LETRAS // REPORTERISMO
El 'periodista indeseable' Günter Wallraff vuelve a destapar abusos
Está convencido de que tiene una misión que cumplir y a sus éxitos se remite. El trabajo del periodista alemán Günter Wallraff (Burscheid, Alemania, 1942) fue en los años 70 un injerto de reporterismo y activismo social. Para ello no dudó en disfrazarse e infiltrarse allí donde su afán justiciero se hacía más necesario, entre los inmigrantes y los desposeídos. Lo contó en su antología de reportajes El periodista indeseable y también en Cabeza de turco, camuflado ahí bajo el aspecto de inmigrante turco para dejar constancia de su ingrato día a día.
Sus libros levantaron ampollas. Logró cambiar leyes y draconianas condiciones laborales. Paradójicamente ofrece entrevistas en Barcelona el día antes de la huelga general (el mismo en que afecta a la prensa escrita) para presentar Con los perdedores del mejor de los mundos (Anagrama) donde da cuenta de sus últimas hazañas. A saber, denunciar, entre otras, las condiciones de trabajadores de la cadena Starbucks, los abusos de las líneas de atención al cliente, mostrar el día a día de los indigentes callejeros a muchos grados bajo cero en la gélida Alemania. Y el más difícil todavía, hacerse pasar por negro mediante un maquillaje que él defiende a capa y espada, pero que resulta poco convincente frente a aquellos que fueron niños en los tiempos en los que el rey Baltasar -sí, su Majestad de Oriente- solía embetunarse el rostro con resultados demoledores para la tierna confianza que se depositaba en él. De creer a Wallraff, los alemanes deben de ser de otra pasta.
Se le advierte de la inverosimilitud de su aspecto, -el libro incluye fotografías-que algunos medios alemanes han equiparado al de Borat, y él no se inmuta, «No hay que juzgar a nadie por su apariencia. La camisa floreada que llevé en esa ocasión es de una marca muy apreciada por los fashionistas» Su maquillaje también le parece perfecto. «Me hice pasar por un somalí». Tampoco hay objeción a los peluquines con los que a sus 67 años está convencido aparentar 40 y tantos. «El maquillaje elimina las arrugas». Acepta, eso sí, que lo emparenten con Michael Moore. Pero, «él es más provocador y disparatado, yo soy más reservado y amable».
A Wallraff se le pueden criticar las formas, pero no la nobleza de sus causas. ¿Cómo evita que su trabajo, considerado por algunos como una obra artística, e incluso teatral, se convierta en mero espectáculo? «Lo importante es no quedarse solo en la publicación del reportaje». Y brinda una apabullante batería de ejemplos. Número 1. «Hemos conseguido que se cambiara la ley alemana que afectaba a los operadores telefónicos. Hoy las multas por infracción son mucho más altas, se han prohibido las llamadas telefónicas indeseadas y la gente lo tiene más fácil para darse de baja en los servicios que ya no utiliza». 2. «El reportaje y documental sobre los sin techo provocó una gran polémica en Alemania. Logró que se cerraran dos infrahumanas casas de acogida. Posteriormente un comité, del que formo parte, ha conseguido que el próximo invierno se ponga en marcha un centro modélico que se convertirá en el modelo de otros muchos en el futuro». 3. «Ayudé económicamente a la presidenta del comité de empresa de la cadena de alimentación Lidl sobre la que hice un reportaje y a la que despidieron ». 4. «He creado una fundación en Dusseldorf llamada Convivir a la que doné 750.000 euros para ayuda a jóvenes emigrantes».
PÉSIMO ALUMNO / El periodismo encubierto -fórmula de la que no tiene la patente porque ya había sido cultivada por Nelly Bly, Jack London o Upton Sinclairp- es el resultado de haberle sacado provecho a los défícit de su infancia: «Yo era un pésimo alumno, salvo en literatura, arte y deporte». Pese a sus años está en plena forma física, ya superado un problema de salud que estuvo a punto de dejarle en una silla de ruedas para los restos. Esa es una de las razones por la que ha estado editorialmente fuera de juego casi tres décadas.
Como los héroes de Graham Greene, Wallraff es consciente de que a veces la traición es simplemente otro tipo de lealtad. «Yo escribo desde el punto de vista de las víctimas. En alguna ocasión he intentado mediar entre unos y otros». También sabe que su popularidad le ha ayudado a ganar siempre sus causas ante la justicia porque no pocos han querido verlo entre rejas. Suelo tener muy buenos abogados».
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