El héroe caído
Y Messi se consumió
La estrella acabó impotente en su semana más negra tras quedarse sin marcar ni un solo gol ante el Atlético, el Granada y la final de Copa
Se le acercó Casillas, justo enfrente de la portería ocupada por miles de seguidores del Barça, una vez acabado el partido, pero no sabía, en realidad, quién era. Le miró con rostro destrozado, abatido, confundido, desolado porque Leo Messi terminó anoche en Mestalla la semana más negra desde que llegó al primer equipo del Barça. No, no era Messi, ni se le vio, ni le encontró el equipo cuando más lo necesitaba. Y lo peor es que tampoco se encontró él a sí mismo. Apenas tres remates y solo uno a puerta, sin mucho peligro, ante Casillas. Ese portero que le saludó deportivamente cuando ya era campeón de Copa sin saber quién le tendía entonces la mano a la estrella.
¿Qué le pasa?
Pasó Casillas y ahí, en el césped, rodeado de jugadores del Barça, quedó Messi. Aturdido, sin saber realmente qué demonios pasó. O qué le ha pasado durante toda una temporada que termina de la peor manera posible. No, no es la cercanía del Mundial ni tampoco se debe a la falta de pasión. A Messi le quitas el balón y envejece al instante. Pero anoche, en Mestalla, cuando el barcelonismo cruzaba los dedos, para reencontrarse con el gran Leo descubrió que no estaba.
En la primera parte, ni rastro de Messi. En la segunda, un poco. Pero nada comparado con lo que llegó a ser. O era. ¿Qué le pasa? Tal vez, ni el mismo Messi lo sepa.
Justo cuando todos aguardaban ver a la estrella que ha iluminado al Barça de la mejor época, se esfumó en la oscuridad de Mestalla, como un funámbulo. Tal que si fuera un fantasma, consumiéndose en una noche que tardará en olvidar. No estaba Cristiano, a quien una lesión le dejó en la grada, y era, o debería haber sido la noche de Leo, pero solo apareció un rebelde Bartra para marcar un gol, el único del Barça en estos tres últimos partidos.
La prueba de que Messi ha entrado en un oscura laberinto. Tenía que ser la solución. Pero fue, al final, el problema para un equipo que ha visto jugarse el futuro en una semana dramática que se le ha llevado por delante. Literalmente.
Seco y sin energía
No podía imaginar Martino, quien más necesitaba a Messi, que le iba a fallar en esos siete días. Una durísima derrota en el Calderón para rubricar que el Barça ya no es un grande de Europa. Un cruel tropiezo en Granada para suicidarse en la Liga y, para colmo, la caída al precipicio en la Copa ante el Madrid. El Madrid sin Cristiano. Y el Barça, mira por dónde, sin Messi. Estuvo en el campo durante los 90 minutos. Jugó todo el partido, pero no intimidó. No fue necesaria tampoco la jaula del Cholo Simeone. Un ordenando marcaje zonal, y bien escalonado de Ancelotti, sepultó la figura de Messi en una triste noche que seguro que le corroerá, y mucho, por dentro.
No tuvo chispa, no tuvo energía, no asustó, no generó peligro, no pisó el área de Casillas, no tuvo ni la desgracia de Neymar, que estrelló un venenoso disparo en el poste izquierdo de la portería del Madrid, no, no, no... No era Messi. Era alguien que llevaba el 10 del Barça a la espalda quien caminaba en un partido que certificó la peor temporada del hombre que cambió la historia del club. El futuro debe construirse sobre él. Pero sobre el auténtico.
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