La Real Sociedad vuelve a tumbar al Barça en Anoeta

El equipo de Luis Enrique cae otra vez en San Sebastián, suma su segunda derrota consecutiva y ve acercarse a Atlético y Madrid

El defensa Mikel González celebra ante Messi el gol de la Real Sociedad en Anoeta.

El defensa Mikel González celebra ante Messi el gol de la Real Sociedad en Anoeta. / AFP / ANDER GILLENEA

MARCOS LÓPEZ / SAN SEBASTIÁN

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Acabó Piqué jugando en Anoeta de delantero centro. Terminó Busquets de central. ¿Neymar? Ni se le vio. ¿Messi? Ni rastro. El Barça entró en una depresión porque topó con los mismos problemas que padeció hace un año en San Sebastián, aunque ahora el presidente Josep Maria Bartomeu no podrá echar a Zubi como hizo en el 2015Josep Maria Bartomeu .

Llegó para defender su liderato y se marchó avergonzado por el triste juego de la primera parte e inquieto por una segunda parte en la que tuvo más presencia, pero poquísimo remate. Al gol de Oyárzabal le sucedió después casi hora y media de impotencia, estrellándose los azulgranas en las poderosas manos de Rulli, que hizo cinco intervenciones espectaculares para enviar al Barça de vuelta a casa con el Atlético, a tres puntos, y el Madrid, a 4.

La película, no por conocida y vieja, resulta dramática. Dramática porque el Barça no aprende de sus errores. Ni se sabe tampoco el guión de una antigua historia que es mucho más que una maldición. A los cuatro minutos, y como es tradición en Anoeta, perdían los azulgranas, incapaces de gobernar el partido, ni que supieran que en la tarde tanto Madrid como Atlético habían cumplido de maravilla con su trabajo.

TERRIBLE DESIDIA

Ellos, no. El líder eligió aparecer en la primaveral Donosti, en la que llovió todo el día y hacía frío, con un traje que le hizo quedarse empapado, sobre todo en los primeros 45 minutos, víctima de una terrible e incomprensible desidia. Nadie podía entender, ni Luis Enrique tampoco, que ese Barça apareciera con las manos en el bolsillo sin jugar a nada. Cuando se dio cuenta, un atrevido y talentoso joven, de apenas 18 años, firmaba el cabezazo de su vida para batir a Bravo. Era Mikel Oyárzabal.

Recibido el cuchillazo, el Barcelona ni se enteró. Sangraba por todos lados, sin respuesta táctica en el campo al entramado defensivo de la Real. Cada minuto de Arda en el campo era un desastre, coronada, además, con otra tarjeta, la quinta que ve. Ni se había llegado al descanso y ya calentaba Iniesta. Pero el capitán pisó el césped de Anoeta supliendo a un gris Rafinha. Movió toda la sala de máquinas Luis Enrique y el Barça se desnaturalizó de tal manera que pareció un muñeco de feria, sin personalidad alguna.

CAMBIOS SIN ÉXITO

Tan mal vio el Barça el escenario que el técnico cambió todo el centro del campo, pero sin éxito. Iniesta aportó algo de luz a un equipo desorientado, pero duró poco. Demasiado poco. Rakitic, ya en el minuto 70 y cuando Anoeta festejaba otro triunfo para el recuerdo, apareció en el césped, pero tampoco resolvió. Nada de nada. Cuando el líder enganchaba dos pases seguidos, algo extraordinario en San Sebastián, se topaba siempre con la figura de Rulli, un felino guardameta argentino. Estaba consumido el Barça, como si lo tuviera todo perdido.

Y perdió todo en Donosti porque no halló respuestas para superar el tempranero gol de Oyárzabal (m. 4), retratando la ineficacia de un equipo que presume de tener a dos de los mejores delanteros del mundo. A Messi, para que el paisaje sea todavía más sombrío, se le ha puesto cara de Tata. O sea, ese rostro melancólico, triste, apagado, mirando demasiado al césped, caminando, más desconectado del juego que de costumbre. Si Leo anda así, el Barça también anda así de mala manera.

Sin Messi y, al mismo tiempo, sin Neymar, convirtiendo la ausencia de Luis Suárez en un asunto de Estado incapaz de resolverlo el Barça, que no tuvo soluciones para sortear a una abnegada y ordenada Real Sociedad, un equipo que lo torturó con su salida y resistió después con una entereza encomiable. El verdadero problema no era el rival. El auténtico problema radica en que el Barça, encajado el gol de la Real, se desplomó en una lamentable primera parte donde se estrelló ante su impotencia.

El problema que preocupa a Luis Enrique es que la tímida reacción de la segunda mitad, coincidiendo con la salida de Iniesta, duró poco. Tan poco que acabó la Real teniendo la pelota, mientras el Barça, que encadenó su segunda derrota consecutiva después de estar 39 partidos invicto, tenía una profunda herida abierta. Jugó mal y perdió, entrando en un panorama tan desconocido como angustiante. Sin Messi, sin Neymar, con Suárez sancionado, con suplentes que no aportan, el líder está ahora temblando. 

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