Tamara Falcó: "Esto es un valle de lágrimas para todos. Da igual si estás vestida de Dolce&Gabbana o de Bershka"

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ANA SÁNCHEZ

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No tiene entrada de Wikipedia. Seguramente porque nadie ha sido capaz de poner bien su árbol genealógico. “¿Me lo dices o me lo cuentas?”, contesta riendo Tamara Falcó. “Tú no sabes lo que fue la clase de Antropología [suelta una carcajada], cuando me dijeron que tenía que hacer mi árbol genealógico. Le pregunté a mi padre y me dijo: ‘Ah, sí, yo creo que lo tenemos hecho’. Y me dio un tocho desde el año 1200. ¿Pero estás de broma? No tenía suficientes palitos y redondelitos. Un desastre –mueve la cabeza de lado a lado–, un desastre”.

Tamara Falcó necesitó dos DIN A3 pegados solo para reunir a su familia directa. Y eso que es hija única. La única hija de la reina de corazones, Isabel Preysler, y el marqués de Griñón, Carlos Falcó. “Mami” y “papi”, que dice ella, acumulan tres matrimonios cada uno. Tiene cuatro hermanos por parte de madre, otros cuatro por parte de padre, y un par de “tíos” postizos. Porque ella habla de “tío Julio” (Iglesias, el primer ex de su madre), de “tío Miguel” (el fallecido exministro Boyer, tercer marido de Isabel Preysler) y seguramente en unos meses empezará a hablar de “tío Mario” (Vargas Llosa), el Nobel reconvertido ahora en novio-de.

Tiene 33 años, dice “fenomenal” por encima de la media y vive en una casa con 13 cuartos de baño. “No hay 13, hay 14”, corrige ella riendo. Es hija-de, hermana-de, reina de los 'photocall' (su caché se ha disparado gracias al nuevo romance de su madre) y, desde mayo, bloguera de moda. Acumula 44.000 seguidores en Twitter, 19.000 en Instagram, 12.000 'megustas' en Facebook, varios clubs de fans. Cuando muera, en vez de ver el resumen de su vida como una película, ella verá un extra del '¡Hola!' “¡Total!”, suelta una carcajada. “¡Es que lo he llegado a pensar! –asegura riendo–. Hay una página de Facebook dedicada a la Preysler 'family' en la que hay fotos que yo nunca había visto”. 

"Normalmente me dicen: 'Eres hija de Julio, ¿no?"

Sí, la primera impresión que da Tamara Falcó es que se reiría hasta de su sombra de marca. Todo el que la conoce en persona la resume con el mismo adjetivo: “Simpática”. Lo es. Sonríe mucho, nunca afloja la sonrisa, sobre todo si le incomodan las preguntas. Da la impresión de que sonreiría aunque la estuvieran despellejando.

Lleva toda su vida en el mundo del colorín y aún se sorprende cuando un periodista no la mete en el 'pack' de los Iglesias. “Normalmente me dicen: ‘Eres hija de Julio, ¿no?”. Habla antes de ejercer de embajadora en una de las fiestas con alfombra roja del Carpe Diem Lounge Club, durante su última visita a Barcelona. La entrevista se alarga más de lo acordado. 25 minutos. “La más extensa que me han hecho en muchísimo tiempo”, suspira al darla por concluida.

25 minutos de entrevista y no suelta ni un “osea”.

Se nota que está acostumbrada a responder a desconocidos. Es experta en responder sin responder. Puede escupir ocho palabras por segundo y tira de coletillas con chaleco antibalas: “Prefiero-no-hacer-comentarios-sobre-el-tema”. 

¿Qué pone Tamara en la casilla de 'profesión'?

Primera pregunta obligada: ¿qué pone Tamara Falcó en la casilla de 'profesión? “Márketing y publicidad”, responde ella de carrerilla. Siendo Falcó Preysler, su currículo obviamente incluye al menos un título con depurado acento americano: es licenciada en Comunicación en el Lake Forest College de Illinois. Aparte de hablar con la prensa rosa, se gana la vida gestionando el alquiler de una finca con palacio. Tiene callo de reina del 'photocall' y vocación de 'it girl'. En mayo subió al escalafón de 'fashion blogger'. Lanzó un blog en ¡Hola!: 33 & Other Stories, donde lo mismo suelta frases de Coco Chanel que recomienda versículos de la Biblia.

“Es una inquietud que siempre he tenido: la moda”, asegura. Estudió en el Instituto Marangoni de Milán y tiene un máster del ISEM [Fashion Business School]. Llegó a crear su propia marca de ropa: The 2nd Skin. ¿Acaso no es tan descerebrada como dicen por ahí? “No lo sé –se ríe–. Incluso más –vuelve a reír–. Depende”. ¿De qué? “Depende de con quién hables”. 

"Miguel [Boyer] lo llamaba 'escaparating"

“Es una pena que una niña con tu inteligencia se dedique a los trapos”, le decía su “tío” exministro Miguel Boyer. Tamara suelta una carcajada al recordarlo. “Sí, sí, sí, de mí se reía todo el tiempo, porque yo hice el máster del ISEM y Miguel lo llamaba 'escaparating' [se ríe]. 'Escaparating'. Porque para él la moda no era una preocupación vital”. ¿Es una preocupación vital para Tamara Falcó? “No, no, no, yo me divierto con la moda”, apunta. “La moda te la puedes tomar en serio hasta cierto punto”.

En 33 años, acumula ocho mudanzas. La última, para volver a casa de su madre. “Sigue con sus cosas de siempre –decía su hermana pequeña, Ana Boyer, tras su vuelta–, como echarnos agua bendita”.

Tamara Falcó tiene el don de generar titulares-'shock', sobre todo desde su aireada conversión al catolicismo (hasta ha dado conferencias sobre el tema). En internet hay un buen número de recopilaciones de sus mejores “perlas” (“yo pensé que la crisis era solo en África”. “El Papa es la pera”. “Si me quedo para vestir santos, los vestiré de Lacroix”). Hace un par de años, no descartaba meterse a monja. El año pasado, desveló que siempre llevaba un vaporizador de agua bendita en el bolso. Hace unas semanas, donó un coche a las hermanas de la caridad de Avilés. 

"Yo no soy teóloga"

“Ya no puedo decir nada”, dice de carrerilla en cuanto sale el tema del famoso vaporizador. Su director espiritual le ha dicho que no conteste a ninguna pregunta más sobre religión. Sí, tiene un director espiritual. “Es que, si no, me pierdo constantemente”, se ha justificado alguna vez. “Yo no soy teóloga –responde– y es verdad que yo no sabía contestar muchas de las preguntas que me hacían, ¿sabes? Y entonces [mi director espiritual] me dijo: ‘Mira, tú ya te has posicionado como católica, ya todo el mundo lo sabe, pero no…’. Porque es que me hacían unas preguntas que…”. 

Tiene 33 años, edad de ser crucificada.

Así que su estribillo religioso ahora es “prefiero-no-tocar-el-tema”. Antes de la autocensura, confesaba abiertamente que reza el rosario, que va a misa todos los días y que es fiel a las enseñanzas de San Agustín: “Quien baila, reza tres veces”. Ha llegado a confesar: “He vivido como una mundana, no hay nada que desconozca”. Al escuchar su frase, ella se vuelve a encoger de hombros y menea la cabeza. “Eso sigue siendo de religión”.

Tamara Falcó abre el bolso. Ya no lleva vaporizador de agua bendita. ¿Y qué lleva ahora? “Siempre hay clínex –responde–. Me horroriza tener brillos”, suelta con convicción de profesional de la fotografía. Clínex, perfume, el móvil. ¿Algún número de teléfono en su agenda que impresione? Tamara se encoge de hombros. “¿A qué se refiere?”, se hace la tonta. “Por ejemplo: ‘Tengo el teléfono de Hugh Jackman”. “Bueno, vale –responde riendo–, el de Esperanza Aguirre. Eso es lo más parecido a Hugh Jackman”.  

"Tengo la suerte de formar parte del mundo del corazón"

Dicen por ahí que es una perfeccionista y que superará a su madre con el tiempo. “¿Quién ha dicho eso? –responde con los ojos como platos, como si mirara a una blasfema–. Superar a mi madre es muy difícil [suelta una carcajada]. Ni me lo planteo”. ¿Y cómo se lleva que tu madre aparente menos edad que tú? “Oye [hace como que se indigna]. Pero bueno… Pero bueno…. Menos edad tampoco. Nos toman por hermanas”.

A estas alturas, a Tamara ya no le sorprendería enterarse por la prensa de algo de su familia. “Hay veces que están mucho mejor informados que nosotros”, asegura. De todo lo que le ha colgado la prensa rosa, ¿qué porcentaje es verdad? “Mucho”, responde. “Una gran parte. Porque es su visión. Yo no puedo controlar la visión que, por ejemplo, tiene [el periodista Jesús] Mariñas de mí, o quien sea. Es su visión. Y puede ser opuesta a la mía, pero para ellos es verdad. Si no, no se la publicarían”. ¿No le incomoda? “No, no me preocupa nada”, menea la cabeza. ¿Nada? “No, porque normalmente los bulos caen por sí mismos. Es solo cuestión de tener paciencia. He aprendido a tener muchísima, muchísima paciencia con el tema. Porque es que al final… Son muchos años, ¿no?” [se ríe]. Toda la vida. “Sí. Por eso. Aprendes a lidiar con la situación. Mi madre siempre decía que se llora por las cosas graves, como puede ser una muerte. Pero el resto hay que ponerlo un poco en perspectiva. Y no tomártelo muy en serio, porque al fin y al cabo tengo la suerte de formar parte del mundo del corazón”. 

¿Suerte? 

“Sí [se ríe]. Yo lo considero suerte –insiste–, totalmente. De hecho, son simpatiquísimos. Hay muchos que conozco de toda la vida”. 

"Yo creo que la vida sin amor no vale la pena vivirla"

¿Nunca ha echado en cara a sus padres haber crecido entre paparazis? “No –lo dice sin pensárselo–, porque no era su culpa. No era su culpa. Para mi madre, desde que se casó con tío Julio, fue parte de su vida. Y papi, la verdad, por mami. Al final, cuando quieres a alguien y te relacionas con esa persona, ya lo asumes. Igual que tío Miguel. Tío Miguel no estaba acostumbrado a lidiar con todo y fue un gran 'shock'. Choca. Yo entiendo perfectamente que choque y tengo muchos amigos que… Es que, claro, para mí es lo natural, pero para mucha gente no lo es, ¿sabes?”.

Pregunta de Trivial: ¿qué es la intimidad para Tamara Falcó? “Lo que pasa de puertas adentro”. ¿Es que hay algún rincón candado? “Por supuesto, y además mi madre es supercuidadosa con eso. De hecho, siempre ha hecho un esfuerzo por que lleváramos una vida normal, dentro de la…”.

Una vida “normal”, según los cánones de los Falcó Preysler, incluye no ya el divorcio de los padres, sino tres divorcios más por separado. Tamara confesó en su día que le afectó ser hija de padres divorciados. “Eso prefiero también no tocarlo –se escaquea ahora–, porque lo comenté a raíz de un tema espiritual”. (Con Tamara Falcó, el “tema espiritual” tiene ramificaciones insospechadas). Misma pregunta con diferente enunciado: decía que quería “un amor a toda costa”. “Lo de querer un amor te lo puedo contestar perfectamente –se relaja–. Evidentemente. Yo creo que la vida sin amor no vale la pena vivirla. Es lo mejor que tenemos. Lo ideal es encontrar una pareja que te complete”.

"Todos los días tengo que hacer un esfuerzo"

¿Que cómo se vive con 14 cuartos de baño? “Se vive bien, porque siempre tienes un cuarto de baño [se ríe e intenta desdibujar su reputación de niña bien]. Yo también he vivido en pisos compartidos”. Afloja la sonrisa por primera vez al escuchar que da imagen de chica de buena familia sin problemas. “Esto es un valle de lágrimas para todos –responde–. Da igual si estás vestida de Dolce&Gabbana o de Bershka. Sigue siendo igual de complicado. Es verdad que los problemas son otros”. ¿Y cuál ha sido su valle de lágrimas? “Todos los días tengo que hacer un esfuerzo”. ¿Por qué? “Porque sí. Porque cada día tiene sus cosas que me cuestan, personas con las que me cuesta lidiar. Honestamente, estar aquí sentada haciendo una entrevista, la más extensa que me han hecho en muchísimo tiempo [se ríe], honestamente, sí supone un esfuerzo. Arreglarme, por mucho que me guste la moda, a lo mejor es la parte más divertida, pero…”. 

¿Le molesta que la llamen “pija”, que digan que vive en el país de las maravillas? “A ver [ahora se pone seria de verdad]. Una cosa es verdad: no siempre he estado en contacto con la realidad de otras personas. Hace poco fui a una oenegé que se llama Cooperación Internacional, que tiene las oficinas detrás de las torres KIO, y me dijeron que los niños se desmayaban porque no habían ni desayunado ni cenado. Y eso es en Madrid. Es una situación que yo no he tenido que vivir”. ¿Lo más duro que le ha ocurrido a ella? “Una separación familiar es durísima. Es durísima. Posiblemente, eso”.