CRÍTICA DE CINE

'Loving Pablo': una barriga y su narco

La película de Fernando León de Aranoa no cuenta nada de relieve que no haya sido abordado con más detalle y autenticidad durante las tres temporadas de 'Narcos'

Nando Salvà

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Es de suponer que Javier Bardem llevaba años soñando con encarnar a Pablo Escobar; después de todo ya estuvo a punto de hacerlo en Killing Pablo, adaptación del libro homónimo que nunca llegó a hacerse realidad. Y se entiende: es un personaje lleno de chicha en todos los sentidos y, en teoría, capaz de generar atracción y repulsa a partes iguales. Sin embargo, lo único fascinante de la versión de Escobar que ofrece Loving Pablo es la gigantesca barriga que el actor exhibe, casi siempre desnuda, y que obviamente es un tosco postizo. Y el problema es que las prótesis -también hay una papada- están lejos de ser lo único que luce falso en esta película.

La historia está contada desde la mirada de la que fue amante del narco, Virginia Vallejo (Penélope Cruz), y eso debería dotarla de un toque de distinción. Y quizá lo habría logrado de haberse usado con cierta pericia. En cambio, la voz en off del personaje se limita a escupir pomposidades sobre asuntos sentimentales -"si vas a llorar por un hombre, mejor hacerlo en un jet privado que en un autobús"- o a explicar escenas que ya se explican por sí solas o que, peor aún, recrean capítulos de la vida de Escobar en los que Vallejo ni siquiera participó. Por lo demás, no se presta más que una atención anecdótica a su relación con el narco y, en realidad, su presencia bascula entre lo repelente y lo insignificante.

De hecho, aquí no importa nadie más que Escobar y, dado que Escobar es un psicópata, eso deja al espectador sin un personaje con el que empatizar. En todo caso, sería más fácil interesarse por las tribulaciones del narco si sus diálogos no fueran un popurrí idiomático y la interpretación de Bardem no cayera en el puro histrionismo -todas en la película lo hacen-, o si las escenas de acción no carecieran de impacto y la tensión dramática no fuera inexistente a pesar de los frecuentes momentos de violencia explícita. O, sobre todo, si Loving Pablo contara algo de relieve que no haya sido abordado con más detalle y autenticidad durante las tres temporadas de Narcos. En cambio, en última instancia lo único para lo que acaba sirviendo esta versión del personaje es dañar la imagen glamurosa y mitificada de él que se ha popularizado en los últimos años. Algo bueno tenía que tener.