OPINIÓN

Cosas de nóbeles hispánicos

FRANCISCO J. URIZ / Profesor y traductor de literatura española en Suecia.

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Un día paseando por Estocolmo, Camilo José Cela me preguntó: “Oye, Paco, ¿cómo de lejos estoy del Nobel”. “Pues como yo.” “¡Coño!... ¿Como tú?”. Realmente, se veía lejísimos. “Sí, Camilo. Tú y yo pertenecemos a la categoría de escritores y ni tú ni yo estamos en la lista de candidatos. O sea...". "¿Y cómo se entra en esa lista?”. Le informé de las personas e instituciones que podían proponer candidatos al premio. Desde entonces el nombre de Cela no faltó ningún año en la lista de candidatos --como él decía: ”En España el que persiste o resiste, gana”--.

Ese es pues para cualquier escritor, por importante que sea, el primer escalón para alcanzar el premio. Que lo propongan para el premio antes del 31 de enero. ¿Quiénes lo pueden hacer? Un premio Nobel de Literatura, un miembro de la Academia sueca o de cualquier otra academia equivalente, asociaciones literarias (tipo PEN) y catedráticos de literatura o filología. Todos los años, en septiembre, la Academia manda cientos de cartas a personas de los grupos mencionados animándolos a que propongan candidatos y recibe entre 200-300 nombres (más de la mitad ni contestan). De ellos el comité Nobel, formado por cinco académicos, hace una selección de cinco escritores (que en realidad son los candidatos) y los académicos, después de leer las obras en el verano, votan en septiembre. Y vuelta a empezar.

Lundksvit, el gran valedor

Conveniente es que haya en Suecia un crítico literario de prestigio, que promueva una literatura y un escritor, y/o traduzca su obra, es decir, que el escritor tenga un valedor en el país. Y si este crítico es además escritor de prestigio y miembro de la Academia, pues mucho mejor. En el caso de escritores en español en el siglo pasado esa persona fue Artur Lundkvist.

Lundkvist reunía, en alto grado, todas esas características. Escritor reconocido, con una obra de más de 80 libros, introductor de la mayor parte de la vanguardia de la época --en la década de 1930 había presentado a Rimbaud, Eliot, Joyce, Faulkner, Saint John Perse, etcétera--, traductor y desde 1968 miembro de la Academia. Su labor de presentación en artículos y traducciones ha contribuido a la concesión de los Nobel, y no solo los de literaturas hispánicas.

En los años 40, tras una conversación con Gabriela Mistral que había llegado a Estocolmo para recibir el Nobel, hizo su viaje por América Latina, se entrevistó con los poetas recomendados por la Mistral, entre ellos Neruda y Borges, y después de un segundo viaje escribió un libro sobre América Latina Vulkanisk kontinent (Continente volcánico). Tradujo ya en la década del 50 a García Lorca y Neruda, y luego a Octavio Paz. Más tarde en los 60 tradujo una gran antología de la poesía latinoamericana y otra de poetas españoles (Dámaso Alonso, Blas de Otero, Gabriel Celaya, Jaime Gil de Biedma), amplias antologías de Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Octavio Paz y Nicolás Guillén, unas con mi mujer, Marina Torres, y otras conmigo. (Su interés por España le llevó a escribir un largo ensayo sobre Picasso, un libro sobre Luis Buñuel y una novela sobre Goya.)

'Caso Neruda'

Cuando en 1968 fue elegido académico, algo que estaba muy alejado de sus ambiciones, me dijo: “Acepto por Neruda, así podré influir más en el premio”. Y planteó en una de sus primeras sesiones la discusión en serio del caso Neruda, entonces bajo una intensa campaña de desprestigio dirigida por la CIA a través del Congreso por la Libertad de la Cultura. ¿Quién politiza los premios? Ganó y jamás he visto a una persona que estuviese tan contenta por el premio a otro. (Si leen la antología de su poesía Textos sobre la nieve, publicada por la Fundación Jorge Guillén, verán los motivos de su pasión por Neruda. Admiración mutua, Neruda me escribió: ”Es grande la poesía de Artur”.)

En 1968 a raíz de la concesión del Nobel a Miguel Ángel Asturias, me contó que Anders Österling, entonces el más influyente de los académicos, le había dicho que la traducción que había hecho con mi mujer de “Clarivigilia primaveral” le había abierto los ojos: “No sabía que Asturias era tan gran poeta”. (Ese año Borges estuvo muy cerca del Nobel, compartido con Asturias.)

Por aquellas fechas descubrió a Ana María Matute, a la que presentó como una más que valiosa candidata al Nobel. (Estos días hubiese celebrado el Cervantes a una de sus novelistas españoles favoritos.)

Apoyo a Espriu

Lundkvist era una persona de una honradez, también literaria, extraordinaria y así cuando, en los años en que se promovía la candidatura al Nobel de Salvador Espriu, poeta que a Lundkvist no le interesaba demasiado, recibió a José María Castellet en su casa, y al oír el entusiasmo de este le dijo que hiciese un informe del poeta catalán para la Academia y así apoyar su candidatura al Nobel.

También tradujo a Aleixandre y cuando después de la muerte de Franco se le mencionó como “nobelable” le sugerí la idea de compartirlo con Alberti y convertir así el galardón en el Nobel a la generación del 27. Le gustó la idea, la propuso y el mismo Österling rechazó la idea con la motivación de que en el caso de Eugenio Montale el premio no se había dividido y que él estaba en contra de dividirlo.

Tuvo la tristeza de que la muerte de Alejo Carpentier le impidiese trabajar por su premio. Pero pudo hacerlo por Gabriel García Márquez.

Durante la estancia de Octavio Paz para recibir el premio, este fue a visitar a Lundkvist al hospital donde estaba muy enfermo y con muy pocas palabras y miradas de complicidad le agradeció lo mucho que había hecho por aquel galardón.

Vargas Llosa en el hospital

Ahora con la concesión a Vargas Llosa, algo que tanto le hubiese alegrado, recuerdo un sucedido. Después de un coma de varios meses del que nadie pensó que iba a salir, Artur Lundkvist, en nuestro (Marina y yo) primer encuentro en su casa tras abandonar el hospital, nos preguntó si se había publicado algo interesante en español y le dijimos: “Un nuevo Vargas Llosa. Magnífico, te gustará. (Era La guerra del fin del mundo y conocíamos muy bien el aprecio que él tenía por la narración épica.) Te lo traigo mañana”. Y al día siguiente paseando hasta su casa pensé si no era una barbaridad, tras meses de coma, darle esa novela. ¡Y ni siquiera sabíamos si el paro cardíaco le había afectado a sus conocimientos de español! Se la di, se alegró al ver el tamaño y a las dos semanas ya había salido la reseña en el diario Svenska Dagbladet. Tal vez la primera en Suecia.

También se ha desempolvado de manera torticera su relación con Borges. Se conocieron en la década de los 40 en Buenos Aires; le había dado el nombre Gabriel Mistral. Le cayó muy bien y lo que escribió --ya a finales de los 40-- y habló de sus encuentros personales es muy positivo. Tradujo (con mi mujer) una amplia antología de su poesía y seleccionó y recomendó la publicación de sus cuentos. Ahora dicen que Lundkvist le tenía inquina a Borges porque había dicho algo negativo de uno de sus poemas que “con su tradicional apetito de gloria” (dice Maria Kodama) le había leído. No casa con la imagen que tengo de Lundkvist cuya sencillez movió a Nicolás Guillén a preguntarme si estaría capacitado para traducirlo.

Contra el premio a Borges

Un día de finales de septiembre de 1976, me telefoneó Lundkvist para preguntarme si podía pasar por mi casa camino de la Academia. Sí, claro. Parecía urgente y al llegar, casi sin sentarse me preguntó: “¿Es verdad que Borges ha dicho palabras elogiosas de Videla y Pinochet? ¿Ha recibido una distinción de manos de Pinochet?” Le contesté: “Es lo que dice la prensa española. Será una boutade del genio humorístico de Borges”. “Pues yo me lo tomo en serio”, subrayó muy contrariado. Parecía lamentar no poder votar por un ciudadano así.

Supuse que en aquella sesión de la Academia a la que iba Lundkvist no se iba a comentar el sentido del humor del gran escritor argentino. Creo que las fotos de Borges recibiendo el premio de Pinochet y poco después de manos del rey sueco no le hacían ninguna gracia a la Academia. ¿Vetó el premio de Borges? “Nadie tiene tanto poder en la Academia”, repitió muchas veces.

Pero lo importante es la obra, como la de Vargas Llosa, cuyo premio tanto me alegró. Como hubiese alegrado a Lundkvist.