Las tres versiones de la muerte de Anita
Guillem Sánchez
Redactor
Periodista de sucesos. Antes trabajé como redactor de sociedad en la Agència Catalana de Notícies (ACN).
Profesor asociado en la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna.
Libros Publicados: 'El Estafador' (Editorial Península) y 'Crónica del Caso Maristas' (Ediciones B).
J. G. Albalat
Redactor
Ha trabajado en el Diario de Barcelona, El País y AVUI. Desde hace años en El Periódico cubriendo los acontecimientos judiciales. Premios Ortega y Gasset, Save the Children, Ramon Barnils y Josep Maria Planes por la investigación del 'caso Maristas' sobre abusos sexuales en los colegios. En el 2016, mención honorífica de la Generalitat en el Día de la Justicia. Colaborador de publicaciones jurídicas. Profesor asociado Master de Criminología de la Universitat de Barcelona.
GUILLEM SÀNCHEZ / J.G.ALBALAT / BARCELONA
El cuerpo de Anita apareció escondido entre las rocas del espigón de la Mar Bella el 6 de mayo del 2013, diez días después de que su madre llamara a los Mossos d'Esquadra. Estaba desnuda con el sujetador enredado entre los brazos y dentro de una cavidad hasta la que no había podido llegar arrastrada por el oleaje. Alguien la asesinó allí, o la asesinó en algún otro lugar, y la abandonó en aquel muelle de hormigón. Tenía 15 años.
La Unidad Central de Personas Desaparecidas de los Mossos d’Esquadra confirmó con el triste hallazgo lo que ya sospechaba. No había en Anita nada que indicara que se había fugado voluntariamente de casa. Parecía un crimen y las pruebas forenses certificaron que aquel cadáver hinchado y descompuesto por el agua salada era el suyo. Los investigadores volvieron al punto de inicio e interrogaron de nuevo a la última persona que la había visto con vida, Gilson Bolivar Cabrera, un joven de 19 años que, como Anita, pertenecía a la iglesia Cosecha Mundial.
LA PRIMERA VERSIÓN
Gilson se sacudió los interrogatorios aseverando que él se había limitado a acompañar a Anita hasta el metro y deslizando que una banda latina podría estar detrás de su desaparición. No fue una información inocua. Durante semanas, los policías estuvieron siguiendo una pista falsa por su culpa. Pero no fue lo único que hicieron. Pusieron la lupa sobre el joven y terminaron desarbolando su coartada.
Él y Anita no habían salido juntos por casualidad de una fiesta de cumpleaños. Habían hablado por teléfono y habían quedado. Estaba con ella cuando la chica le mandó un mensaje a su madre para ampliar con una mentira la hora señalada de su vuelta a casa. Gilson terminó cediendo. O eso parecía.
LA SEGUNDA VERSIÓN
Gilson reconoció que aquella noche estaba con Anita, que compraron una botella de vodka y que se la bebieron entera sobre la arena de la playa de la Mar Bella, cerca del rompeolas. Aseguró que mantuvieron relaciones sexuales y que, al recuperar un poco la sobriedad, se percató de que la chica sufría una intoxicación etílica, de que era menor de edad y de que había policías en la zona. Se marchó despavorido porque pensó que se metería en problemas si la encontraban con ella. A los investigadores les dejó caer que durante su huida se cruzó con un hombre, de aspecto “rumano o gitano”, que le dio mala espina.
LA TERCERA VERSIÓN
Este lunes ha comenzado en la Audiencia de Barcelona el juicio contra Gilson por el homicidio de Anita. Frente al jurado al que debe convencer de su inocencia ha explicado otra versión de lo que pasó aquella noche, la tercera. Se parece mucho a la última que contó a los policías. Difiere, sin embargo, en algo importante. Hoy ha contado que fue Anita la que no quiso marcharse de la playa. Intentó convencerla pero, finalmente, tuvo que ceder y la dejó allí, bebida, semidesnuda y sola.
Lo que Gilson no dice es que la escollera en la que apareció Anita es un lugar que conoce bien. Los investigadores encontraron fotografías que lo sitúan justo en este punto. Por eso creen que lo más probable es que llevara allí a Anita, porque esa noche chispeaba y aquel era un lugar ideal para estar a cubierto y enrollarse. Lo piensan también porque en los pulmones de la joven la autopsia halló la misma arena que la unidad científica recogió junto a su cadáver. Estos granos de arena los respiró Anita la última vez que trató de coger aire con fuerza, mientras alguien la estaba ahogando. Los indicios policiales apuntan a que ese alguien tiene que ser Gilson. Pero no hay ninguna prueba sólida. Si Gilson ha dicho la verdad, en su tercera versión, el asesino de Anita anda suelto. La fiscalía duda: pide para él 14 años de prisión por homicidio o una simple multa por omisión del deber de socorro.
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