La rueda

Nuevos encantes de cosas viejas

NAJAT EL HACHMI

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Siempre que puedo paseo curioseando por los encantes viejos. El aparente caos en el que están dispuestas las paradas, el trajín tumultuoso de la gente que pasa, la sensación de improvisación que dan algunos comerciantes que colocan cuatro trastos encima de una manta, la mezcla de voces que van del gitano catalán al marroquí árabe, la convivencia entre buscadores de gangas, aficionados a las antigüedades y apasionados del hazlo tú y el reciclaje junto con aquellos que son clientes por pura necesidad económica, toda esta mezcla hace que los encantes viejos sean un punto que parece de todas las épocas y geografías al mismo tiempo. Podríamos estar en un zoco del norte de África o en un mercado medieval (de hecho en su página web dicen con orgullo que este es el mercado más antiguo de Europa, del siglo XIV), en un mercadillo dehippies o en una feria de anticuarios. Todo este paisaje cambiará radicalmente dentro de un mes, cuando la feria de Bellcaire se traslade a su nuevo emplazamiento en los Jardins del Bosquet dels Encants. Me dicen que no, que no cambiará nada, que el nuevo espacio será más cómodo, más limpio, más ordenado y que esto no supondrá ni mucho menos que los encantes pierdan su encanto. Lo que seguro que significará será una domesticación, un control más exhaustivo sobre el mercado de manera que algunos improvisados ¿¿vendedores es probable que no tengan espacio en un lugar tan ordenado. Y aunque no fuera así, no sé, creo que nos resultará raro que las cosas viejas, de segunda mano, las gangas y demás objetos a bajo precio se cobijen bajo esta cubierta de diseño psicodélico, vecina del supositorio de Agbar y la grapadora del HUB, que ha costado nada menos que 56,4 millones de euros según informaciones de este diario. Es la frase aquella de que sale más caro el relleno que el pollo.