Los SÁBADOS, CIENCIA

Reflexiones sobre el ébola

Deberíamos volver a emprender acciones globales para resolver conflictos y prevenir enfermedades

Reflexiones sobre el ébola_MEDIA_2

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PERE PUIGDOMÈNECH

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Estas últimas semanas la epidemia de infecciones por el virus del ébola que ha aparecido en el oeste de África ha producido más de 3.000 afectados por una enfermedad muy agresiva y ha generado preocupación en todo el mundo. La forma en que ha surgido la epidemia, cómo ha reaccionado la comunidad internacional y cómo trabajamos para solucionar enfermedades de este tipo son cuestiones sobre las que debemos reflexionar. Los cambios sociales y climáticos que se producen en el mundo hacen que estas situaciones se sucedan de forma frecuente y es necesario que estemos preparados.

El virus del ébola es conocido desde hace tiempo y todo el mundo sabía que produce una enfermedad con gran mortalidad. Hasta hace poco, los brotes eran muy esporádicos. Es una enfermedad que se puede controlar aislando las poblaciones donde se presenta, como había ocurrido hasta ahora. Pero la epidemia actual se ha desarrollado en una extensión grande y en unas sociedades que han sufrido recientemente guerras y conflictos. En estos países no existe una estructura política y sanitaria suficiente y la población no tiene confianza en sus autoridades. Estos hechos subrayan los efectos persistentes sobre la salud que tienen los conflictos sociales, y sobre todo la guerra. Por ejemplo, en el período de transición política de los países de la antigua Unión Soviética, el estado sanitario de la gente e incluso su esperanza de vida disminuyó. En Siria rebrotan epidemias y en Afganistán la esperanza de vida es la que había en Europa hace cien años. La estabilidad social es un requisito para un correcto estado de salud.

Una enfermedad como el ébola, que se da de forma esporádica en países con pocos recursos, no atrae el interés suficiente para obtener las inversiones que se necesitan para desarrollar vacunas o tratamientos. Tradicionalmente, los países que han invertido se ocupaban de enfermedades como esta para proteger a sus ciudadanos cuando viajaban o a sus militares en misiones.

Ahora hemos visto que algún tratamiento experimental ha sido utilizado en occidentales que han sido repatriados. Este hecho, por una parte, nos interroga sobre por qué hacemos gastos importantes para repatriar a pocas personas de los países más ricos. Es comprensible que un país quiera proteger a sus ciudadanos en peligro, pero no deja de crear un contraste con los cientos de afectados locales a los que no se da ninguna solución. Por otro lado es también comprensible que, cuando no hay otra solución, se tome el riesgo de usar tratamientos que no han pasado aún los controles que hemos fijado para aprobar medicamentos que no son tóxicos en humanos y que son eficaces. Esto necesita tiempo e inversiones.

Una enfermedad como el ébola puede parecer lejana por los que vivimos en países con sistemas sanitarios modernos. Pero también nos lo pueden parecer otras enfermedades como el dengue o el chikungunya. El hecho es que, con los cambios en el clima y el aumento de la movilidad, estas enfermedades aparecen en Europa o Estados Unidos, en parte porque los mosquitos portadores, como el mosquito tigre, se han implantado en zonas donde no solían vivir. Nos podemos sentir lejos de algunas enfermedades, pero la globalización del movimiento de personas y productos y el cambio climático nos están acercando.

Hace poco se celebraron los 70 años de algunas batallas que provocaron el fin de la segunda guerra mundial. Uno de los resultados de la guerra fue la formación de organizaciones mundiales como la ONU para intentar resolver conflictos. La ONU puso en marcha organismos específicos para problemas concretos, y uno de las primeros fue la Organización Mundial de la Salud, fundada en 1948. La acompañaron la Unesco, para la educación, la ciencia y la cultura; el Unicef, para la infancia, y la FAO, para la alimentación y la agricultura. En estos últimos años la acción de estas organizaciones se ha debilitado por la falta de apoyo de los Gobiernos, sobre todo occidentales.

La acción internacional ha sido impotente para detener conflictos como los de Siria o Irak, que están muy cerca de nuestra casa, o más lejanos como fueron los de Sierra Leona o Liberia, que son ahora los países donde se ha declarado el ébola. No ha sido lo suficientemente eficaz para detener conflictos ni para prevenir la erradicación de enfermedades que vemos como lejanas. De repente aparecen epidemias que afectan a un gran número de personas y que pueden estar llegando a casa. Pensar que podemos edificar fortalezas en cuyo interior haya prosperidad, paz y buena salud desentendiéndose del resto es una quimera. En el mundo en el que vivimos deberíamos volver a emprender el camino de trabajar por acciones globales en el tratamiento de los conflictos y la prevención de enfermedades. Tarde o temprano acaban afectando a todos, incluso a aquellos que pensamos estar protegidos por nuestra riqueza.