EN ESCENA

Jordi Casanovas: «El teatro de BCN se ha vuelto conservador»

El dramaturgo y director estrena 'Vilafranca', la tercera obra de su trilogía sobre la identidad catalana

Jordi Casanovas, que cierra su trilogía sobre la identidad catalana con 'Vilafranca'.

Jordi Casanovas, que cierra su trilogía sobre la identidad catalana con 'Vilafranca'.

IMMA FERNÁNDEZ / BARCELONA

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Estrena en su ciudad natal la tercera parte de su trilogía sobre la identidad catalana (tras Una història catalana Pàtria). Vilafranca abre este jueves además los actos del municipio como Capital de la Cultura Catalana 2015.

 -¿Es un relato autobiográfico?

-Parte de mi entorno, de personajes cercanos, es una mezcla de referentes conocidos y otros ficticios. En los ensayos el público se identificaba mucho con los personajes. Cuanto más personal e íntimo es el viaje que haces, más universal resulta.

-¿Qué plantea?

-Las dificultades en una familia cuando el patriarca, el que toma todas las decisiones, tiene una enfermedad degenerativa. Todo se complica y la familia, que se reúne en una comida de Festa Major, se enzarza en unas disputas por una división de tierras. Quería explorar lo que sucede en las familias cuando falta la persona que las aglutina: pasan de quererse a pelearse y enfadarse.

-¿Un drama, pues?

-Con toques de comedia y mucha ironía. He entendido a Chejov: sus personajes le eran muy próximos, los trataba con mucho cariño pero también los criticaba. Era muy irónico. Hay un poco de él y también de Tennessee Williams y Brian Friel.

-Me parecía mejor para una verdadera reflexión sobre la identidad catalana, hace 15 años el debate político era más global, ahora la cuestión hubiera quedado muy politizada. Vilafranca es la obra de la que estoy más contento de la trilogía porque va al núcleo principal, a la familia. Interesa más la grandeza de esos personajes, cómo son, que lo que les sucede.

-¿Son extrapolables a todo el territorio o es un dibujo muy local?

-Opté por muchos localismos, los castellers, las viñas, que son propios de toda Catalunya, incluida parte de Barcelona. Ese peso de la tradición, de no querer perder los orígenes, frente al deseo de desligarse de España y acercarse a Europa.

-El montaje ha sido posible por la unión de seis teatros municipales de Els Teatres Amics.

-Es el mayor éxito del montaje, un modelo esperanzador. Es un gran paso que los ayuntamientos, que antes eran solo consumidores, se conviertan en productores. Sin ellos hubiera sido imposible hacerlo.

-Está triunfando en Madrid, con obras como Hey boy hey girl.

-Sí, es una pena que aquí no se vea. Está pensada para un público muy joven. Es ideal para institutos, alumnos y profes salen encantados porque entretiene y es crítica. Ahora los jóvenes tienen  sensibilidad para ciertas minorías pero insultan a otras, como las chonis de una televisión que usa las debilidades del espectador para demonizar esa clase.

-¿El teatro de la capital le ha tomado la delantera al de Barcelona?

-Allí la escena comercial busca materiales nuevos y hay una escena off muy off que es más activa que la de Barcelona. Aquí domina ahora el conservadurismo. Se exhibe lo conocido, no los proyectos estimulantes. Hay un cansancio en el sector. Quizá dentro de cinco años la autoría madrileña sea mejor que la nuestra. En los últimos años los de la nueva dramaturgia catalana debemos ir a estrenar allí, donde estamos muy bien considerados. Aquí hay miedo.

-¿Qué proyectos tiene?

-Idiota, una comedia negra con Ramon Madaula y Anna Sahun sobre una persona que se somete a un experimento psicológico extremo que se verá en la Sala Muntaner. Y luego Pujol, president, una ficción épica a lo Ciudadano Kane sobre Jordi Pujol. A los de mi generación nos dictó la moral durante más de 20 años. Tenemos derecho a reclamarle algunas cosas.