Pequeño observatorio

La guerra de Miquel Siguan

JOSEP MARIA Espinàs

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Ha muerto Miquel Siguan,un hombre sabio, tranquilo. Lo traté personalmente, aunque poco, cuando preparaba la edición de un libro. Había nacido en 1918 y falleció el 8 de mayo pasado. Tenía 92 años, pues.

Existen muchos libros sobre la guerra de 1936; estudios históricos, testimonios personales... El que escribióSiguan,La guerra als vint anys, como no era combativo –ya había habido bastantes combates en la guerra–, quizá no recibió la atención que merecía. No quería ser «carne de archivo y erudición», según dice él mismo en el prólogo. La guerra que él había vivido era otra.

«Mis recuerdos –contaba– se sitúan en una perspectiva diferente: revivir la vida cotidiana de un soldado en el frente vista con una mirada lúcida, compasiva y distanciada a la vez, interesada en poner de relieve el fondo de la naturaleza humana que, con tanta facilidad, es dejada al descubierto por las peripecias bélicas, el heroísmo individual junto al embrutecimiento colectivo, el egoísmo más grosero conviviendo con la generosidad más absoluta, el desencanto que acompaña a las victorias y la dignidad que permite soportar las derrotas. Quizá mi relato descubra aspectos singulares o inéditos de nuestra guerra, pero en realidad habla de todas las guerras».

Siguan, que después fue catedrático de Psicología, profesor emérito de la Universitat de Barcelona, miembro de la Academia Europea y, entre muchas otras cosas, doctor honoris causa por las universidades de Ginebra (Suiza) y del País Vasco, era en 1936 el chico de 18 años que, siendo secretario de la Federació Nacional d’Estudiants de Catalunya, prefirió, ante la guerra, renunciar al cargo y seguir la suerte que le asignara la caja de reclutas. Y así acabó en una unidad de valencianos y anarquistas en el frente de Levante. Precisamente, cuando se libraba la dura batalla de Teruel.

Cuando yo veía a Miquel Siguan,veía al hombre más pacífico y educado del mundo. Con aquel punto de ironía propia de la inteligencia. En una Navidad pasada en el frente, él y sus compañeros recibieron una caja de cartón con dos tabletas de chocolate, un par de naranjas y un papel que decía «buenos deseos por Navidad», firmado porJesús Hernández.EscribeSiguan: «¿Qué pensarán los anarquistas de toda la vida de un comisario que felicita las Pascuas?».

No sé si hemos felicitado lo bastante al hombre que, con una sonrisa, había superado todas las dificultades y todas las decepciones de una guerra civil.