entrevista

Óscar Nebreda: «La España negra aún sigue aquí»

El dibujante (Barcelona, 1945) se inventó, junto a Ivà, 'El Papus' en una pensión de la Rambla. La fórmula del éxito: «Tetas y política». Su insolencia les reportó 66 juicios y una bomba.

Óscar Nebreda, el pasado jueves. Se jubiló en el 2010, pero su humor sigue intacto.

Óscar Nebreda, el pasado jueves. Se jubiló en el 2010, pero su humor sigue intacto.

NÚRIA NAVARRO

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Este grande del humorismo gráfico fue uno de los padres de El Papus, una bocanada de aire fresco en los estertores del franquismo. «Nos la jugamos, pero era lo que teníamos que hacer», dice Nebreda, hoy jubilado.

-«Ni Dios, ni amo, ni CNT». No respetaban ustedes a nadie.

-¡A nadie! Íbamos en plan bestia a explicar las cosas tal y como sucedían. España reclamaba aquel humor frenético y salvaje. No nos gustaba la dictadura. Aunque en estos días del 40º aniversario estoy oyendo una de tonterías sobre la autoría de El Papus

-Cuente, cuente.

SEnDEl Papus fue un invento de Ivà [Ramón Tosas] y mío. Tras el éxito de la revista deportiva Barrabás, nos llamaron para hacer una política. Nos juntamos en la pensión de la Rambla donde vivía Ivà con un montón de papeles y, hala, a copiar la revista francesa Hara-Kiri. Los primeros números, que tuvieron éxito, eran un poco mazacote porque Ivà la quiso hacer como L'Humanité. ¡Había unos panes de letra, coño, que no había quien se los leyera! Nos dimos cuenta de que la gente quería teta y política. Así que aumentamos las historietas sobre banqueros, chorizos y fachas.

-Todo un poco bestia.

-¡Es lo auténtico! Incluso hoy no hay nada mejor que irse a la Barceloneta a tomarse un vermut de cara a la playa, y ver desfilar a los chorizos, los lateros, el de los cocos. La España negra aún sigue aquí.

-Oiga, ¿de dónde sacaban a aquellas zagalas que salían en cueros?-Eran putas, hablando en plata. Entrábamos en el bar de putas, decíamos: «Somos los del Papus, ¿queréis venir a hacer fotos?». Les pagábamos 5.000 pelas y encantadas.

-¿Los juicios les caían por ellas?

-Por las historietas. De los 66 juicios que tuve el más estúpido fue por Mazinger Z. Salía Mazinger Z y, en vez de darle al malo, le daba al Gobierno, a la Casa Real, a quien fuera. Siempre nos pedían lo mismo: 300.000 pelas, cierre de la revista y una vez hasta nos pidieron destierro a Lanzarote. No se cumplió porque nuestro abogado era la hostia. Hay anécdotas acojonantes.

-Una de ellas, al menos

-Después de oír a todos aquellos tíos togados hablando de «escándalo público» y de que te pegaran la castaña, un ujier nos llevó al despacho de su señoría y su señoría nos esperaba con un montón de folios, diciendo: «Es que soy un fan seguidor de la revista, pínteme usted una de esas mujeres tan ricas que pinta». Alucinante.

-O sea, aquella oficina de la calle de Tallers era una fiesta.

-¡Ojo! Que estabas dibujando y sonaba el teléfono. «Soy el camarada tal, que vengo a verlos». Y a los que ahora dicen que estaban en la redacción no se les veía el pelo. Ni a [Xavier de] Echarri ni a [Carlos] Navarro, que ahora va diciendo «yo era El Papus». Todo el mundo se largaba y nos tenías a Ivà, a Gin y a mí abriendo la puerta y aguantando al tipo. «Vengo desarmao, pero vengo a deciros que estáis entrando en un vericueto peligroso». Recibimos amenazas de todo pelaje y acabaron poniéndonos un poli todo el día.

-¿Miedo del bueno?

-Éramos jóvenes y queríamos cumplir con la misión encomendada. Pero un día llegué a casa a las cinco y, entre tanto, habían llamado a mi mujer diciéndole que me acababan de matar y que iban a por ella y a por mi hijo.

-Al final, el 20 de septiembre del 77 casi consiguen liquidarle.

-El día de la bomba estaba en uno de los despachos. Todo retumbó y caí al suelo. La onda expansiva rompió los cristales. La chica de recepción saltó por la ventana

-un toldo amortiguó su caída- y la bomba se llevó por delante al portero, Juan Peñalver. En seguida empezaron a echar tierra al asunto. Simplemente, había que dar un escarmiento a la prensa, y nosotros éramos una oficina con tías en pelotas y tal.

-¿Dejó el empleo por la bomba?

-La razón no se ha querido explicar... Al día siguiente volvimos a trabajar. Si nos intentaban callar, no podrían. Pero al famoso Navarro le dijimos: «Oye, con la sangre del Peñalver no vamos a hacer pasta, ¿no?». Nos aseguró que no aumentaría la tirada. Pero, como nos relacionábamos con la obrería, a la semana nos dijeron: «Os vais a forrar, ¿eh? Hemos recibido la orden de subir a 300.000 ejemplares». Fuimos a ver al Navarro ese y nos dijo que solo era un ajuste de tirada. «Pues te la metes por ahí». Al mes me fui a El Jueves.

-Esa integridad ya no existe.

-Teníamos una ética de izquierdas. Y yo era uno de los responsables.

-¿Hoy sería posible 'El Papus'?

-¡Hay material para parar un tren! El comportamiento de los políticos y de los bancos y del Papa, con esa maquinaria de márketing que pone a un argentino vacilón para que la gente vuelva al redil, da de sí. Pero la sátira, ay...

-¿Qué pasa con ella?

-Hoy todo el mundo se cree que es humorista. Pasa algo con la princesa esa que no bebe, y a coger el ordenador, cortar y pegar y lanzar una gilipollez por el móvil y el iPad. ¡Y un chiste no lo hace cualquiera! Yo salvo a Wyoming, porque arrea. Los demás son cuñados cuentachistes.