ANÁLISIS

Ni frente a la violencia hay unidad

Votación en el pleno del Parlament.

Votación en el pleno del Parlament. / periodico

José A. Sorolla

José A. Sorolla

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El bloque independentista sigue perdido en su laberinto, dejando pasar el tiempo con propuestas inviables que devuelven al 'procés' a la casilla de salida. Después del pleno del miércoles, en el que los partidos independentistas aprobaron la resolución que reconocía los derechos de Carles PuigdemontJordi Sànchez y Jordi Turull a ser investidos, Junts per Catalunya (JxCat) no renuncia a investir al 'expresident', aunque no sea de forma inmediata; la CUP pide un pleno urgente para votar a Puigdemont, aunque esté detenido en una prisión alemana, y ERC insiste en que el candidato debe poder formar un Govern efectivo, aunque sus dirigentes solo se atreven a decirlo en voz baja o en los medios de comunicación, y no en el Parlament, no sea que el adjetivo descalificativo de 'botiflers' les alcance.

Es decir, la confrontación soterrada entre pragmáticos y legitimistas o irredentistas sigue vigente, pese a que en el pleno del Parlament el bloque independentista votara sin fisuras sus resoluciones, lo que no se puede decir de los constitucionalistas, que se enfrentaron entre ellos más de lo necesario. Pese a que ERC se unió a Catalunya en Comú y el PSC para suscribir un punto de una resolución de los 'comuns' que abogaba por recuperar las instituciones con amplias mayorías, no parece que los intentos de romper los bloques tengan por el momento recorrido alguno. Ni el Govern de concentración que propone el PSC ni el Govern de independientes que promueven los 'comuns' están en el orden del día.

La Taula per la Democràcia, convertida ahora en Democràcia i Convivència, o la propuesta de Xavier Domènech de un acuerdo que incluya desde el PSC hasta Òmnium Cultural son solo iniciativas de una parte que olvidan a la otra mitad de Catalunya, en la que figura el partido más votado en las elecciones del 21-D. No pueden ser la solución en un momento en el que la fractura ha llegado a tal extremo que el Parlament, por la oposición de la mayoría independentista, ha sido incapaz de condenar los actos de violencia que se han producido en los últimos días a raíz de la detención de Puigdemont.

Frente al peligroso salto cualitativo que representa la proliferación de los llamados Comités de Defensa de la República (CDR), que se han enfrentado violentamente a los Mossos ante la Delegación del Gobierno en Barcelona –quema de contenedores, lanzamiento de vallas, etcétera-- y han cortado carreteras y autopistas durante horas, las dos grandes formaciones independentistas lo único que hacen es reafirmarse en su vía pacífica, pero sin condenar los excesos, al tiempo que reaparecen las tesis conspiranoicas que atribuyen los disturbios a infiltrados de la policía.

Y ahora reaparece la candidatura de Sànchez a la investidura merced a una supuesta advertencia del comité de derechos humanos de la ONU que solo es un aviso de entrada en el registro. Con el reloj de la investidura ya en marcha, ¿a qué conduce este nuevo "desafío al Estado" cuando se sabe que solo podrá ser investido un candidato sin impedimentos judiciales o habrá que ir a nuevas elecciones? Apagado el faro del "espacio libre" y vigilante de Waterloo, es el momento de hacerlo.