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El balón más redondo

JORDI Puntí

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Por si alguien aún no lo sabía, ayer se inició el Mundial de fútbol en Suráfrica. Con el partido entre la selección anfitriona y la de México empezó a rodar ese balón llamado Jabulani (la palabra significa placer en zulú) y que los porteros ya odian. Horrible, podrido, imprevisible o sobrenatural son algunos de los adjetivos que ha suscitado el nuevo esférico entre el gremio de los cancerberos. Los científicos que lo han diseñado se defienden y aseguran que es el balón más redondo de la historia.

Antes de empezar cada Mundial se vive la misma polémica –recuerdo los desaires que provocó el balón Tango en Argentina 78 y el Etrusco en Italia 90–, pero luego los ídolos marcan grandes goles y ya está.

A mí, este tipo de anécdotas me encantan, pero en el fondo son un buen ejemplo de la histeria colectiva que genera un Mundial. Nunca como ahora se había vivido una fascinación tan descomunal por el fútbol. Con el mundial en Suráfrica, es decir, desde uno de los córneres del mundo, este campeonato será el de la globalización. Incluso en Estados Unidos, país descreído pero que se ha clasificado con mérito, albergan alguna ilusión y la revista Time ha lanzado un número doble dedicado a El juego global.

Creo que era Jorge Wagensberg quien contaba que, en la selva amazónica, los goles de Brasil se celebraban con tanta pasión que provocaban un revuelo de pájaros y el cielo se oscurecía. Hoy en día las dimensiones de este efecto mariposa se han multiplicado por todas partes, pero también hay quien cree que son tan solo un espejismo que disimula una crisis galopante.

La situación es paradójica: cuánta más afición y más fichajes millonarios, peor están las estructuras económicas que deben garantizar el futuro del fútbol. Si quieren saber un poco más del asunto, deberían leer el libro ¡El fútbol es así!, escrito por Simon Kuper y Stefan Szymanski (Empresa Activa). A pesar del título tan ñoño, se trata de un periodista y un economista de prestigio que desmenuzan los entresijos del mercado de clubes y tumban algunos de los tópicos del fútbol actual.

Además de mucha información, la obra está escrita con humor y entusiasmo por el juego más bonito. Un buen libro, pues, para hojear entre partido y partido, como un Alka-Seltzer de sentido común entre tanta borrachera.