HOMENAJE A UN ESCRITOR DE REFERENCIA
Salvat-Papasseit resucita
Vivió tan solo 30 años, pero fueron suficientes como para que el poeta Joan Salvat-Papasseit (1894-1924) se convirtiera en la indiscutible punta de lanza de la vanguardia literaria catalana y tanta fue su potencia que, a pesar del ninguneo de muchos de sus contemporáneos, su poesía logró hacerse paso, para quedarse, en la voz de Montllor, Llach o Serrat. Salvat-Papasseit, poetavanguardistacatalá -la expresión fue suya- es el título de la exposición, comisariada por Maia Creus y Pilar Bonet, que el Arts Santa Mònica dedica hasta el próximo 3 de abril a un poeta que por su popularidad, o quizá precisamente por eso, nunca ha acabado de instalarse en el canon.
Hombre de letras hecho a sí mismo que trabajó en el puerto de Barcelona y en mil oficios más que no lo sacaron de la pobreza, Salvat-Papasseit descubrió como periodista la fuerza social de las letras y el independentismo político, que con el tiempo abandonaría. Más tarde recorrió las formas artísticas renovadoras de la vanguardia francesa y el futurismo italiano hasta que encontró su voz poética real y una tisis
-la enfermedad de los pobres- acabó con él en un viejo piso de la calle de la Argenteria.
La exposición está planteada como una lectura o interpretación de la obra. «Lo que intenta es convertir la palabra literaria en un artefacto visual», explica Oriol Izquierdo, director de la Institució de les Lletres Catalanes que produce la muestra.
TRAYECTORIA / Tres espacios de inspiración arquitectónica, recreados por distintos artistas, sintetizan la trayectoria del autor. En el primero, L'Ateneu (en referencia al ateneo popular del que fue miembro) visualiza el despertar de su conciencia social. Una habitación empapelada con sus autores de cabecera y sus contemporáneos junto a sus trabajos periodísticos en La justicia social, Los miserables o La Actualidad.
La Galería, el segundo espacio, da cuenta del encuentro que hacia 1913 tuvo con los artistas plásticos uruguayos Rafael Barradas y Joaquín Torres-García en las Galerias Laietanas, que entonces eran el foco local de recepción de la vanguardia europea. Situadas originalmente en Gran Via, 613, la muestra ha impreso en el felpuldo de la entrada del edificio que hoy ocupa ese número una inscripción que recuerda que allí se situó aquel centro de modernidad.
La instalación Interrupcions recrea los últimos años del poeta a través de dos maquetas, la de edificio en el que murió y la del Dispensario Antituberculoso del GATCPAC construido una década después. A la salida, se invita a arrancar cualquiera de los 20 mandamientos que el autor dirigió a los jóvenes en Un enemic del Poble. Uno de ellos reza: «Sigueu, al menys cada u de vosaltres, una cuca de llum».
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