La rueda

Absurda vida observada

NAJAT EL HACHMI

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Los trabajadores de Caixa Catalunya que tuvieron que estafar a ancianos y a ahorradores confiados para conservar el empleo se manifiestan porque resulta que se van a la calle de todas todas. Ahora son ellos los que pegan papelitos en los cristales de la oficina de la esquina después de que lo hicieran la PAH hace días o los damnificados por las preferentes y la deuda subordinada hace meses. Cuando leo que Narcís Serra será llevado a juicio por la gestión de la entidad el recuerdo que tengo de él, justo cuando hacia los 90 comenzaban a contarnos algo de política, se me desdibuja repentinamente. Como esa camiseta de Obama que me compré muy ilusionada con la efervescencia del Yes we can. El propio Obama ha perdido color.

Pero no hay que ir tan lejos, lo absurdo está en cada paso que damos por la ciudad. Los que mendigan hacen carteles cada vez más minimalistas: No tengo nada. Tengo hambres. No hace falta más para ser conscientes de su sufrimiento. Unos pasos más allá de este hombre arrodillado y despojado de todo, una de las tiendas más increíblemente absurdas que he visto nunca: ropa y complementos de lujo, incluso joyas, para perros. Ya lo decían en mi pueblo: según cómo, es mejor vivir como perro en un país rico que como persona en un país pobre.

¿Y qué me dicen del ingente número de casas que guardan las cajas y los bancos mientras tantas personas viven realquiladas o amontonadas si es que tienen la suerte de tener techo? Recuerdo cuando los jóvenes hacíamos manifestaciones por el derecho a la vivienda, con lemas que entonces parecían del todo desfasados y ahora todo el mundo que lo oye mueve la cabeza diciendo que sí, que tienen toda la razón: tantas casas vacías y tanta gente sin casa o lo de no tendrás una casa en tu puta vida. Ahora deberíamos añadir que muy probablemente tampoco tendrás un trabajo. Mientras tanto, una infanta lleva un melón al hospital donde está el Rey.