De la fragilidad a la brutalidad
CRÓNICA El segundo día del Primavera Club tuvo tanto folk ensoñador como techno animal
Escaparate omnívoro de sonidos y artistas al alza, Primavera Club puede invitarte ahora a volver al estado amniótico con la delicada Jessica Pratt y, solo un rato después, darte un metafórico golpe de pala en la cara con el techno salvaje de Container. Entre estos extremos transcurrió una segunda jornada menos accidentada que la primera, en la que no se pudo disponer del Teatre Principal, y más consistente a nivel cualitativo.
Hazte Lapón, que abrieron las actuaciones del Teatro Latino, exhibieron con seguridad el repertorio de No son tu marido, un segundo álbum de pop irónico y costumbrista con temas sobre la misantropía (Odiar) o los males del turismo (El cielo protestó).
Jessica Pratt sonó mucho más prístina que en el ondulante On your own love again, pero sus canciones funcionan igual de bien en ese modo desnudo, solo voz (sobrenatural) y dos guitarras: su acústica y una eléctrica acariciada por Cyrus Gengras para crear bellos contrapuntos melódicos. Aquella no parecía música del 2015, sino de finales de los 60, principios de los 70. Pero sin asomo de artificialidad ni recreación impostada. Sobre todo, naturalidad, calma y magia.
Más extrovertido estuvo el australiano Fraser A. Gorman, quien se dirigió al público a menudo y se lo ganó con su simpatía. También con las canciones, menos australianas que americanas, muy country y muy folk. Gorman comparte sello con la excelente Courtney Barnett y, como ella, sabe extraer poesía de lo cotidiano: comerse un kebab pringoso en Never gonna hold you (like I do).
U.S. Girls, proyecto art-pop de Meg Remy, protagonizó un concierto para la polémica: ni asomo de instrumentación en vivo, solo ella, una cantante adicional y bases pregrabadas. Más que un concierto al uso, una performance. Con esa autoridad vocal y presencia escénica, parecía difícil resistirse, pero Remy llegó a llamar la atención al público por hablar como colegiales revoltosos.
Ya en Apolo y en la madrugada, se pudo vibrar con el punk garagero de Mike Krol, cuyas melodías pueden remitir a los primeros Weezer; el techno animal de Container, con graves de los que hacen temer por los tímpanos, o la maravillosa Shura, quien se apropia del mejor dance-pop de los 80 y lo renueva en canciones de pegada inmediata como Nothing's real, What happened o el single White light. ¿Ha nacido una estrella? Ojalá.
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