Steck, el alpinista que volaba

El montañero suizo, de 40 años, fallecido en el Himalaya, revolucionó el alpinismo por la rapidez de sus ascensiones

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JORDI TIÓ / BARCELONA

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Tenía 40 años y contabilizaba 41 ascensiones a la temida norte del Eiger (Alpes suizos), una descomunal pared de 1.800 metros de roca y hielo por la que, increíblemente, parecía volar (estremece ver algunas de sus escaladas a esa cumbre, en solitario, en Youtube). Pero no, el suizo Ueli Stecksimplemente, trepaba más veloz que nadie hasta el punto de establecer en noviembre del 2015 el mejor tiempo de ascenso a esa cima hasta hoy: 2 horas, 22 minutos y 50 segundos.

Steck, posiblemente el mejor alpinista del mundo, falleció el domingo en el Himalaya, en el Nuptse (7.861 metros), mientras se preparaba para el que era su inminente nuevo reto: completar la primera travesía, sin oxígeno suplementario, entre el Everest (8.848 metros) y el Lhotse (8.516). Nadie hasta ahora se había planteado semejante locura porque algo así solo se le podía ocurrir a la 'Máquina Suiza', como era apodado Steck, un montañero revolucionario por su autenticidad y por la voracidad con que afrontaba sus ascensiones gracias a una fortaleza mental y física fuera de serie.

LA RELACIÓN CON EL ANNAPURNA

Siempre flirteó con el límite entre la vida y la muerte, y curiosamente su final, propiciado por un resbalón fatal, le ha llegado cuando era más consciente que nunca de que tenía que empezar a poner el freno de mano. «Ya no quiero llevar las cosas tan al límite, tengo que dar un paso atrás porque si no me voy a matar», confesó en el 2013 tras llevar a cabo otra de las grandes gestas de la historia del himalayismo: escalar en solitario la sobrecogedora vertiente sur del Annapurna (8.091 metros) y regresar al campo base en poco más de 28 horas. Simplemente alucinante.

Una gesta que también desató cierta polémica, ya que el suizo perdió su cámara durante el ascenso y no pudo dejar constancia fotográfica de haber estado en la cima. Pero poquísimos fueron los que cuestionaron su conquista porque Steck, aparte de su calidad y valentía, sobresalía también por su honradez y solidaridad. Y una muestra de ello tuvo lugar, también, en el Annapurna, una montaña que incuestionablemente marcó su vida.

RESCATE FALLIDO

Sucedió en el 2008, cuando Steck se convirtió en el protagonista principal de uno de los mayores intentos de rescate jamás organizado. En tiempo récord, alcanzó los 7.400 metros hasta llegar donde se encontraba ya en una fase muy crítica el navarro Iñaki Ochoa de Olza. Las medicinas que llevaba Steck no evitaron que el montañero español, que sufría un edema cerebral y pulmonar, acabara perdiendo la vida pero le acompañó hasta el último momento y también evitó la muerte del rumano Horia Colibasanu, quien, exhausto, se había negado a abandonar a su suerte a Iñaki durante tres días y tres noches.

Un año antes, en el 2007, fue Steck el que casi deja la vida en el Annapurna después de quedar inconsciente por el impacto de una roca y caer un centenar de metros.

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También vio la muerte de cerca en la primavera del 2013, en el campo 2 del Everest, cuando un grupo de sherpas intentaron lincharle, junto a sus compañeros Simone Moro y Jonathan Griffith, tras una discusión por unas cuerdas fijas en la pared. Huyeron pies en polvorosa, pero ese incidente le hizo cuestionarse muchas cosas.

Superado el susto, volvió a la montaña y compartió vivencias con Kilian Jornet, al que guió en su primer ascenso a la norte del Eiger, en el 2015. «Escalar con él ha sido excepcional», explicó el catalán. No pudo tener mejor guía: Ueli Steck, el alpinista que volaba.