LA INVESTIDURA DE QUIM TORRA
Política de 'masoveria'
El señorito ausente delega en otro sus responsabilidades sobre la finca
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Olga Merino
El diccionario define 'masoveria' como el contrato según el cual el dueño de una finca rústica encarga a una persona física (el payés masovero) la explotación agrícola de la propiedad a cambio de un porcentaje en los resultados, que solía ser al tercio. El pacto implica, además, para el inquilino de las tierras el derecho a residir en un inmueble situado en la heredad, aunque en este caso Quim Torra -el voto de la CUP mediante-Quim Torra no podrá pisar siquiera el despacho del amo ausente en Berlín, Carles Puigdemont, en una muestra más del paroxismo de los símbolos y la provisionalidad. Pero, a lo que íbamos, la masoveria, un sistema que empezó a extenderse en zonas rurales a partir de la baja edad media, sobre todo en Catalunya; de ahí provendrá, supongo, el arraigo de la vieja canción infantil, "O lai lai, la masovera, la masovera; o lai lai, la masovera se'n va al mercat".
Sería demasiado facilón, sin embargo, sacar punta del 'masover' Torra y su ideario noucentista cargando las tintas en una sola de las partes contratantes. En Galicia, de donde es oriundo el presidente Mariano Rajoy, se estilaba más otra modalidad contractual de aparcería llamada enfiteusis, según la cual el propietario de las tierras cedía su explotación al campesino mediante el pago de un canon anual; o sea, lo mismo pero con dinero de por medio. Tirando del trasnochado símil agrícola, la única verdad es que seguimos empantanados en la política vicaria, en virtud de la cual el señorito ausente delega en otro sus responsabilidades sobre la finca. Rajoy lo hizo en la magistratura, y ahí anda el juez del Supremo Pablo Llarena proponiendo a Alemania que le entregue ahora a Puigdemont por el delito de sedición para salvar su cara.
A todo esto, a la ciudadanía la han dejado sola, con la preocupación de cómo llegar a fin de mes y mantener a flote lo que queda del Estado del bienestar, mientras ellos malbaratan la hacienda. "Tot s'ho gasta, tot s'ho menja; o lai lai, la masovera, la masovera", decía la canción.
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