TÚNEZ ENTRA EN UNA ETAPA DE TRANSICIÓN

El nuevo mandatario tunecino promete un Gobierno de unidad

MARC MARGINEDAS / Túnez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«Quieren demostrarnos que no podremos vivir sin él». Abir Marzougui, vecina de Ariana, localidad en la periferia de Túnez, observaba apesadumbrada, ayer por la mañana, los destrozos ocasionados durante la noche anterior en el comercio de electrodomésticos Elektra. La planta superior del edificio había sido devorada por las llamas, y todos los teléfonos móviles, lavadoras, neveras y televisores de pantalla plana que allí se vendían habían sido robados por los saqueadores aprovechando la oscuridad. Las autoridades tunecinas, presididas desde ayer por el presidente del Parlamento, Fuad Mebaza, intentaban devolver el orden al país y poner coto a la ola de pillajes desencadenada horas después de que el presidente Ben Alí abandonara el poder, saqueos cuya responsabilidad el grueso de la población tunecina hacía recaer en miembros del descomunal aparato de seguridad del depuesto jefe del Estado. Nada más jurar el cargo, Mebaza encargó al primer ministro, Mohamed Ganuchi, la formación de un Gobierno de coalición.

«Si hubieran sido simples ladrones, se hubieran llevado solo unos cuantos electrodomésticos y no hubieran causado todos estos destrozos», razonó Marzougui. «Es evidente que estaban bien organizados», indicó una compañera, también insinuando que los autores eran agentes del servicio de seguridad de Ben Alí que se resisten a perder sus privilegios.

Los saqueos se fueron generalizando en Túnez a las pocas horas de que Ben Alí saliera del país con destino a Arabia Saudí, hasta convertir la coqueta capital tunecina y su periferia, una aglomeración bien urbanizada y relativamente limpia para lo que se estila en otras ciudades en países árabes vecinos, en un lugar donde imperaba la ley del más fuerte, y presidida por un horizonte en el que se elevaban numerosas columnas de humo negro. Al caer la noche, podían oírse disparos ocasionales e incluso intercambio de armas de fuego, mientras el Ejército se había posicionado en los puntos neurálgicos y los helicópteros sobrevolaban el cielo de la ciudad para intentar transmitir calma.

Ante la ola de saqueos y la posibilidad de que escasearan los productos básicos, los ciudadanos empezaron a hacer cola frente a los comercios para acaparar alimentos. «Quiero comprar pan, leche y pasta de sémola; no sabemos qué es lo que va a pasar mañana y si va a haber penuria», explicó Ahlan Waslati mientras aguardaba a ser atendida ante un colmado también en Ariana. Pese al caos en el que se había sumido el país, estaba satisfecha de que Ben Alí hubiera por fin decidido dejar el poder. «Incluso si tenemos que pasar por esto, nuestro pueblo lo que quiere es poder controlar su futuro», explicó esta cirujana dentista.

Durante la mañana, el presidente interino tras la marcha de Ben Alí, Mohamed Ganuchi, entregó la jefatura del Estado al presidente del Parlamento, Fuad Mebaza, de 78 años, después de que el Consejo Constitucional proclamara que la presidencia estaba «definitivamente vacante», un gesto que en la práctica impedía un eventual regreso de Ben Alí. La decisión, siguiendo el artículo 57 de la Constitución tunecina, intentaba revestir de legalidad las decisiones adoptadas para llenar el vacío de poder creado por la marcha de Ben Alí. Dicho artículo estipula que es elspeakerquien debe asumir tal función aunque con atribuciones muy limitadas y sin capacidad de disolver el Parlamento. El presidente interino deberá, según la Carta Magna, en un plazo de entre 45 y 60 días, convocar elecciones presidenciales a las que no se podrá presentar.

Dado que Túnez es un país donde la oposición ha sido duramente reprimida, semejante periodo parecía ayer completamente irreal en opinión de observadores y dirigentes políticos. Mebaza, unaparatchikde Ben Alí sin ambiciones políticas, encargó precisamente a Ganuchi la formación de un Gobierno de coalición. Los islamistas de En Nahda (Renacimiento), obligados a exiliarse en los años 90, han expresado ya su voluntad de regresar al país.