CRÓNICA

Un mar de tinta electrónica

Biblioteques de Catalunya estrena un club de lectura con 'e-books' en una iniciativa pionera

Participantes del club de lectura electrónica de la Biblioteca Francesca Bonnemaison.

Participantes del club de lectura electrónica de la Biblioteca Francesca Bonnemaison.

OLGA Merino

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Como soy de las antiguas, creí que todo el mundo iba a hacer trampas y leería el libro en papel. Inmenso error: los 20 participantes en el club de lectura electrónica de la Biblioteca Francesca Bonnemaison devoraron la novela El secret de Christine Falls (Bromera) en el juguetito digital que Biblioteques de Barcelona les ha cedido en préstamo. Se trata de un experimento piloto, pionero en Catalunya y España: solo existe otro club con tabletas electrónicas en la biblioteca municipal de Peñaranda de Bracamonte (Salamanca), auspiciado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

Los aguerridos lectores se reunieron el viernes 11 de junio en una luminosa sala de la Bonnemaison, bajo la batuta del periodista cultural Antonio Lozano, con el propósito de comentar la novela de Benjamin Black, pseudónimo del escritor irlandés John Banville. En general, los usuarios parecían satisfechos con el ensayo. «Para mí es una opción perfecta porque dispongo de poco espacio en casa para almacenar volúmenes y tampoco me sobra el dinero», comentó Montse (se supone que los e-books habrán de ser más baratos). Puestos a elegir, Josep, un lector clásico, de los que emprendieron la aventura de leer con las historias de Julio Verne, prefiere el papel. «Tendré que habituarme poco a poco –dijo–, pero he de reconocer que el e-reader resulta muy práctico para salir de viaje».

Las ventajas

En cada dispositivo electrónico cabe, como mínimo, un millar de novelas. Además, la tentativa de acarrear La montaña mágica en el bolso o leerla tendido en la cama resulta casi una tabla gimnástica: en la balanza de la cocina, la novela de Thomas Mann, en la edición de Edhasa, pesa casi un kilo y medio; en cambio, el aparato cedido, de la plataforma Leq-

tor, solo 182 gramos.

La siguiente sesión del club será el 9 de julio con la versión digital de L'home és un gran faisà en el món, de la Nobel Herta Müller. Con esta prospección de tanteo, Biblioteques de Barcelona pretende calibrar en qué medida el libro electrónico puede modificar los hábitos de lectura de los usuarios. A buen seguro que lo hará. Una de las participantes en el club confesó que había leído durante más tiempo aunque de forma fragmentaria: la ligereza del lector digital facilita aprovechar esos cinco minutos de espera en la parada del autobús. Otro asistente al club, con gafas, comentó que el e-book le alarga el disfrute de la lectura porque permite aumentar el tipo de letra, y la tinta electrónica fatiga menos la vista.

El oscuro forense que protagoniza El secret de Christine Falls, ambientada en el Dublín de los años 50, apenas tuvo ocasión de meter baza. La conversación se extravió por vericuetos tecnológicos hacia los interrogantes que plantea el libro electrónico: ¿qué ocurrirá con libreros y distribuidores?, ¿cómo se evitará la piratería de contenidos? Una revolución en marcha que ya es imparable: la plataforma digital Libranda, que reúne a siete editoriales –Grup 62, Planeta, Random House y Santillana, entre ellas– entrará en funcionamiento el 15 de julio con unos 2.000 títulos.

Buena parte de los participantes en el club de lectura digital, con una media de edad calculada a ojo de en torno a los 40 años, aseguraron añorar la liturgia del papel. Los más nostálgicos se quejaron de que en el e-book no se pueda subrayar ni volver hacia atrás las páginas con agilidad, aspectos que otros dispositivos más modernos ya han perfeccionado. Pero, en suma, parece una experiencia positiva que se reanudará el próximo curso: 60 personas aguardan ya en lista de espera.