'DOMINICAL' SE CUELA EN UN ENSAYO DE LOS SECRETOS

Álvaro Urquijo: cosas de papá rockero

La mítica banda (35 años a sus espaldas) vuelve a los escenarios para presentar su disco de versiones, 'Algo prestado'. El 26 de junio, pasado, presente y futuro de la música española se citan en Barcelona

Los Secretos

Los Secretos / periodico

IMMA MUÑOZ

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Llega pidiendo mil perdones por el retraso, y se le ve tan atribulado (y huele tan bien) que resulta imposible no concedérselos. Álvaro Urquijo es la antiestrella. Vive en un casoplón con jardín y piscina, sí, de una urbanización con barrera y garita de vigilante en la entrada, sí, pero no parece que nada de eso le haga flotar por encima de la prosaica realidad y los que la habitamos.

"De verdad que lo siento. Estaba haciendo de jurado en el colegio de mi hija y la cosa se ha alargado", dice. Y se apresura a coger una de las 15 o 20 guitarras que campean por el estudio en que ha convertido el garaje de la casa. Esos son, sin duda, sus dominios, aunque no hay que ser Poirot para adivinar que no tiene reparos en compartirlos con el resto de la familia: el batiburrillo de cables, guitarras, teclados, micrófonos, discos de oro y platino y algún regalo de los fans convive con una neverita llena de cervezas, aguas y coca-colas, un cubo de cacahuetes y varios botes de protección solar. Esconde dos dejados al tuntún sobre un cofre de guardar instrumentos. "En cuanto llega el buen tiempo, Daniela (su hija de 14 años) se instala aquí con sus amigos", dice a modo de excusa antes de continuar con los preparativos para el ensayo.

Porque por eso anda Álvaro repitiendo 'losientos' y capeando chanzas por haber sido el último en llegar a su propia casa: el resto de miembros de Los Secretos le esperan para seguir con los ensayos de la gira que los llevará a recorrer el país (el 26 de junio estarán en la sala Luz de Gas de Barcelonael 26 de junio Luz de Gas ) presentando su nuevo trabajo, 'Algo prestado', un disco de versiones con el que quieren rendir homenaje a las canciones que les han marcado. Un ojo en el pasado y otro en el futuro. "Nosotros siempre hemos tocado muchas versiones, pero no teníamos ningún disco dedicado por entero a ellas. Era de lo poco que nos quedaba por hacer", explica cuando nos quedamos a solas, en un parón que el grupo aprovecha para comer y él, todo profesionalidad, para atendernos. "Nuestro primer disco, de nueve canciones, duraba 27 o 28 minutos, así que para llenar un concierto teníamos que pasarnos 45 minutos tocando versiones. Ahí empezamos a cogerle el gusto a 'secretizar' canciones de otros", continúa.

Eso es lo que han hecho siempre con los temas que han adaptado: llevarlos tanto a su terreno que no es tarea fácil distinguir cuáles han compuesto ellos y cuáles no. Y lo mismo ocurre con los de este disco: son tan suyos que no importa que los créditos los firmen otros como Peter Gabriel ('Mercy Street', castellanizada por ellos como 'Calle Compasión'), Gram Parsons ('Hickory Wind', aquí 'Cuando todo iba bien'), Ron Sexmith ('Get in line', para ellos 'Ponte en la fila', el primer single del álbum) o Jackson Browne, cuyo tema da nombre al disco. Otra de las canciones que han versionado, 'Échame a mí la culpa', un bolero de José Ángel Espinoza, lleva a pensar en la querencia mexicana de Enrique Urquijo, el hermano al que Álvaro tal vez ya no llora (15 años dan para cicatrizar muchas heridas), pero al que sigue reivindicando.

¿Después de tanto tiempo, y presentando un disco nuevo, le molesta que le pregunten por Enrique?

No, no me importa. Al contrario: ahora puedo hablar del tema tranquilamente. Y creo que los medios cometieron una injusticia con él. Se dio por sentado que había sido una muerte por sobredosis de drogas, y en realidad fue por pastillas, que son drogas igual, pero que le habían recetado los médicos de forma completamente legal. Fueron las malditas mezclas las que lo mataron. Enrique, diagnosticado como maniaco depresivo, había estado en tratamiento de desintoxicación, y llevaba un año limpio. La jueza lo pudo constatar, y también que habían movido el cadáver, o sea, que en realidad falleció en una casa y lo bajaron a la calle, y no en un portal como se dijo.

La muerte de Enrique Urquijo, el 17 de noviembre de 1999, a los 39 años, fue un mazazo para la banda, que se había tenido que sobreponer ya al fallecimiento de su primer batería, José Enrique CanoCanito, en la Nochevieja de 1979, justo cuando el grupo daba sus primeros pasos, y al del músico que lo sustituiría, Pedro Díaz, cuatro años y medio después. "Esas pérdidas son parte fundamental de la historia de la banda, y han influido en su trayectoria. Yo digo que han sido como tirones gravitacionales: caes hasta el fondo y entonces subes con más fuerza. Además, cuando alguien no está es cuando más se le valora, y hasta se empieza a ver su música de otra manera".

Eso es lo que pasó con Enrique Urquijo: su marcha, tan triste y prematura, lo catapultó al cielo de los artistas de culto y se le empezó a aplaudir como hasta entonces no se había hecho. "Yo creo que, si nos está viendo, estará encantado, porque, aunque él era alérgico a la comercialidad y le gustaba refugiarse en grupos de versiones con los que tocaba en pequeños locales, en el fondo tenía su honrilla y siempre le satisfizo que se reconocieran sus canciones. Y, tras su muerte, muchas se convirtieron en himnos. Incluso algunas a las que él tenía manía, como 'A tu ladoA tu lado".

¿Le tenía manía? ¡Pero si es la preferida de muchos de sus seguidores!

Pues sí, fíjese: los artistas como mi hermano son tan peculiares que si creen que no han cantado bien una canción en un momento determinado, le cogen manía. Esa canción empieza muy alta, y Enrique no estaba cómodo cantándola, así que la fue apartando, la fue apartando... y al final fue el público el que la rescató. De ahí viene su éxito. Porque la discográfica no se gastó un duro en promocionarla.

Que Los Secretos han salido de los baches a base de ser fieles a su criterio y de confiar en que el público premiaría su coherencia y su convicción es algo que queda claro en cuanto a Álvaro se le pregunta por la industria del disco. "Que me perdonen las discográficas porque siempre hablo mal de ellas, pero es que nunca han visto a Los Secretos como un grupo en el que invertir y con el que ganar. Y hemos vendido muchos discos con muy poca inversión, digan lo que digan ellas". No salva, tampoco, a quienes deberían velar por la protección de la cultura. "Yo he vivido muchos años en Fuencarral y he visto cómo donde antes había un cine, ahora hay un Bershka, algo impensable en Francia. El Gobierno nos fríe a impuestos. Nos llama 'industria del entretenimiento' y nos trata de señoritos, cuando somos trabajadores autónomos que si nos ponemos enfermos dejamos de ingresar un euro. ¿Qué prefieren los que mandan, que se recuerde a España por sus banqueros ladrones o por sus artistas? Pues yo todavía no he oído a nadie hablar de abrazar la cultura como algo a defender en este país", se indigna.

¿Ni siquiera en los 80, con la Movida?

¡Nada! ¡Ni con Tierno Galván! Lo que pasa es que la sociedad empezó a prestar mucha atención a la música. Solo le diré que en 1989, cuando sacamos 'La calle del olvido', hicimos 21 o 22 televisiones. La discográfica, que sabía que no nos hacía demasiada gracia, nos lo decía en plan "lo siento, tenéis que ir". ¿Sabe cuántas hicimos cuando sacamos el último, 'En este mundo raro', en el 2011? ¡Ninguna! No, perdone, una: con María Teresa Campos ['Qué tiempo tan feliz']. No hay programas musicales, y si intentas ir a uno comercial, como 'El hormiguero', ves que les interesan cosas más de moda, más efímeras... ¡y no saben qué hacer contigo! ¿Los pongo a tocar aquí y les pregunto cosas serias? ¡Pues sí!

Tampoco salían ustedes mucho en los programas de la Movida.

No. Es que nosotros nunca formamos del todo parte de ella. Jamás fuimos al programa de Paloma Chamorro o a 'La bola de cristal'. Nos obviaron, porque era la tendencia, la modernidad, lo que interesaba. Y nuestro anhelo no era ponernos una cresta, unos zapatos gordotes y una chupa 'shot'... Éramos un grupo influenciado por la música de los 70, muy bien informado (mi padre era un melómano que nos enseñó a apreciar desde la clásica hasta el jazz) y que no quería ser transgresor. Solo tocar buenas canciones. Por eso nos íbamos de gira con Leño, Asfalto, Barón Rojo... ¿qué pegábamos con ellos? Pues ahí estábamos, curtiéndonos en la carretera.

Y los tildaban de blanditos y tristes.

Algunos de los que decían eso son hoy amigos míos, y se han comido una palabra tras otra... Mire, en el agravio está el piropo. Que alguien que toca mal, desafinado, suelte que eres aburrido... Con el tiempo, alguno llegó a decirme: "Ostras, qué difícil es tocar sonando limpio. ¡Se notan todos los fallos!". Uno es vecino mío. Pero no le voy a decir quién es.

La obsesión de Álvaro, entonces como ahora, era sonar bien. En eso se complementaba a la perfección con su hermano: "Él era más bohemio, más compositor 'natural born', y yo le encajaba las piezas: aquí el riff, aquí el solo, y a esta velocidad". De ese afán recuerda anécdotas curiosas, como haber hecho una colecta para poder comprar un afinador eléctrico o la bronca que tuvo con su padre, a los 18 años, porque invirtió el primer dinero que ganó en la compra de un amplificador. "¡Costaba más que el coche de la familia! Mi padre nos decía: 'Pero ¿qué os he metido yo en las venas para que estéis así con la música?'. Nos matábamos por tocar, y lo hacíamos por amor al arte, literalmente, porque ni nos planteábamos adónde íbamos a llegar".

¿Y qué habría hecho usted, de no triunfar con la banda?

No sé. Estudié hasta segundo de Ciencias de la Información, en la rama de cine, imagen y sonido, pero tenía asignaturas pendientes, no me presentaba a exámenes... Era difícil compatibilizarlo con la música. Al examen de selectividad, por ejemplo, me presenté recién llegado de un concierto. Tocamos en Bilbao a la una de la madrugada y yo a las nueve tenía que estar en Madrid en el examen. Me dejaron en la puerta, con las pintas del concierto y un boli bic en la mano. Y aprobé: saqué un 7,8. La mejor nota de mi clase. Podía haber hecho cualquier carrera, y me planteé estudiar ingeniería, como mi padre. Pero la música tiraba tanto...

Terrible debió de ser el socavón en el alma que le dejó la muerte de Enrique como para estar más de un año alejado de ella. "Sí. Me enfadé con el mundo entero. Era tan injusto, lo que le ocurrió se correspondía tan poco con lo que en ese momento estaba pasando en su vida... Pensé que no iba a sobreponerme y lo mandé a la porra todo. Ni una canción escuché, ni una guitarra cogí. Se me quitaron los callos de los dedos y luego, cuando volví a tocar, hasta se me saltaban las lágrimas. 'Joder, qué emocionado estás', me decían. 'No, es que me duelen las manos'. Pero un día vi que tenía que pensar en mi futuro y en el de María, la hija de Enrique, que tenía 5 años cuando él murió. Además, no quería que, de mayor, ella leyera la prensa y viera lo que se decía de su padre sin que le hubiéramos podido lavar un poco cara", explica. Así que ideó el disco de homenaje 'A tu lado', que apareció en el 2001, saneó las cuentas e hizo que a Álvaro le volvieran a salir callos. "Nos pusimos el mono de trabajo y empezamos de cero con toda la humildad del mundo".

Quince años después de ese renacimiento, 35 después de empezar a forjar una banda mítica junto a Enrique, Álvaro Urquijo y Los Secretos (con Ramón Arroyo Jesús Redondo desde finales de los 80, y con la incorporación de Santi Rodríguez Juanjo Ramos una década más tarde) siguen al pie del cañón. Aunque ahora de los retrasos no tengan la culpa las noches locas sino los profesores de la hija de Álvaro. "Cosas de papá rockero", se ríe él. Un papá con mucha música por delante.