Editoriales

Los toros y el Tribunal Constitucional

Si el TC deroga el veto a las corridas deslegitimará una ley aprobada por el Parlament tras una impecable ILP

José Tomás, en la última corrida en la Monumental de Barcelona, en el 2011.

José Tomás, en la última corrida en la Monumental de Barcelona, en el 2011.

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De nuevo, la prohibición de las corridas de toros en Catalunya irrumpe con fuerza en el debate político a cuenta de la inminente sentencia del Tribunal Tribunal Constitucional sobre la ley del Parlament que en julio del 2010 prohibió las corridas en Catalunya y que fue recurrida por el PP. Según se ha conocido, la ponente del TC, la magistrada Encarnación Roca, propone la estimación del recurso de inconstitucionalidad del PP con el argumento de que los toros son «patrimonio cultural común» de España y, como tal, no pueden ser vetados por una ley autonómica.

Al plantear el TC el asunto en términos competenciales -del estilo de otros contenciosos como el decreto de pobreza energética, las leyes de vivienda e igualdad y la tasa sobre los depósitos bancarios- una sentencia contraria a la prohibición plantearía un choque de legitimidades en un momento en que la vida política catalana ya está muy judicializada a causa del juego de acción-reacción vinculado al proceso soberanista.

Que la prohibición de los toros regrese al primer plano en esta coyuntura política y con una argumentación legal sustentada por un hecho identitario sin duda será utilizado por partidarios y detractores del 'procés'. Pero convendría no olvidar otros aspectos vinculados a la prohibición. Por ejemplo, que fue aprobada por el Parlament después de un proceso democrático que se inició con una Iniciativa legislativa Popular (ILP). Si la legitimidad del Parlament está fuera de toda discusión, la prohibición de los toros estaba más avalada si cabe debido a su origen. Eso sí, fue el mismo Parlament el que introdujo el componente identitario en el debate al excluir primero de la ley a los 'correbous' y, después, blindarlos con una legislación a medida, pese a las críticas de las mismas asociaciones animalistas que promovieron la ILP, para las cuales no hay diferencia entre una corrida de toros y unos 'bous embolats'.

Hoy las corridas de toros son percibidas en Catalunya como algo del pasado. Si ya cuando se aprobó la prohibición solo quedaban en Barcelona los estertores de lo que años atrás fue una floreciente capital taurina, hoy la «fiesta nacional» es tan solo un recuerdo. Si el TC falla a favor, el regreso de los toros a Catalunya será un acto simbólico de alto significado político en un momento en que si algo sobran son agravios.