y cierre

Voyerismo inmobiliario

Una de las casas del espacio '¿Quién vive ahí?' (La Sexta).

Una de las casas del espacio '¿Quién vive ahí?' (La Sexta).

JUAN Fernández

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No me gusta que me gusteQuién vive ahí, el programa de La Sexta que enseña las casas de la gente, pero me gusta. Y no me gusta. Hay algo de pulsión insana en esta curiosidad inmobiliaria. Como quien constata la esclavitud a una sofisticada parafilia, así me descubro –y me disculpo– examinando con los ojos como platos los salones y dormitorios de ciudadanos anónimos que muestran orgullosos a la cámara las estancias más íntimas de sus moradas.

¿Qué me importa a mí cómo ha resuelto esa gentil pareja el hueco muerto que les quedaba bajo la escalera? ¿Qué gano coleccionando soluciones de armarios empotrados? Nada, es un interés inútil, no debería gustarme. Pero me gusta. Y no puedo evitarlo

No sigo el programa con fruición, pero sí con delectación y cierto sentimiento de pecado, para qué negarlo. Como si el alma de un voyerista me poseyera cuando, dándole vueltas al mando, caigo sin preverlo por el interior de una de estas casas y no puedo resistirme a indagar en el color que eligieron sus dueños para los azulejos del baño ni a especular sobre el estilo de los apliques del recibidor. ¡Ay, cuando descubro que ese mueble de Ikea lo tengo yo!

Las hay raras y comunes, ricas y modestas, aunque abundan las especiales, tipo «viejo granero convertido en modernoloft». Todas tiene su aquel, pero el imán que me ata y me impide escapar no tiene que ver con la cualidad de la vivienda, sino con la posibilidad de espiarla por dentro. Como quien contempla la opción de mirar por el agujero de una cerradura y no se resiste a hacerlo. Es el vicio –y la culpa– de la ventana indiscreta lo que me pega al televisor como una gota de gotelé a la pared.

La Sexta está repitiendo este verano los programas de la temporada pasada. Aunque reconozco que su impacto en la audiencia es discreto, tiene gracia que este invento televisivo vea la luz en plena resaca del boom inmobiliario. Como si quisieran decirnos: «¿No queréis caldo, pues tomad 13 tazas?»

Pasa algo parecido conMujeres ricas: triunfa en plena crisis, cuando hay más pobres que nunca. La tele es muy habilidosa para explotar los agujeros negros del alma humana. El masoquismo es un uno. El voyerismo es otro. Aguardamos impacientes la siguiente vuelta de tuerca:¿Qué guardan ahí?Espacio dedicado a espiar los cajones de las mesitas de noche del personal. Nos deparan sorpresas inquietantes.