Análisis

La tormenta perfecta

Si no se adoptan las medidas oportunas, la tormenta perfecta, difícil de predecir aunque también poco probable de que ocurra, puede pasar a ser un fenómeno frecuente

Una pareja de Mossos patrulla por una calle de Barcelona.

Una pareja de Mossos patrulla por una calle de Barcelona. / CARLOS MONTAÑÉS

Daniel Montolio

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Hay fenómenos que, en general, son muy difíciles de predecir por los numerosos factores, de diversa naturaleza, que confluyen en su determinación. La delincuencia es un fenómeno social complejo y multidimensional precisamente por la multiplicidad de factores que pueden provocar la intensificación de dicho fenómeno en cualquiera de las formas que puede adoptar. A pesar de dicha complejidad se conocen muchos de los ingredientes que, de alguna forma u otra, están relacionados con la intensificación de la actividad delictiva; especialmente en un entorno urbano.

Sin mucho esfuerzo, y por estas fechas, a todos se nos ocurren variables como verano, concentraciones turísticas, actividades lúdicas tanto legales como ilegales (y cualquier combinación de las anteriores) que conformarían el objetivo perfecto para que un criminal motivado tome la decisión de cometer un acto delictivo siempre que el potencial beneficio del mismo supere sus potenciales costes. También es sabido que factores más estructurales de largo plazo como la educación, el estatus laboral, las posibilidades económicas de que en general se goza o el ambiente socioeconómico en el que se vive pueden ayudar a motivar a ciertos individuos a cometer actos ilícitos.

Si a estos ingredientes, ampliamente analizados y estudiados, le añadimos aspectos relativamente nuevos como un cuerpo de policía, los Mossos d’Esquadra, con cargas de trabajo extra por nuevas actividades de protección que son altamente intensivas en el uso de recursos de todo tipo (lucha contra la amenaza terrorista), con una falta de dichos recursos que hay quien relaciona con las restricciones presupuestarias que las administraciones públicas han sufrido durante los últimos años, y bajo constantes presiones de toda índole, no siempre directamente relacionadas con la estricta lucha contra la criminalidad, hacen que el guardián capaz de reducir las tasas de criminalidad de que nos hemos dotado como sociedad pueda perder parte de su efectividad, al menos en aquella delincuencia más común que es la que en el fondo determina la evolución de la tasa de criminalidad de nuestro entorno.

También en este sentido, y más a largo plazo, los procesos de cambio social que estamos viviendo (cambios en la estructura de nuestras ciudades o gentrificación, cambios en el paradigma de relación entre individuos o entre individuos y las instituciones) están comportando y comportarán cambios en la efectividad del grupo social (familia, amigos, vecinos…) como factor disuasorio de actividades ilícitas. La convergencia en el espacio y en el tiempo de todos estos factores pueden explicar eventualmente una 'tormenta perfecta' en forma de repunte de la criminalidad que bata récords en los registros históricos de datos. Pero si no se adoptan las medidas oportunas, la tormenta perfecta, difícil de predecir aunque también poco probable de que ocurra, puede pasar a ser un fenómeno frecuente; con consecuencias impredecibles para nuestra sociedad.

Solo la conjunción de un trabajo eficaz a corto plazo de lucha contra la criminalidad combinada con una visión a medio y largo plazo de aquellos factores que deben ayudar a prevenir de forma conjunta el fenómeno criminal puede garantizar que un dato excepcionalmente alto de criminalidad sea simplemente eso, excepcional.