ENTREVISTA

Sheila Heti: "La gente no se compromete con la amistad"

Esta canadiense de 37 años, aclamada por 'The New York Times' y 'The New Yorker' como una de las nuevas voces norteamericanas', vuelve ahora con 'Las sillas están donde la gente va'.

Sheila Heti, en un parón del festival Primera Persona, organizado por el CCCB, en Barcelona.

Sheila Heti, en un parón del festival Primera Persona, organizado por el CCCB, en Barcelona.

JUAN MANUEL FREIRE

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Sheila Heti es una de las autoras más comentadas en los círculos literarios desde que publicó ¿Cómo debería ser una persona?, novela (la segunda después de Ticknor) nutrida por las propias experiencias de la autora y con amplias dosis de filosofía e incluso autoayuda. Un autorretrato intenso, sexualmente crudo, que la autora quiso contrarrestar con una continuación más ligera pero también con muchas preguntas: Las sillas están donde la gente va (Alpha Decay), colección de ensayos que ha presentado en Barcelona estos días. Hablamos con ella en el CCCB, donde participó en el festival Primera Persona, sobre las dificultades de vivir la vida.

-Tener demasiados pensamientos puede ser una carga. ¿Empezó a escribir para ordenarlos de algún modo?

-Sí, supongo. Están tan presentes... Simplemente están ahí, y no puedes hacer nada con ellos, no puedes cambiarlos. Pueden resultar muy frustrantes; y cruzarse en el ritmo de la vida. Y no solo en la vida, sino en pensamientos más interesantes. Durante un tiempo pensé que si lograba pensar en cosas más importantes o interesantes, podría ser mejor escritora, pero en cierto punto de la escritura de ¿Cómo debería ser una persona? me di cuenta de que debes lidiar con los pensamientos que tienes. Y quizá puedan ser importantes aunque solo parezcan frustrantes.

-Al final de ese libro parecía entender qué hacer, en lugar de solo pensar. 

-Quizá ahora confío más en las decisiones. Lo que más ha cambiado son mis ideas sobre la fe y el destino; las dos cosas son una trampa. Sea cual sea tu elección, habrá dificultades y cosas positivas. Ya no busco la forma perfecta de vivir. Tan solo me dedico a vivir aquello que elijo.

-El libro que ahora llega a España, Las sillas están donde la gente va, es un tributo a las ideas de un amigo suyo, Misha Glouberman. ¿Por qué? 

-Escribí el libro que él leería. Me resulta extraño que una de las personas más inteligentes que conozco, desde que salió de la universidad, no lee literatura, ni política, ni nada salvando libros de autoayuda, muy prácticos. El libro tiene esta forma porque si no él nunca lo pondría en su estantería. Lo que me parece más modélico de Misha es su transparencia a la hora de expresar dudas. Tiene un montón de metáforas pero no tantas respuestas.

-Hoy en día, la duda está mal vista. Por ejemplo, en Twitter todo son frases lapidarias. ¿El mundo sería mejor si pudiésemos expresar dudas más a menudo?

-Usamos tanto las máquinas -Twitter es una máquina y Facebook es otra- que sentimos que debemos ser como ellas. Al hacer un tuit, sin querer tendemos a lo lapidario, por la brevedad del mensaje. Ahora no escribo mucho en Twitter, pero he tenido problemas de ansiedad con él, porque todo lo que dices suena extrañamente rotundo.

-Volviendo al libro, es muy divertido el capítulo dedicado a la dificultad para hacer amigos en la vida adulta.

-La gente no se compromete con la amistad. La gente que conozco en EEUU trabaja un montón, así que la amistad parece algo superfluo, no es tan esencial como una relación romántica y no parece tan importante como el trabajo. Pero yo he conseguido resolverlo porque mis amistades están muy relacionadas con mi trabajo; son importantes y profundas, y no solo una forma frívola de pasar el tiempo. Y creo que está bien involucrar a tus amigos en lo que crees que es más importante para ti.

-Sobre las fiestas, Glouberman tiene una frase demoledora: «Lo que más carga de energía un cóctel es el miedo de la gente a que la vean sin hablar con nadie».

-(Risas). ¡Y qué cierto es! También me gusta cuando dice: «Si quieres expresarle tu afecto a alguien, quizá haya maneras de hacerlo menos agotadoras para el alma que ir a su fiesta».

-Muchas de estas reflexiones darían para guiones de telecomedia.

-¿Estilo Seinfeld? Tendría que haber escrito una sit com en lugar de este libro. Una sit com sobre alguien que va arreglando cosas por el mundo.

-¿Es Seinfeld un referente para usted? 

-Si hablamos de comedia neurótica, me quedo con Woody Allen. Crecí viendo sus películas y creo que me influyeron en exceso. Siempre pensé que sus películas explicaban la vida, no solo la realidad de su autor. Y quizá Allen hizo que me obsesionara con las relaciones románticas, como si fuesen el único centro de la vida adulta.

-¿Tiene algún libro que la consuele?

-Siempre me hago esa pregunta. Voy a mis estanterías y pienso: «¿Cuál sería el libro que me haría sentir mejor ahora mismo?». Y son muy pocos, en realidad. Alguno de Kurt Vonnegut, quizá. Pero no tengo nada así y me frustra no tenerlo. Mi esperanza sería poder llegar a escribir un libro así.

-Pero antes tiene que escribir uno sobre el I Ching  [uno de los cinco libros clásicos confucianos].

-Sí, estoy trabajando en uno. El I Ching es un sistema que me fascina. Es filosofía, espiritualidad, literatura. No te dice algo concreto, no te da una orden precisa. Son imágenes muy poéticas y eso es más inspirador que algo que te diga qué hacer.

-Y también está escribiendo un libro sobre ropa, otra fuente de ansiedad.

-Dígamelo a mí, que llevo todo este rato pensando en lo arrugada que está mi camisa (risas). He editado ese libro, Women in clothes, con otras dos escritoras, Leanne Shapton y Heidi Julavits. Nosotras hablamos poco porque se basa en una encuesta que hicimos por la red con 20 preguntas sobre la relación de mujeres y ropa.

-¿Y usted qué dice al respecto?

-Yo tengo una relación complicada, como casi todo el mundo. La ropa no es una entidad aislada, sino que existe en el contexto de todas estas revistas de moda que solo muestran a mujeres luciendo divinas. Por un lado, estoy políticamente en contra de vestirse demasiado bien, no tengo un deseo de mostrar mi estatus a través de la ropa; tampoco es que pueda hacerlo. Por otro lado quiero resultar atractiva, estar limpia... Es siempre una lucha encontrar la relación correcta con la imagen. H