La rueda

La preferible política de la claridad

JOAQUIM COLL

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Exactamente dentro de un mes los catalanes disfrutaremos de esa jornada particular, llamada de reflexión, previa a toda cita electoral. Desconozco si existen estudios sobre cuántos electores utilizan de verdad ese día para hacer un balance razonado de las promesas oídas y cuántos indecisos deciden entonces su voto, si es que deciden ir a votar. Soy de los que piensan que lo importante no es lo que se dice durante la campaña electoral, sino lo que se ha dicho o hecho antes. En cualquier caso, creo que en las próximas semanas deberíamos exigir claridad, mucha claridad. Después del calentón soberanista, parece que estas elecciones podrían ser cruciales. O deberían serlo. No obstante, corremos el riesgo de que, lejos de la claridad, sea la ambigüedad lo que caracterice nuevamente algunas posiciones en relación al futuro de Catalunya en España.

Por eso quiero hablar deStéphane Dion, profesor, dirigente del Partido Liberal, federalista y firme partidario de la unidad del Canadá, conocido durante mucho tiempo como el «ministro de la claridad». La mayor contribución de este quebequés ha sido la de enfrentarse a la hipótesis secesionista utilizada como una artimaña desprovista de voluntad sincera de llegar hasta las últimas consecuencias. Una crítica, pues, del soberanismo como amenaza y señuelo electoral. Y esto viene a cuento porque la candidatura que muchos señalan como virtual ganadora de los comicios catalanes se sigue moviendo entre dos aguas, entre el deseo de la independencia y una estrategia política confusa. Ante un amplio abanico de ofertas secesionistas,Artur Masnos propone ahora un escenario general de ruptura en el horizonte de dos legislaturas, aunque sin aclarar ni cómo ni cuándo. Y, entre tanto, afirma que es factible conseguir el concierto económico, lo que supondría quedarse. O sea, que CiU quiere seguir alimentando la ruptura afectiva con el resto de España, pero sin trazar tampoco una hoja de ruta secesionista. Pensando en Catalunya, creo que el ejemplo canadiense es útil para darnos cuenta de que, frente a la ambigüedad, siempre es preferible la política de la claridad.