EL PLAN CULTURAL PARA HOY

Los pies mágicos de Los Vivancos

'Nacidos para bailar', su nuevo espectáculo, combina diferentes ritmos y disciplinas

vivancos

vivancos / FERRAN NADEU

Eduardo de Vicente

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El zapateado se asocia, generalmente, al flamenco pero lo que han hecho Los Vivancos es revolucionarlo, convertirlo en un arte expansivo más cercano al claqué de Fred Astaire a las acrobacias circenses, a las artes marciales y al virtuosismo y, además, son músicos y tocan los instrumentos en vivo. Esta semana cierran su estancia en Barcelona, a la que han acudido con su nuevo espectáculo, Nacidos para bailar, 100 minutos extenuantes repletos de magia y sorpresas.

El grupo se presenta ante el público por la platea mientras suena el Ay Ho, del filme animado Blancanieves y los siete enanitos. No deja de tener su gracia este inicio. Ya no son siete, sino seis (uno estará ausente unos meses después de haber sido padre), y no son precisamente enanitos, sino tiarrones altos, fibrados y elásticos. El repertorio musical es muy variado: una versión del Smooth criminal de Michael Jackson, la Quinta Sinfonía de Beethoven con ritmo moderno, una adaptación instrumental clásica del Hallellujah de Leonard CohenSweet dreams de EurythmicsEye of the tiger de Survivor que popularizó la película Rocky III o temas latinos. Se atreven con todo y el resultado de cada uno de estos experimentos es brillante.

Al margen de estas populares melodías, la música incidental suele ser, y no por casualidad, muy efectista y enfática y recuerda mucho a la que podemos escuchar en un circo o en un número de magia. Y es que tienen mucho que ver con el mayor espectáculo del mundo. La mayoría de sus coreografías podrían encajar sin mucho esfuerzo en el Cirque du Soleil, por ejemplo, y también consiguen efectos inesperados que parecen ideados por el prestidigitador David Cooperfield. Su eficaz luminotecnia contribuye a su impactante efecto visual.

Tres de sus momentos merecen la nota más alta. El primero es el único que tiene humor, cuatro de sus integrantes tocan el violonchelo a ocho manos interpretando una antología compuesta por fragmentos de temas muy populares (U-2, Stayin’ alive, James Bond, Tiburón, entre muchos otros) mientras bromean gestualmente con el público. Es un show sin palabras (no les hace falta, parece que hablen con el movimiento de sus pies). El segundo es vertiginoso y el que más sintoniza con la audiencia. Utilizan la plataforma metálica que preside el escenario para darse la vuelta y zapatear ¡boca abajo! Los ooohh de admiración culminan con un unánime aplauso. ¿Puede haber algún momento mejor? Pues sí, a mitad de la función, los Vivancos se visten con un traje de luces (LED, no de torero) y juegan con la iluminación y los colores en una combinación totalmente sincronizada de imágenes y movimientos, heredera del clásico recurso teatral de la cámara negra. Impresionante se le queda corto.

Cuando baja el telón tienes la impresión de que has visto un montaje muy original que destaca por el brutal esfuerzo físico de los artistas. Y pensar que hay días que hacen dos representaciones… Capítulo aparte merece el público. De entrada, la mayor parte de los asistentes son mujeres y algunas de ellas parece que se han equivocado y piensan que están en una despedida de soltera, hablando sin parar, profiriendo gritos sobre el físico de los artistas (el momento en que uno de ellos se suelta la coleta es recibido con entusiasmo) y, lo que es peor, no hace falta mirar al escenario. Si te fijas, a tu alrededor podrás ver encendidos tres o cuatro móviles con los que puedes hacer tu propio montaje televisivo “in situ” alternando entre ellos. Un poquito de respeto, por favor.