EL CONFLICTO CATALÁN Y LA UE

El 'brexit' y el 'catalexit'

Suena increíble que se hiciera creer que la secesión de Catalunya se podía hacer de la noche a la mañana

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Josep Borrell

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El Consejo Europeo ha dado un nuevo paso para evitar el salto por el precipicio de una falta de acuerdo en el 'brexit'. Este será efectivo en marzo del 2019, pero necesitará un período transitorio hasta el 31 de diciembre del 2020, para negociar su relación futura con la UE sin perder brutalmente las ventajas de un estado miembro.

Londres ha tenido que aceptar casi todas las condiciones exigidas por Bruselas. No tendrá derecho al veto sobre las leyes europeas que se adopten durante ese período, tendrá que seguir contribuyendo al presupuesto comunitario, pero no participará en la toma de decisiones del Consejo ni del Parlamento, se mantendrá la libertad de circulación de los trabajadores, cuya supresión era una de las grandes justificaciones del 'brexit, y los ciudadanos de la UE que se instalen en el Reino Unido tendrán iguales derechos que los llegados antes.

Queda por resolver la espinosa cuestión de la frontera entre las dos Irlandas. Esa frontera desapareció con los acuerdos de paz de 1998 y reaparecerá como una frontera exterior de la UE. Pero reinstalar puestos fronterizos sería una amenaza para la paz y el Reino Unido quería controlar los intercambios comerciales mediante tecnologías que no necesiten instalaciones visibles. Pero tal cosa no existe, salvo en el pensamiento mágico, y al final se impondrá que el control se efectué en los puertos británicos, con lo que la isla quedará reunificada por el comercio.  

La enorme complejidad de la desconexión

Las negociaciones han demostrado la enorme complejidad de desconectar un Estado del sistema jurídico y económico de la UE, aunque sea un país soberano con sus propias instituciones y no sea miembro del euro ni de Schengen. Suena increíble que se haya pretendido hacer creer que la secesión de Catalunya y su ruptura con España por las bravas se podía hacer de la noche a la mañana, porque ya se habrían construido a la chita callando las estructuras de Estado necesarias para ello.

Ahora, los que aseguraron la viabilidad de una independencia sin costes, que sería bendecida por la UE, tienen que reconocer que en realidad no tenían nada preparado, lo que hubiera sido milagroso, como el brexit está poniendo de manifiesto.

Londres ha tenido que aceptar para su salida de la UE casi todas las condiciones exigidas por Bruselas

Los británicos se han disparado un tiro en el pie. A medida que pasa el tiempo se dan cuenta de lo que significa perder la relación privilegiada con su principal cliente, ya que el 45% de sus exportaciones van a la UE. Lo mismo se puede decir de Catalunya respecto a resto de España.

El principal argumento de los opuestos al brexit era más de naturaleza geopolítica que económica, como se ha demostrado con el asesinato de un exespía soviético, que ha planteado al Reino Unido un grave problema de relaciones con Rusia. Para un hipotético catalexit el principal argumento sería económico porque hubiera producido un shock peor que el más duro de los brexit.

La realidad se ha encargado de demostrar, como habíamos sido advertidos por todas las instituciones de la UE, que las regiones que declaran su independencia no se convierten automáticamente en miembros, mientras que la propaganda irresponsable del independentismo aseguraba que la UE «no va a permitirse el lujo» de perder una «región rica» que es contribuyente neto al presupuesto comunitario. 

Un suicidio para Catalunya

La realidad, como algunos nos hemos hartado de argumentar, es que el 'catalexit' significaría que Catalunya abandonaría el espacio Schengen de los viajes sin pasaporte y habría aduanas en la frontera entre España y Catalunya y con el resto de la UE. La salida forzada del euro sería un suicidio para Catalunya, pero también un dramático retorno de la crisis económica de la eurozona, ya que los bancos de una de sus regiones más ricas podrían colapsar, salvo, como ya empezaron a hacer, que se deslocalizaran al resto de España.

Los académicos que aseguraron que no habría ningún problema diciendo, por ejemplo, que La Caixa podría seguir financiándose en el BCE sin más que instalar una sucursal en Valencia, forman parte de esa conjura de los irresponsables que alimentaron ilusiones de imposible cumplimiento. 

El Consejo también trató los impuestos sobre las empresas tecnológicas, o la respuesta a las amenazas comerciales de Trump o los planes de Macron para reformar la eurozona. La pareja Macron–Merkel no se manifestó en el Consejo y quedaron sobre la mesa. Pero el brexit va a cambiar el equilibrio político en la UE, que se desplazará hacia Berlín. Será otra Europa en la que todos saldremos perdiendo. Si al menos sirviera para relanzar la Unión política…