su adolescencia y sobre el que ha publicado el libro 'Como un golpe de rayo. El glam y su legado, de los setenta al siglo XXI' (Caja Negra Editora). Reynolds proyectó y comentó un puñado de vídeos musicales y actuaciones (Sweet, New York Dolls, Suzi Quatro…) para explicar el poder subversivo e inspirador de este género todavía hoy vivo, aunque en formas distintas a las de los 70: véase el digi-glam (o glam digital) de Lady Gaga. Clase maestra corta pero memorable.