Trump y el Papa

La reacción al veto migratorio recobra principios compartidos por la Constitución americana y el Evangelio como la igualdad y la fraternidad entre todos los seres humanos

El Papa Francisco.

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ARMAND PUIG

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El año 2017 ha comenzado con unos vuelcos más que notables en la geopolítica mundial. Lo más llamativo ha sido, sin duda, la llegada a la presidencia de Estados Unidos de Donald Trump, un hombre proveniente del mundo de los negocios y hábil comunicador, que ha sabido sacar partido de un deseo soterrado de cambio en las clases medias norteamericanas, desconcertadas ante el mundo global y deseosas de una reafirmación identitaria. 

Trump ha empezado a mover ficha impulsando un neonacionalismo en el campo de las alianzas estratégicas internacionales –menos cercano a la UE y a Alemania, que parecen pasar de aliados a casi rivales–, promoviendo un modelo económico netamente proteccionista –que los mercados norteamericanos ven, de momento, con buenos ojos ante el más que probable 'sorpasso' de China– y afianzando los valores presentes en la religión civil estadounidense, donde está incluido el tema del aborto, pero ausente otro grave atentado contra la vida: la pena de muerte. Trump ha iniciado su camino de manera impetuosa y transmitiendo mucha seguridad en sus decisiones, aunque obtuvo 50 millones de votos en un país de 300 millones de habitantes.

LA VERDAD Y LOS POBRES

El 20 de enero juró el cargo sobre dos biblias: la suya, que le regaló su abuela cuando era un niño, y la oficial del acto, la que había pertenecido al presidente Abraham Lincoln. Es del todo deseable que el nuevo presidente, protestante de confesión presbiteriana, haga caso de la revelación cristiana en dos temas fundamentales: la verdad y los pobres. Desde hace algún tiempo hemos entrado en lo que se denomina la época de la 'posverdad', en la que la información que se extiende a través de las redes –auténticas protagonistas de los nuevos sistemas de comunicación– no se mide para su adecuación a la verdad de los hechos, sino por su capacidad de modificarlos, aunque sea valiéndose de noticias directamente falsas o intencionadamente imprecisas y, por ello, tendenciosas.

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En cuanto a los pobres, estos se identifican a menudo con la gente de las periferias que no pueden pagarse los cuidados y con los extranjeros, utilizados primero y expulsados después. Por lo tanto, la supresión de la Seguridad Social pública para los más desfavorecidos –¡la atención sanitaria universal es indiscutible en las democracias europeas!– dejaría sin cobertura médica a quienes habitan en los barrios periféricos de las ciudades y en la América profunda.

LOS INMIGRANTES Y EL MURO

Algunos, como el periodista italiano Massimo Franco, han querido contraponer Trump y al Papa, alabando las dotes comunicativas de ambos y contraponiendo su liderazgo. Este no es un buen planteamiento del problema. El mismo Papa, hasta hoy, no ha aceptado de pronunciarse sobre Trump. Ahora bien, durante la campaña electoral estadounidense, pidió públicamente que cambiara su discurso sobre los inmigrantes y sobre la construcción de un muro entre Estados Unidos y la frontera mexicana. El Papa afirmó que «la ideología es un refugio que impide tocar la realidad». Concretamente, una ideología que ponga en frente de todo el propio fragmento, los problemas domésticos, no deja ver la anchura de un mundo global y se autolimita peligrosamente. Porque la realidad ya no es un solo país, por grande que sea, sino la humanidad entera, y por ello una ideología de tipo particularista, basada en la autosuficiencia, limita la realidad que es el mundo. Por ello, la corresponsabilidad debe ser global porque ya no hay problemas estrictamente locales.

REACCIONAR A LA SITUACIÓN ACTUAL

El papa Bergoglio ha visto, con su fuerza profética, que el cristianismo no puede limitarse a hablar de algunos temas referidos a la moral de la persona y a la disciplina interna, ni puede quedar atrapado en estrategias destinadas a garantizar el mantenimiento de ciertas posiciones o, incluso, de ciertos privilegios. El Papa invita al cristianismo a reaccionar a la situación presente no replegándose en el búnker, con el riesgo de acabar siendo domesticado y/o poco significativo.

Se trata de lo contrario, de hablar y de actuar de manera profética –este es el sentido del «hagan lío» bergogliano–. Esto significa, según Andrea Riccardi, hablar del Evangelio de Jesús con ternura y emoción y mantener el carácter inclusivo del proyecto humano. Significativamente, la reacción mundial a las últimas decisiones de Trump sobre los visados de entrada a Estados Unidos, negados a ciudadanos de algunos estados islámicos –no todos– ha hecho que regresaran dos principios compartidos, que tanto forman parte de la Constitución americana como del Evangelio que el Papa predica: la igualdad y la fraternidad entre todos los seres humanos.