El día que Infantino dejó de considerarse gay
Multimedia: Las seis favoritas del Mundial de Qatar (además de España)
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
No sé cuánto tiempo le durará a Gianni Infantino, presidente de la FIFA, que gana 1.8 millones de euros al año, ser qatarí, o ser árabe, o ser africano, o ser discapacitado, o ser trabajador migrante, lo que sí sé, lo que sí ha quedado demostrado para su ridículo, para su vergüenza es que sentirse gay, como dijo que se sentía (además de todo eso) el día de la inauguración del Mundial de Qatar, le duró 24 horas.
Infantino, heredero de aquella designación que avergonzó a su predecesor Joseph Blatter, que, a su vez, señaló a Michel Platini y hasta al presidente francés Nikolas Sarkozy de haberse puesto de acuerdo con Qatar para comprar la Copa del Mundo (“meses después de que les concediésemos el Mundial, Qatar compró aviones de combate a Francia”, explicó el expresidente de la FIFA), consiguió este lunes, intimidando, como hacen los dirigentes autoritarios, a las federaciones nacionales de las ocho selecciones (Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Inglaterra, Gales, Suiza, Francia y Alemania) que habían decidido lucir, en el brazo de sus capitanes, el brazalete arcoíris ‘One Love’ en señal de protesta “contra todo tipo de discriminación”, se echasen atrás porque, si no lo hacían, sus capitanes recibirían una tarjeta amarilla en el minuto uno de juego.
Todas esas federaciones habían ya asumido que pagarían la multa correspondiente, pero todas decidieron no lucir ese brazalete porque no querían comprometer, de entrada, el juego de sus futbolistas. Eso sí, las hubo, como la selección alemana que le cantó las 40 a Infantino y se quedó tan contenta. Como tocaba. “Ha sido una clara amenaza de la FIFA contra nosotros”, dijo Bern Neuendorf, presidente de la Federación Alemana. “Nos amenazaron con sanciones deportivas. Fue una demostración de poder sin precedentes por parte de la FIFA. No queremos pelear esta batalla cargando a nuestros jugadores”.
El mundo se pregunta por qué Qatar pidió un Mundial si no les gusta el fútbol
El exinternacional alemán Oliver Bierhoff, ‘team manager’ del seleccionado y el hombre más cercano a los jugadores, expresó el sentimiento de su capitán. “Manuel Neuer está muy decepcionado por no poder usar el brazalete. Esto ya no tiene que ver con el fútbol. Hay mucho enfado. Lo sentimos como una censura. El brazalete nos lo pueden quitar, pero aún así expresaremos nuestros valores. Todo el mundo sabe lo que opinamos de esta situación”.
La verdad es que tanto la FIFA como la organización qatarí han perdido una oportunidad de oro para demostrar que afrontan esta Copa del Mundo con cierta tolerancia. Muchos creían que, con este simbólico tema del brazalete arcoíris, mirarían hacia otro lado, siendo permisivos e, incluso, dando a entender que tolerarlos era todo un símbolo de libertad. Pero no, FIFA y Qatar decidieron seguir con sus normas poco democráticas e intimidaron a los grandes protagonistas del campeonato.
La valentía de los iraníes
Pero, curiosamente, en el primer día de jornada completa, Infantino y los organizadores qatarís se encontraron con un montón de gestos que deberían hacerles reflexionar aunque, en realidad, tal vez, solo provoquen en ellos indiferencia. Los ingleses no lucieron brazalete, pero clavaron su rodilla en el césped antes de empezar el partido. Los jugadores de Irán fueron (o siguieron) siendo tan valientes como antes de llegar a Doha y no cantaron su himno, ni celebraron sus dos goles en protesta por la muerte de Mahsa Amini.
La valentía de los futbolistas iraníes ha sido la primera señal de que la FIFA no ha podido asustar a todo el mundo. El portugués Carlos Queiroz, seleccionador de Irán, ha reconocido que es muy difícil jugar a fútbol en las condiciones en las que se encuentran sus futbolistas. Hay que tener en cuenta que Queiroz ya tuvo que retrasar la lista de convocados por presiones del Gobierno iraní, que intentaba que Sardar Azmoun, del Bayern Leverkusen, “un díscolo” a ojos de los ayatolás iraníes por mostrar su apoyo a los mujeres de su país, no fuese convocado con la selección.
Mientras los estadios siguen medio llenos, medio vacios, o se llenan a primera hora y se vacían en el descanso (“en Qatar, la gente también se va del cine a media película si no les gusta”, contó a Radio Marca un arquitecto gallego, que trabajó en las estaciones del metro de Doha), mientras la FIFA va dando datos falsos de la asistencia, mientras dejan entrar gratis en los descansos de algunos partidos para que se llenen las gradas, mientras el mundo se pregunta por qué pidieron un Mundial si no les gusta el fútbol, Infantino debió quedarse patidifuso al comprobar en la televisión de su lujosa habitación en su no menos lujoso hotel de Doha como Alex Scott, la reportera a pie de campo de la BBC inglesa, lucía el brazalete arcoíris ‘One Love’.
La misma sorpresa se debió llevar al ver las diversas pancartas, en el Inglaterra-Iran, con el eslogan “Mujer Vida Libertad”, que, recientemente, inundaban las calles de ciudades iraníes como Teherán, Gorgan, Sanandaj e Isfahan en protesta por la muerte de Amini y la represión ejercida por el Gobierno de los ayatolás sobre la población que pide democracia.
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