CRÍTICA DE CONCIERTO

Rosendo, valor seguro

El rockero exhibió su buen momento en el Sant Jordi Club

Concierto de Rosendo en el Sant Jordi Club.

Concierto de Rosendo en el Sant Jordi Club. / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Este éxito de Rosendo tiene algo de premio a la constancia a un artista que luce esencialmente igual que en 1978: melena, camiseta y guitarra Fender Stratocaster al servicio de un costumbrismo callejero con ocurrentes ‘riffs’, siempre en formato de trío y alejado de ocurrencias innovadoras. Un menú que tanto puede ser tachado de obstinadamente auténtico como de rematadamente conservador y cuya quintaesencia es una gira, ‘Mentira me parece’, que el sábado llenó el Sant Jordi Club antes de su cierre, tras más de dos años de ruta, el martes en Madrid.

Rosendo echa una mano a la familia y abrió la noche su hijo, Rodrigo Mercado, con su banda. Rodrigo brindó su voz con fibra soul a un repertorio mestizo, con acentos negros y tropicales, de trascendencia por demostrar y que se alargó más de lo deseado. Había hambre de Rosendo. Y entró en escena a cámara lenta, con un solo de guitarra a lomos del blues de ‘Mala vida’, sin tratar de impresionar con los rayos y truenos tan comunes en los conciertos ‘heavy’. Repertorio muy alterado respecto al doble en directo de Las Ventas, con prontas incorporaciones como ‘Atajo de cobayas’, ‘¿De qué vas?’ y ‘Quincalla o no’.

ALTANERÍA CHELI

Canciones con un sello propio en ese campo tan trillado del rock urbano, provistas de estribillos resultones, sombras de altanería cheli (esos coros chulescos de ‘Date por disimulao’) y un léxico con audaces rimas: “berberecho, te pasas el día sacando pecho” (‘Masculino singular’). La última cosecha elevó el tono político con ‘Vergüenza torera’ (“aunque revienten, ¡mienten, mienten!”, acusa el estribillo) y ‘Muela la muela’ (“Y si duele que duela, viva la revolución”). Rosendo se refirió cordialmente a los “chorizos” que, consideró, rigen nuestro destino. ““¡Espero que mañana se les acabe el chollo!”, exclamó en alusión a la jornada electoral.

Rock de diseño básico y sólida resolución, banda muy rodada y un par de rescates de Leño, uno a media actuación, ‘El tren’, con su hard rock de piedra picada, y otro en los bises, ‘Maneras de vivir’, realzando un tramo final volcado en el pasado, sobre todo en su primer disco en solitario, ‘Loco por incordiar’ (1985), del que rescató la pieza que le dio título así como ‘Pan de higo’, ‘¡Y dale!’ y ‘Agradecido’. Y una advertencia: “¡Nos vamos a quitar un año de en medio pero volveremos!”.

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