CENTENARIO DE UNA DIVA PRE-#METOO

Rita Hayworth: marcada por los abusos sexuales de su padre

Las continuas violaciones que sufrió por parte de su progenitor causaron en ella un enorme sentimiento de culpa que arrastró toda su vida

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Teresa Cendrós

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Orson Welles, su segundo marido, solía recordar que en cierta ocasión, Rita Hayworth le había confesado: «¿Sabes?, la única felicidad que he tenido en la vida ha sido contigo». Y esa revelación de la que había sido una de las más grandes divas del Hollywood dorado, y que lo había tenido todo: belleza, éxito, fama y dinero, le hizo reflexionar sobre la verdadera naturaleza de aquella magnética mujer a la que él tan mal había tratado mientras duró su matrimonio: «Si aquello fue felicidad, cómo sería el resto de su vida». 

Violada por su padre, desde muy niña y hasta la adolescencia, usada, acosada y maltratada, psicológica o físicamente (o de ambas formas a la vez), por sus maridos (hasta cinco tuvo) y amantes, y esclavizada por el inmisericorde engranaje de los estudios de cine y sus tiburones, Rita Hayworth acabó alcoholizada y murió de una enfermedad mental degenerativa. El próximo miércoles se cumple un siglo del nacimiento de la actriz, fallecida en 1987, 31 años antes de que estallara en la meca del cine el 'caso Weinstein' y millones de mujeres en todo el mundo lanzaran el grito #MeToo. En su época, ella «también» fue una víctima.

Un padre depredador y una madre alcohólica

Eduardo Cansino fue un bailarín español de medio pelo que empezó su carrera en Estados Unidos formando pareja con su hermana Elisa haciéndose llamar los Dancing Cansinos. Mientras actuaban en la comedia musical 'Follow me', conoció a una llamativa corista de 19 años, Volga Hayworth, con la que se casó a escondidas de la familia de ella, gente tradicional que regentaba una imprenta en Washington. Cuando la recién casada se embarcó en la gira de su flamante marido y su cuñada por teatros de variedades del país, se percató de una situación incómoda para ella: que los espectadores creyeran que Eduardo y Elisa eran marido y mujer, algo que ellos fomentaban, y que, años después, se repetiría con la nueva pareja que formaron Rita y su padre.

El 17 de octubre de 1918, en Brooklyn, Volga dio a luz una niña, a la que quiso llamar Maggie, como su madre, aunque Eduardo prefería Carmen, como la suya. Al final, la bautizaron como Margarita (Maggie en español) Carmen, aunque el padre  siempre la llamó tozudamente con este último nombre. El año siguiente, el matrimonio tuvo a Sonny, y tres años después a Vernon. De los tres, la única que heredó talento por el baile fue la niña. Fascinado por el mundo del cine, Eduardo arrastró a su familia a Los Ángeles, pero el 'crash' del 1929 quebró sus planes y entonces decidió convertir a su hija en su nueva pareja de baile. En 1931, la sacó de la escuela y se la llevó a recorrer casinos y antros. La niña tenía solo 12 años, y ahí empezó su desgracia. Eduardo comenzó a abusar sexualmente de ella amenazándola con palizas si no se sometía a él. Por esa época, Volga ya bebía. Alcohólica, frustrada y económicamente dependiente de su marido, no movió un dedo para proteger a su hija. Durante toda su vida, Rita se sintió «mala e indigna» cuando, en realidad, había sido la víctima de un depredador.  

Un marido desaprensivo y «macarra»

A principios de 1934, tuvo la oportunidad de entrar en el mundo del cine, y lo hizo con un número de baile «erótico» en una película de la Fox protagonizada por Spencer Tracy, 'La nave de Satán'. La productora le acortó el nombre, dejándolo en Rita, y le ofreció un breve contrato. 

Fue por entonces cuando la empezó a cortejar un falso empresario petrolero llamado Eddie Judson, un tipo oscuro, cuarentón, que vestía como un dandi y que ya llevaba tres matrimonios a cuestas. Rita, que a la sazón tenía 17 años, vio en él a su salvador, el hombre que podía liberarla de su padre. Pasó a ser su representante –el que le negoció un leonino contrato con la Columbia, que exigió que la actriz cambiara su apellido por el de soltera de su madre– y, luego, su marido. Pero, las cosas no fueron como ella esperaba. «Yo me casé por amor, pero para él fue una inversión», dijo la actriz un tiempo después.

Judson vivía de ella, la moldeó a su gusto, sometiéndola a dolorosas sesiones de electrolisis para matar la raíz del cabello de la frente y despejarla, y a severas curas de adelgazamiento. Y, lo que es mucho peor aún, la presionaba para que se acostara con los hombres que podían ayudarla a escalar. En particular, Harry Cohn, el Weinstein del momento. Mientras, él le era infiel. «Era un verdadero macarra», lo describiría Orson Welles años más tarde. Pese a vivir atemorizada por él, acabó pidiéndole el divorcio. Y, tras un par de años de agotadoras tensiones y conflictos, se separaron en 1943.

El genio al que amó más que a ningún otro hombre

Tras un romance con Victor Mature, la estrella se enamoró perdidamente de un joven talentoso llamado Orson Welles, que ya había dirigido 'Ciudadano Kane' y 'El cuarto mandamiento', y había emitido por la radio la mítica 'Guerra de los mundos'. Welles, que arrastraba dos sonados fracasos sentimentales –un matrimonio y un serio idilio con Dolores del Río– organizó una fiesta solo para conocerla. Al principio, ella, que había abandonado la escuela a los 12 años, se sintió amilanada por el genio, la educación y la cultura de Welles, pero éste se obsesionó con ella y se la fue ganando. Se casaron nada más conseguir Rita el divorcio, y un año después fueron padres de Rebecca. Y, sin embargo, la vida en rosa duró poco. 

El nacimiento de la niña no retuvo a Welles (que ya tenía dos hijos a los que apenas veía) al lado de Rita. El cineasta estaba metido cada vez en más proyectos y en más aventuras extraconyugales. La principal en esos años fue la que mantuvo con Judy Garland. Rita se sentía tan desgraciada que empezó a beber y decidió aceptar el papel de protagonista de 'Gilda', un personaje que la sexualizaba y del que creía haber escapado al casarse con Welles. Cuatro años después de la boda, el mismo en el que rodó bajo sus órdenes 'La dama de Shanghái', se divorció de él.  

Dos playboys: un magnate y un príncipe persa

Tras Welles, inició una relación con el magnate tejano Howard Hughes, del que se quedó embarazada. El devaneo concluyó con un discreto aborto. Y, en un viaje, poco tiempo después, a Francia conoció al que sería su tercer marido, Alí Khan, hijo del Aga Khan, un príncipe con fama de vividor y conquistador, casado y con dos hijos. El 'affaire' le acarreó a la diva no pocas críticas morales y amenazas de boicot a sus películas, pese a que Alí Khan ya había anunciado que pensaba divorciarse. Se quedó embarazada, lo que precipitó los trámites y la boda, que se celebró en la Costa Azul en mayo de 1949.  Siete meses después nació, en Suiza, Yasmin.

La fama de promiscuo y juerguista de Alí Khan era totalmente cierta. Y, dos años después de su casamiento, Rita se fugó –temía que el Aga Khan le arrebatara a Yasmin–, con sus dos hijas rumbo a Nueva York.

Un maltratador y un aprovechado

De vuelta a casa, tuvo una efímera aventura con Kirk Douglas. «Intuía que había algo en su interior que yo no podía solucionar; soledad, tristeza, no sé, algo que me deprimía. Tuve que dejarla», contaría el actor pasado el tiempo. «Después de lo de Alí, Rita empezó a deslizarse por una pendiente muy inclinada», dijo Welles sobre ese momento. Una pendiente que incluyó dos esposos alcohólicos, el primero Dick Haymes, un mal cantante argentino que la golpeaba, y, el segundo, un supuesto productor, James Hill, una especie de remedo del primer marido, otro 'chupasangres'.

A los 68 años, el alzhéimer –que se le declaró muy pronto–se llevó la vida de Rita, a la que cuidó Yasmin en su última etapa. El hombre con el que había sido más «feliz» nunca dejó de ser su amigo. Cuando unos años antes de la muerte de su exmujer, la visitó y se le acercó para darle un beso, ella no lo reconoció. «La sangre se me heló en las venas», dijo Welles.