Opinión | Análisis

Jordi Puntí

Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.

Jordi Puntí

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La influencia del míster

Parece imposible encontrar hoy un entrenador que no sepa exactamente a qué quiere jugar su equipo

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¡Cómo han cambiado los entrenadores de futbol! Hubo una época, no tan lejana, en que eran como esos matasanos de lejano oeste, viajantes con un maletín que se paraban allí donde se les requería para sacar una muela, curar un sarpullido, escribir cartas y vender de paso un crecepelo maravilloso. Llegaban a los clubes de futbol, se instalaban en un hotel de las afueras y, tras la cuarta derrota consecutiva, se marchaban por la puerta de atrás. Sabían mucho de futbol, claro que sabían, y todos guardaban en su maletín un ramillete de trucos que a veces les llevaban al éxito.

"Estos son mis principios futbolísticos", decían con Groucho, "pero si no les gustan tengo otros". Algunos, los mejores, consiguieron un nombre que se hacía respetar, pero hoy casi nadie los recuerda más allá de un título muy peleado, una frase carismática, una anécdota jugosa. Como muchas cosas, esta tendencia empezó a cambiar con Johan Cruyff: primero, como jugador, cuando su fichaje requirió un entrenador acorde (Rinus Michels), y luego, como entrenador que proyectaba su influencia. El fenómeno se multiplicó, también entre los que ofrecían un antídoto personal a los criterios de toque y posesión de Cruyff, y hoy parece imposible encontrar un entrenador que no sepa exactamente a qué quiere jugar su equipo. La táctica, la psicología o las estadísticas les pueden ayudar más o menos, pero nadie se presenta al examen sin haber estudiado.

No siempre es fácil convencer a todo un vestuario para que que abrace las ideas del entrenador

Este es el gran cambio que hemos vivido en los últimos 30 años, y la temporada actual es un buen ejemplo. En el juego de las sillas de banquillo se han producido algunos cambios relevantes. Hace unos días el Huesca despidió a Leo Franco, quizá una apuesta arriesgada, muy tierna para la primera división. Ocupaba el sitio que había dejado Rubi, que tras subir al Huesca de categoría se decidió por el Espanyol. Hace años que el Espanyol no conseguía un nivel de juego colectivo como el que ha ofrecido hasta ahora, y quizá la máxima virtud  de Rubi ha sido atraer a los jugadores que ya tenía para que defiendan sus ideas sin dudar, convencidos de que es lo mejor para ellos.

El juego de sillas ha dejado otras cadenas interesantes. Pablo Machín se ha ido del Girona al Sevilla y ya está demostrando sus dotes de persuasión. Mucho más rápidamente que Eusebio, quien dejó la Real Sociedad para llegar a Girona y pide más tiempo. A su vez, Garitano también lucha en San Sebastián para difundir la fórmula que tan bien le fue en Leganés. Todos ellos miran de reojo a Rubi, a Abelardo en el Alavés o a Quique Setién en el Betis, y se preguntan cómo lo hacen, cómo han conseguido un compromiso de sus jugadores tan a corto plazo.

Con chándal o con traje de última moda, no siempre es fácil convencer a todo un vestuario para que sigan los dictados del míster. Cuando tengan dudas, cuando se vean superados, yo les aconsejo que busquen el consuelo en Marcelo Bielsa, el maestro de todos. Ahí está, entrenando hoy al Leeds United en la segunda división inglesa, aprovechando las ruedas de prensa para educar el gusto futbolístico de un club con demasiadas heridas y cicatrices en su banquillo. Todo un ejemplo de vocación.