CRÓNICA
Rosario, rumba contra las penas
La cantante se llevó por delante el Auditori del Fòrum con el repertorio antológico de su reciente disco, 'Noche gloria en el Teatro Real'
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Se han cumplido los 25 años del disco que la puso en órbita, ‘De ley’, y Rosario vive inesperadamente uno de sus mejores momentos, como atestigua la reciente grabación en directo ‘Noche de gloria en el Teatro Real’ y la gira que la trajo este viernes al Auditori del Fòrum. Un recinto que casi dobla en capacidad al Palau, su plaza habitual, y que la madrileña, ya sea porque su obra reciente ha calado o más bien porque entrar en los hogares cada semana a través de un ‘talent show’ como ‘La Voz kids’ es hoy la vía de promoción más eficaz, llenó hasta arriba con sus rumbas, su pop ‘funky’ y sus sentidas evocaciones familiares.
Hay que decir que este momento de proyección pilla a Rosario en estado de revista, con la medida bien tomada de sus artes y su relación con el público. De hecho, en sus conciertos nunca ha dado la sensación de operar con el piloto automático y, pese al goteo de clichés cada vez que toma la palabra (“el sueño de mi vida es estar en un escenario”, “me llenáis de vida”, “cada vez me siento más querida”), consigue crear desde su misma salida a escena una atmósfera vibrante que se contagia a la audiencia.
Las raíces de Gràcia
Así fue cuando acudió a canciones de su último disco de estudio, ‘Gloria a ti’, desde la rumbita ‘Por un beso tuyo’ hasta la emotiva pieza que le da título, y más aún cuando subió la tensión rítmica en ‘Al son de los tambores’. “No podía faltar mi sangre catalana”, recordó aludiendo a su padre, el vecino de Gràcia Antonio González, El Pescaílla, que habría cumplido años este sábado. Pese a la exuberancia de su banda de siete integrantes, aquella rumba era más ‘mainstream’ que catalana, todo hay que decirlo, del mismo modo que a los asaltos más ‘funky’, como ‘Estoy aquí’, sacudido por el lustroso bajo de Fernando Illán, le faltaron algunos metales de verdad que suplieran a los sintetizadores. Pero lo más importante de un concierto de Rosario es la misma Rosario.
Alternando agitaciones rítmicas y recesos, dedicó a su hermano Antonio el medio tiempo ‘¡Qué bonito!’, la primera canción que compuso, dijo, para el disco ‘Mucho por vivir’ (1996), y se dirigió a su madre, Lola Flores, en ‘Ay, mamasota’, con imágenes de viejas películas en la pantalla de vídeo. La corista, Maite Pizarro, una ilustre veterana (trabajó con Antonio Vega y en la gira de Aute y Silvio Rodríguez de 1999), se lució en el blues ‘Quiero cantar’, y Rosario puso a bailar al Auditori con ‘Muchas flores’ (canción más conocida por su estribillo: “marcha, marcha”), ‘Sabor, sabor’ y un ‘No dudaría’ de desenlace más festivo que melancólico, plantando cara a las penas más antiguas.
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