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Meritxell Martorell: "Con el '21 días' de los refugiados me harté de llorar"

"Al acabar el programa, la historia sigue contigo", asegura la nueva reportera del espacio de Cuatro

Meritxell Martorell, nueva reportera de '21 días'

Meritxell Martorell, nueva reportera de '21 días' / periodico

MARISA DE DIOS / BARCELONA

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La catalana Meritxell MartorellMeritxell Martorell (Malgrat de Mar, 1986) ha cogido el relevo de Samanta Villar y Adela Úcar al frente de la séptima temporada de '21 días', el espacio de reportajes de Cuatro en el que la periodista vive en su propia piel, durante tres semanas, la misma realidad de otras personas.

A ella no le preocupan las comparaciones con sus predecesoras: "Es normal que las hagan", comenta esta aventurera que ya estaba acostumbrada a adaptarse a otras realidades y culturas debido a su pasión por los viajes.

Licenciada en Periodismo por la UAB y con estudios de Filología Inglesa, la nueva cara de ‘21 días’ ha trabajado como reportera en Localia TV y Urbe TV, ha sido presentadora y directora de ‘L’imperdible’ en la tele de L’Hospitalet, colaboradora de 'Atrévete' en Cadena Dial y productora y locutora de ‘Ya te digo’ en Europa FM.

Este viernes, la periodista experimenta con la ayahuasca, la droga de la selva (Cuatro, 23.00 horas).

¿Cómo la seleccionaron en el 'casting' que convocó Cuatro para '21 días'Había que enviar un vídeo presentándote, explicando lo que habías hecho y qué te motivaba para emprender esta aventura. Después pasabas un proceso de entrevistas y enviabas algún vídeo haciendo ver que estabas viviendo una experiencia como '21 días', en el que te ponías en una situación un poco extrema.

¿Qué vídeo presentó usted? Hice 21 días en silla de ruedas, otro de okupa y otro ligando por aplicaciones móviles.

¿Le preocupan las comparaciones con Samanta Villar No. Es normal que las hagan.

¿Les pidió consejo? A Adela no tuve la oportunidad de conocerla, porque está grabando en el País Vasco y con Samanta sí que he coincidido alguna vez y le he pedido algún consejillo. Sobre todo, me dijo que fuera natural y que viviera y aprovechara la experiencia.

{"zeta-legacy-phrase":{"name":"Meritxell Martorell","position":"periodista","text":"\"Samanta Villar me dijo que fuera natural y que viviera y aprovecha la experiencia\""}}Es un programa que requiere una gran exigencia de la reportera. Sí, tienes que ser fuerte psicológicamente porque es una experiencia dura, ya que hay muchos momentos en los que te encuentras sola. Durante 21 días te olvidas un poco de tu vida, de tus cosas, de tus amigos, estás totalmente desconectada.... Yo ni siquiera tengo móvil cuando estoy sumergida en la experiencia. Al final echas de menos tu vida y a tu gente. Lo que ayuda es saber que la situación va a llegar a su fin, que después de 21 días volverás a tu casa...

Tenían dos estilos muy distintos. ¿Con cuál se identifica más? La gracia de este programa es que te da la oportunidad de ser tú y no tienes que hacer ningún papel. Entonces yo creo que las tres reporteras, si algo tenemos en común, es que somos chicas muy sencillas y naturales, pero cada una tiene su estilo y su personalidad.

¿Y no le cuesta dejar las historias que ha vivido en esos 21 días, o le siguen afectando? Claro que cuesta, a veces llegas a casa y sacas todo lo que has sentido. Por ejemplo, cuando llegué después del reportaje que grabamos sobre los refugiados, me pegué un hartón de llorar. No dejas la historia después de acabar el programa, la historia sigue contigo. 

¿Hay que ser de una pasta especial para hacer '21 días'? Sobre todo tienes que tener la capacidad de adaptarte a diferentes situaciones y personas, porque convives con gente muy distinta. No es lo mismo hacerlo con un judío ortodoxo, con un refugiado o con una prostituta; son perfiles de personas totalmente distintas.

Empezó fuerte en el programa, con '21 días en un prostíbulo'. Desde luego y, sobre todo, teniendo en cuenta de que era mi primer programa. Fue una experiencia dura, en el que vi las condiciones en las que viven esas chicas, y para mí fue un poco un choque.

Y vivió momentos delicados. Son situaciones incómodas. No fue nada superfuerte, pero sí que fue duro convivir con una chica que se levanta y necesita drogarse para seguir su trabajo. Muchas lo maquillan de algún modo y dicen que lo hacen por voluntad propia, pero, al final, ves que hay algo allí que no funciona bien, que tienen sus momentos de bajón, se te ponen a llorar y es lógico que empatices con ellas y sea complicado.

¿Dónde está su límite a la hora de hacer un reportaje de '21 días'? Tengo libertad total para elegir cuál es mi límite. En el caso de la prostitución, sabía de antemano hasta dónde llegaría, pero, aparte de ese programa, en ningún otro me he puesto un límite. Siempre voy con una mentalidad abierta y, una vez que estoy viviendo la situación, ya decido qué quiero o qué no quiero hacer.

¿En algún momento llega a olvidarse de que tiene una cámara grabándola constantemente? Al principio me costaba más, era más consciente de que tenía una cámara 24 horas al día. Pero como estás todo el día grabando hay momentos en los que te olvidas completamente. Y yo que llevo mi camarita, al principio era un horror, me costaba mucho entrevistar al personaje y, a la vez, hacer un buen plano. Ahora ya me olvido, el brazo se me ha alargado de por sí [ríe].

¿Le ha cambiado hacer un programa como '21 días'? Supongo que sí. Imagino que te haces más fuerte, porque poca gente tiene la oportunidad de vivir experiencias tan intensas, en tan poco tiempo y tan seguidas. Por eso aprendo muchísimo.

{"zeta-legacy-phrase":{"name":"Nombre y Apellidos","position":"Cargo","text":"\"Tengo libertad total para elegir cu\u00e1l es mi l\u00edmite en '21 d\u00edas'\""}}Además del programa sobre los prostíbulos, en otro ha convivido con refugiados sirios que escapaban de la guerra [se verá la próxima semana]. Ese ha sido el programa que se me hizo más duro psicológicamente. Llegué a Lesbos, donde estuve trabajando con voluntarios, y luego seguí la historia de algunos refugiados en concreto y les acompañé para seguir su travesía.

Una travesía en la que se les han puesto muchas trabas. Una vez nos pusimos rumbo hacia la frontera con Macedonia, en Idomeni, decidieron cerrarla sin dar explicación alguna y dejaron a miles de refugiados en una gasolinera. Estuvimos allí unos días sin saber cuándo iban a abrir. Imagínate en qué condiciones estaba esa gente, y yo estaba vivendo con ellos en la gasolinera y el autobús. No había apenas baños, ni comida, había gente enferma, niños llorando... Y, lógicamente, todo eso te afecta muchísimo.

En los otros dos reportajes emitidos probó la ayahuasca, la droga de los chamanes de la selva del Amazonas, y convivió con judíos ultraortodoxos. ¿Cómo fueron esas experiencias? El primero me marcó porque tomar una sustancia psicotrópica así de fuerte y, encima, con una cámara delante, fue un impacto. El de los judíos ultraortodoxos fue muy interesante. Estuvimos en una comunidad en Guatemala de la que mucha gente asegura que es una secta, para ver la condiciones en las que viven. Se pasan el día rezando y los niños no tienen ningún tipo de escolarización aparte de leer la Torá. Para poder grabarlo, tuve que ponerme un burka.

¿Qué es lo primero que hace cuando vuelve a casa después de estar tres semanas fuera, rodando '21 días'? Lo primero que hago es ducharme y dormir mucho porque, normalmente, llego agotada. Son rodajes muy duros, con muchas horas de grabación, estando sumergida totalmente en una experiencia, y luego llegas a casa y no te olvidas completamente del tema, como me pasó con los refugiados, así que no desconectas, la experiencia sigue contigo por mucho que haya finalizado la grabación. Además de dormir, si tengo tiempo, me voy a Barcelona a estar con mis amigos y mi familia.

Usted fue reportera de viajes durante un año con la campaña La vuelta al mundo de Shandy Cruzcampo. ¿Esa experiencia recorriendo 26 países, en la que tuvo que adaptarse a otras culturas, le ha ayudado a la hora de trabajar en un programa como '21 días'? Muchísimo. De hecho, muchas veces lo pienso. Alguna vez me había planteado por qué viajo tanto, qué estoy buscando, y al final una cosa te lleva a la otra. El hecho de haber viajado tanto seguramente me ha ayudado a adaptarme más fácilmente a este tipo de situaciones y a mucha gente distinta, porque no es lo mismo convivir con un judío ultraortodoxo que con una prostituta. Además, con estos programas nos hemos desplazado muchísimo, hemos estado en la selva peruana, en Grecia con los refugiados...

Por cierto, después de haber viajado tanto, ¿qué es lo que aún le queda por ver? ¡Muchísimos sitios! No he estado nunca en Brasil, por ejemplo, ni en Australia, ni en Canadá...

Pero sí que ha vivido en las antípodas, en Nueva Zelanda. Sí, estuve viviendo allí un año.

Y en su periplo viajero se aficionó al yoga. Precisamente por esta afición que tengo yo de moverme tanto, me planteé que, como periodista, viajando, no puedes ejercer en todos los países, porque tienes que hablar perfectamente la lengua. Entonces estaba en Tailandia y descubrí el tema del yoga. Empecé a practicarlo, me gustó muchísimo y me planteé la posibilidad de sacarme un título porque, como nunca he tenido plan, siempre va bien tener otra cosa además de tu profesión y quién sabe, a lo mejor en un futuro me podía dedicar a ello.

¿Y ha ejercido como profesora de yoga? Muy poco, solo unos meses en Tailandia y en la India.