Única cita española de la gira 'Prismatic tour¿

Fantasía pop con Katy Perry

Katy Perry, en plena actuación en el Sant Jordi.

Katy Perry, en plena actuación en el Sant Jordi. / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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en la pasarela del pop comercial, cada cual desfila ajustándose a su rol muy marcado; Beyoncé es la diva; Lady Gaga, la reina de los inadaptados; Miley Cyrus, la jovencita de sexualidad, bueno, desenvuelta, y Katy Perry, la vecina de al lado. La pin up de bolsillo que ensaya poses delante del espejo; graciosa, un poco disparatada, estridente en el vestuario y, por descontado, sexy. Una criatura genuinamente californiana a la que los fans se pueden dirigir esperando que su respuesta no será una caída de ojos sino una sonrisa de aspecto inocente. Anoche lanzó docenas de ellas en un Sant Jordi con tres cuartas partes de asistencia en la única cita española del Prismatic tour.

Pocos se acordarán, pero Katy Perry debutó en ese escenario hace seis años, en un festival, U18, que no tuvo continuidad porque en aquella primera edición apenas congregó a un millar de asistentes. Eran los tiempos de I kissed a girl, y Perry tenía aspecto de juguete pop efímero, pero, aunque nunca se sabe qué ocurrirá en el futuro, su carrera está mostrando una mayor resistencia y ambición de lo que entonces podíamos prever. Sin inventar nada: su noción musical saquea todos los recursos del pop radiable moderno, con épica electrónica, reciclaje disco resultón y unos pocos, cada vez menos, ecos de la new wave. Tampoco sus shows son revolucionarios, aunque sí entretenidos. Ya saben, muchos cambios de vestuario, bloques temáticos (culto al prisma que da título al último disco, antiguo Egipto, fantasía felina, set acústico...), una tropa de bailarines que danzan arriba y abajo (novedad: los de Perry, además, son trapecistas) y, allá donde no llega un estribillo vulgar, lo hace una escenografía con pajes faraónicos y niebla carbónica. Aunque evolucionados, se trata de los parámetros de espectáculo pop establecidos hace más de dos décadas por el Blonde ambition tour de Madonna (artista a quien Perry homenajeó anoche con un fragmento enlatado de Vogue).

Escenario con forma de prisma, lo cual incluía dos pasarelas larguísimas que se encontraban en el centro de la pista, y más estructuras triangulares, de una de las cuales emergió Perry en la primera canción de la noche, Roar, con un vestidito de perfiles fosforescentes. Los bailarines, mezcla de estética tribal aborigen y retrofuturismo Tron, se convirtieron en corte egipcia a partir de Dark horse, en un viaje a la mitológia a través del cosmos, o algo así. Imágenesde la galaxia que emocionarían a Carl Sagan, canciones en sintonía conceptual, como E. T., y una Perry deliberadamente (o eso queremos suponer) torpe al dirigirse al público. «¿Cómo se dice? ¡Buenas noches! ¿O es buenas tardes? ¿Buenos nachos? Oh, I love nachos!». Más tarde lo mejoró. «Aquí la lengua es el Catalonian, ¿no? ¿Y cómo se dice selfie en Catalonian

PASIÓN FELINA / Tras I kissed a girl, la estrella ofreció un homenaje al mundo del gato con toda clase de disfraces de catwoman mientras interpretaba Hot'n'cold e International smile. Y luego llegó, claro, el set acústico, ese clásico. Momento para estrechar lazos con los fans (uno de ellos fue invitado a subir al escenario a enseñarle algunas palabras en Catalonian) y demostrar que una sabe tocar la guitarra. De The one that go away a un Double rainbow ya electrificado.

Un interludio con danzas y música pregrabada (muy años 90: Technotronic, Deee-Lite) precedió a una Perry con sendos smileys en los conos de su sujetador para cantar Walking on air suspendida bajo la cúpula del Sant Jordi, sustentada por cables que cruzaban el local. Estética retro, con un Cadillac hinchable, en It takes two, y las salvas finales de la noche: la popular y eficaz California girls, la extrovertida Birthday (prima hermana de Holiday, de Madonna) y un Fireworks con fuegos artificiales. Fantasía pop de gran y variado formato, quizá banal pero efervescente. Entretener no es un mérito menor.