Gente corriente

Óscar Marrero: «Allá en Cuba, los niños nos criamos con un palo y una lata»

Bailarín cubano, hijo de Changó. Este vecino del Eixample personifica el folclor de la isla caribeña.

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GEMMA TRAMULLAS

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Año 1957. La guerrilla de Fidel Castro y Ernesto CheGuevara se oculta en las montañas de Sierra Maestra; la dictadura de Batista tiene los días contados; Celia Cruz recibe su primer disco de oro, y Alicia Alonso ya esprima ballerina assoluta. Un día de aquel año, la empleada doméstica de la gran bailarina no tiene con quién dejar a su hijo Óscar, de 6 años, y cruza La Habana, rumbo al trabajo, agarrando la manita del niño.

-¿Dónde vivía Alicia Alonso?

-En El Vedado. Recuerdo que tenía una pecera con unos peces... escalares se llaman, nunca se me olvidará. Son unos peces negros, con rayas, que tienen un movimiento muy delicado que siempre ha inspirado a los bailarines.

-Usted era muy pequeño. ¿Era consciente de quién era ella?

-Claro, era muy famosa. Yo tendría 6 años y la miraba asombrado, admiraba su flexibilidad. Estaba en su casa, la veía crear movimientos espontáneamente y quería imitarla.

-¿Por eso se dedicó al baile?

-Toda mi familia son artistas: abuelos, tíos, primos, hijos... Allá en Cuba, los niños nos criamos como los gitanos, con un palo y una lata.Ca, ca, ca / ca, ca/ Ca, ca, ca / ca, ca. Esa cadencia es nuestro aprendizaje. Hice ballet clásico, danza contemporánea y finalmente me especialicé en música cubana tradicional.

-¿Y por qué se fue de Cuba? ¿Por motivos políticos?

-No. Yo quiero mucho a mi país y vuelvo cuando quiero. Fue por buscar un bienestar, por conocer mundo. No quería quedarme estancado hasta mi muerte, quería explorar otras idiosincrasias, indagar en cosas nuevas, porque eso te hace más creativo.

-¿Cuándo salió de la isla?

-El 10 de septiembre de 1999, durante una gira para participar en un festival de salsa en Roma. De Roma fui a Madrid y de Madrid a Barcelona. Hace 10 años que vivo en el Eixample. Dejé de bailar profesionalmente en el 2002. Me caí de un escenario y me rompí la tibia y el peroné.

-Vaya, lo siento.

-Cada uno tiene su karma.

-Lo que no ha dejado es el tabaco cubano, veo.

-Cigarrillos criollos. Me los mandan de allá.

-¿Me permite probar?

-Por supuesto.

-¡Aaargh! ¡cof! ¡cof! Es fuertísimo.

-Viene directo de la mata aquí.

-Y esta imagen de Santa Bárbara... cof, cof, ¿también viene de Cuba?

-Sí. Esta santa me ha acompañado toda la vida, me protege. Hace años vino Celia Cruz a cantar al Poble Espanyol. Yo iba vestido de blanco, cargado de collares. Me puse a bailar y me hicieron un corro. «¡Ese mulato, hijo de Changó! ¡Que suba que quiero bailar con él!», me gritó desde el escenario. Me quedé petrificado y no me atreví a subir.

-¿Hijo de Changó?

-En la santería, Changó es Santa Bárbara, dios de los truenos.

-¿Los santeros son como adivinos?

-Verá... cuando era joven, le regalaron unas cartas españolas a mi mamá. Estábamos en el comedor y yo empecé a manipularlas y mientras lo hacía hablaba de ella. Mi mamá se quedó fría: «¿Pero cómo tú hablas así? ¡Si tú no sabes tirar las cartas!» Me empezaron a pedir que les tirara las cartas, mi mamá, mis hermanas, las vecinas. A veces eran las dos de la mañana y la gente me esperaba fuera de la casa haciendo fila. Mi mamá tenía que dar turno.

-Eso era en Cuba. ¿Pero aquí también le piden que eche las cartas?

-Sí. Cuando dejé de bailar, trabajé un tiempo en un teléfono del tarot y me han ofrecido varias veces ir a la televisión, pero no me parece ético.

-¿El qué no le parece ético?

-Decirle a alguien si su novio volverá o no.

-Entonces, ¿usted qué dice?

-Yo te puedo decir muchas cosas, sin tocar las cartas. A mí no me hace falta nada. Yo mismo me asombro de todo lo que puedo decir sin saber nada de la persona y eso me llena de regocijo. No se trata de adivinar el futuro, sino de darle vida y fuerza a la persona, de quitarle esa tristeza y convertirla en alegría. La gente viene a verme triste y se va de lo más contenta. Es como una espiritualidad.

-¿Quién viene a verle?

-De todo. Un 99% son mujeres, pero hay algún director de banco.

-¡Qué dice!

-Lo que oye. Hemos sustituido los sentimientos, que son lo fundamental en el ser humano, por lo material. La gente ya no llora, la gente lo que hace es pedir.