CERTAMEN DE CUENCA

Un Oscar y dos hijos

Mujeres en Dirección premia a Mariela Besuievsky, la productora más activa del cine español, que ha trabajado con Campanella y De la Iglesia

La productora Mariela Besuievsky, ayer en Cuenca.

La productora Mariela Besuievsky, ayer en Cuenca.

OLGA PEREDA
CUENCA

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Tiene un Oscar. Ha producido más de 100 películas. Ha trabajado con Francis Ford Coppola, Ken Loach, Juan José Campanella, Álex de la Iglesia... Pero sale a la calle y pocos conocen su nombre. Se llama Mariela Besuievsky y es una de las productoras de cine más activas de España. Es, de hecho, la mitad de Tornasol Films. La otra mitad tiene nombre masculino y es infinitamente más conocida: Gerardo Herrero (su marido y padre de sus dos hijos). Siempre en segundo plano, Mariela dio ayer un paso al frente y se convirtió en la protagonista al recoger el premio Ciudad de Cuenca, otorgado por el festival Mujeres en Dirección.

Mariela nació en Uruguay hace unos cuantos años (imposible sonsacarle la fecha de nacimiento). Igual que hizo su hermana Carolina, se dedicó en cuerpo y alma al ballet. Sin embargo, consciente de sus limitaciones, un día lo dejó y optó por la actuación. De manera natural, y tras alternar estudios en su país y en Cuba, se dedicó a la producción. «Los actores están muy expuestos a todo y a mí eso no me gusta. Además, desde pequeña se me da bien organizar. En mis grupos de amigos, yo siempre era la que gestionaba el bote con el dinero común», explica la productora.

El bombazo

Después de realizar tres cortos, produjo El dirigible, una película que arrasó y llegó a proyectarse en la Semana de la Crítica de Cannes. Ella fue la madre de esa cinta. Hizo de todo para sacarla adelante, desde «buscar debajo de las piedras el dinero para producirla hasta barrer la oficina pasando por hablar de tú a tú con el ministro de Cultura para conseguir la nacionalidad del filme». El dirigible fue un bombazo y con él viajó por medio mundo. Así conoció a Gerardo Herrero, que vio su enorme potencial y le propuso venirse a España para trabajar con él. Primero, como prueba, a ver qué pasaba. Después, definitivamente, algo que supuso cerrar Nubes, la empresa que Mariela tenía en Uruguay. «Fue un momento duro. Pero a veces hay que tomar decisiones arriesgadas en la vida», cuenta.

El proyecto salió bien. Tanto en lo personal (construyó una familia con Herrero) como en lo profesional (su estantería luce el Oscar por El secreto de sus ojos, de Campanella, y está a punto de estrenar Balada triste de trompeta, con la que Álex de la Iglesia arrasó en Venecia).

Implicada a tope en su trabajo, Mariela reconoce que la maternidad cambia la vida de las mujeres por más profesionales que sean. Ella, por ejemplo, decidió dividirse la tareas con su marido. Él es el que da la cara en las guerras de la política cinematográfica. Ella está en otras guerras, las de la oficina, las de los directores de cine, las de las coproducciones, y también las de sus hijos, de 10 y 13 años. «Cuando eran más pequeños, nos los llevábamos a todos los sitios a los que viajábamos, pero ahora es más difícil. Trato de gestionar el tiempo y procuro no poner reuniones en el horario deberes, que va desde las siete de la tarde a las nueve de la noche, hora en la que cenamos todos juntos en casa», destaca.

Tras repasar la enorme lista de directores con los que ha trabajado, Mariela afirma divertida que podría contar «muchísimas maldades». Pero no suelta ni una. Lo que sí pide, y a gritos, es que el fútbol televisado no siga matando al cine. «Es nuestra gran tragedia. ¿Por qué no dan los partidos a mediodía, como en Inglaterra, y no por la noche?»