La rueda

El peso de la culpa

JOAQUIM COLL

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La marcha deFerran Mascarell al Govern de CiU sorprendió a casi todos, alegró a muchos y enfadó a unos cuantos. En general, su decisión recogió más parabienes que reproches y la crítica de los molestos fue bastante comedida o, por lo menos, contenida en su expresión pública. Por eso lo que sorprende, trascurridas algunas semanas, es la insistencia deMascarellen atizar a su antiguo partido con descalificaciones de grueso calibre, como, por ejemplo, «con el PSC solo se puede hablar de carnets y enemigos», «no le importa la cultura» o «prefiere la confrontación a la concertación», entre otras delicadezas. Son apuntes de un dietario que hizo público la semana pasada desde el suplemento cultural deLa Vanguardia. No está mal que los políticos den a conocer escritos personales tan recientes, pero con una sola condición: que no haya omisiones o censuras con el fin de crear un relato coherente con su actitud posterior. Y, sinceramente, no es creíble que en esos días de diciembreMascarellno hubiera hablado conJosé Montillasobre sus aspiraciones a encabezar la lista del PSC a la alcaldía de Barcelona. Sería bueno aclararlo para no perder el hilo de su dietario.

En este sentido, me parece que la decisión personal deMontserrat Tura, lanzándose a competir con Jordi Hereu, supone un contrapunto saludable frente a aquellos que se sienten víctimas de las estructuras de los partidos, pero no se atreven a utilizar las vías democráticas internas para alterar las cosas. Porque lo que está claro es queMascarellno quiso correr ese riesgo en beneficio de una honorable salida laboral. Dicho esto, a mí me gustaría seguir siendo de aquellos que nos alegramos de su nombramiento como consellerde Cultura. Tiene razónJordi Font, en su artículo del pasado sábado en EL PERIÓDICO, cuando ve ahora una nueva oportunidad para racionalizar y articular mejor las políticas culturales. Sin duda,Mascarell puede propiciar un buen marco de cooperación entre todos los agentes culturales del país. Pero sus polémicas declaraciones revelan un riesgo: que el peso de una cierta culpa le impida sostener una amplia mirada.