Opinión | EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA

Juan Carlos Ortega

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No argumentemos más

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Por desgracia, vuelven a escucharse en estos días las voces antivacunas y uno ya no sabe qué hacer ni qué decir. Lo primero que te pide el cuerpo, obviamente, es llevarles la contraria argumentando. De hecho, este artículo iba a consistir precisamente en eso; en una sucesión de argumentos científicos incuestionables con el único objetivo de no dejar ni una minúscula grieta de duda en todos aquellos que consideran que vacunar a los hijos es algo poco recomendable.

De hecho, había empezado a escribir este texto siguiendo esa sencilla idea. Iba a titularlo: 'Vacune a su hijo, por favor'. Tenía ya descritas y desmenuzadas todas las evidencias científicas que demuestran que vacunar es necesario,  las estadísticas que lo dejan todo clarísimo, los estudios médicos; todo lo que es preciso saber para desenmascarar a los anti vacunas. Pero he decidido borrarlo y volver a empezar.

¿Por qué? Muy fácil. Porque argumentar no sirve para nada. Es tristísimo, pero con ellos no funciona. El razonamiento lógico solo es eficaz con personas lógicamente razonables, y es evidente que ese no es el caso.

Los antivacunas ya han oído miles de veces todo lo que la ciencia tiene que decirles. Se lo saben de memoria. Tienen radios, ven la tele, leen la prensa y disponen de wifi en sus hogares. No son seres encerrados en una burbuja. El contenido del artículo que había empezado a escribir ya lo conocen sin necesidad de haberlo leído. El problema es que no se lo iban a creen. Así de triste y de dramático. Piensan que les mentimos, que escondemos turbios intereses, que las farmacéuticas nos pagan dinero bajo mano para defender las vacunas. Esas cosas insólitas y ridículas son las que ellos sí que se creen, pero son absolutamente inmunes a la lógica, a los datos y al método científico.

Si ustedes quieren seguir argumentando ante ellos, pruébenlo. Tal vez tengan suerte, ojalá, amigos míos, aunque lo dudo muchísimo. Solamente conseguían ser insultados. Yo he decidido dejar de utilizar la lógica en estos casos, y prefiero que sea la ley quien se encargue con firmeza del asunto. ¿No quiere usted vacunar a su hijo? Muy bien, papi, pero me importa bien poco lo que usted desee. A su hijo se le va a vacunar, porque su hijo no es de su propiedad, es de él mismo, y además porque su decisión de no vacunarlo afectará a la salud de los hijos de los demás. ¡Ay, disculpen! No he podido evitar utilizar un argumento. Estoy pensando en borrarlo, porque este, como todos los demás, tampoco va a servir de nada.

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