Juicio a la corrupción
Y a todo esto, la Gürtel
Buena parte del desafecto catalán viene de la desidia y la podredumbre en los cimientos
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
OLGA MERINO
Primero, la incertidumbre y, ahora, el vértigo de calibrar la torpeza suicida de la DUI desde el filo del precipicio. Una semana de infarto en la que, por detrás del humo y el ruido, han pasado desapercibidos, casi en sordina, otros asuntos de gran calado. Digamos que al PP le ha venido de perlas que el desafío independentista haya coincidido en el tiempo con la recta final del juicio contra la trama Gürtel. Aunque, bien mirado, cada vez son menos creíbles las casualidades.
El miércoles, la fiscal anticorrupción Concepción Sabadell expuso en la Audiencia Nacional su alegato final tras ocho años de investigación, un año y pico de juicio, no pocas trabas y un sumario de un millón de folios. No viene el asunto de nuevas, claro. Se sabía de los bolsos de Louis Vuitton, de los trajes, del bodorrio de la hija de Aznar, de los viajes a Eurodisney. Parecía diáfana la existencia de la caja b que manejaba Luis el Cabrón. Se tenían indicios fundados aquí y allá, pero, analizada en su conjunto, produce escalofríos la trama delictiva creada por Francisco Correa para obtener contratas a cambio de comisiones millonarias. La fiscal lo ha dicho bien claro: «Los acusados atentaron contra el Estado de derecho y su actuación resultará de muy costosa reparación social». Aterrador. Otra embestida contra los pilares de la democracia de la que, sin embargo, no parece tan oportuno hablar.
Siendo generosos, llevamos cinco años perdidos con el procés y la estrategia descerebrada del choque de trenes, un lustro que bien podría haberse aprovechado en arremeter contra la corrupción, en luchar contra el paro estructural, en atenuar la brecha cada vez más palpable de la desigualdad. También, en el desarrollo de una política forestal que hubiese paliado el infierno de Galicia. En realidad, un metafórico artículo 155, el efecto regenerador que se le supone, debería aplicarse al conjunto de la casa común, porque buena parte del desafecto catalán viene precisamente de ahí, de la desidia y la podredumbre en los cimientos.
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