En sede vacante

Aplausos silenciosos

josep Maria Fonalleras

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Hay dos imágenes que resumen y explican la realidad del pleno del Parlament del viernes. La primera, los aplausos que generó el acuerdo de mínimos. Unos aplausos distantes y distendidos, como de estreno de teatro en el que se aplaude por compromiso. Los actores saben que si en un día tan señalado no hay bravos sinceros y arrebatados, si la gente no se pone en pie con entusiasmo genuino, cualquier otro reconocimiento a su labor es sobrero. Innecesario e incluso doloroso. Casi son mejores los silbidos que el tímido gesto de aparentar que te ha gustado y que ya se incluye, por defecto, en la invitación. En la Ciutadella, el viernes, los aplausos fueron así, blandos, de trámite. Como en los estrenos fallidos, los parlamentarios se levantaron de las butacas no para expresar euforia, sino para apresurarse a cerrar la sesión. En realidad, los aplausos llegaron a ser silenciosos, si es que me permiten el oxímoron. En este tipo de actos ocurre también lo mismo que con las lecturas de tesis. Si el doctorando no recibe una calificacióncum laudees, en realidad, como si hubiese suspendido.

El problema de fondo, quizá, radica en que no había que esperar ningún «día histórico», ninguna jornada trascendente. Y aquí viene la segunda imagen, que es clásica, y que hace referencia a aquella fábula deEsopo en la que todo el mundo se había asustado por el ruido que hacía la montaña hasta que alguien descubrió que, del parto descomunal, nacía un ratón. Hemos asistido a una estudiada lección depuntaires de la costa. Un trabajo delicado y sutil en el que todo el mundo ha intentado tejer su peculiar versión de la blonda catalana. Ha nacido ciertamente un ratón que dice que al parecer alguien decía que decían que hubo un tiempo en el que éramos una nación.