EL ESPAÑOL Nº 45 QUE GANA UN GP
Marcos Ramírez, el ganador que le debe el triunfo a sus padres
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
Emilio Pérez de Rozas
El Mundial de Moto3, la pequeña cilindrada donde las motos alcanzan una media de casi 250 kms/h., es una auténtica jungla donde cada gran premio se convierte en una batalla campal en la que es dificilísimo ganar, subirse al podio o, incluso, acabar entre los diez primeros. Hay carreras en las que, en la última vuelta, hay hasta una docena de pilotos en condiciones de ganar.
Con decir que las 12 últimas carreras del campeonato (las cinco últimas del 2018 y las siete primeras del 2019) han tenido una docena de ganadores distintos, está todo dicho: Fabio Di Giannantonio (Thailandia), Marco Bezzecchi (Japón), Albert Arenas (Australia), Jorge Martin (el campeón del 2018, Malasia), Can Oncu (Valencia), Kaito Toba (Catar), Jaume Masiá (Argentina), Aron Canet (actual líder del Mundial, EEUU), Niccoló Antonelli (Jerez), John McPhee (Francia), Tony Arbolino (Italia) y, finalmente, un portentoso Marcos Ramírez (Barcelona), el primer andaluz, en 70 años de historia del Mundial, que gana un GP.
Decidido a abandonar
“Te tienes que mentalizar que, apagado el semáforo, te puede pasar de todo, porque todo está muy igualado. Suele ser una carrera de supervivencia o, como me ocurrió a mí en Barcelona, te arriesgas en una última vuelta suicida, que te salga y ganas”, explica Ramírez, de 21 años, un chaval que, por fin, ha visto cumplido su sueño de ganar un gran premio del Mundial después de haber estado a punto (“bueno, mentalmente lo había dejado, había abandonado, había colgado el casco y los guantes”), a finales del 2015, de dejar el motociclismo.
Ramírez estaba harto de sacrificarse para nada. Estaba cansado de correr en diversas categorías (en aquel momento llegó a probar cuatro motos distintas en cinco campeonatos diferentes) y, sobre todo, “no estaba dispuesto a pasar hambre, a vivir pendiente de la báscula, pues cuando corres en Moto3 tienes que pesarte cada día ¡yo, que me muero por comer!”
Pero, pese a todo, hubo una tarde de finales del 2015, en que Marcos se reunió con sus padres, José y Ester, y les dijo que lo dejaba, que no quería que siguiesen sacrificándose por él y por su carrera deportiva, que había mucha mezquindad en el ‘paddock’. “Estaba harto de tanta zancadilla, de que la gente no se comportase como debía y que me prometiesen cosas que, luego, no cumplían”. Pero sus padres le dijeron que él tenía madera de ganador y que no debía lanzar la toalla.
La corazonada de sus padres
“Yo seguí por mis padres. No solo se empeñó mi padre, también mi madre, pero yo no quería verles sufrir sin que yo disfrutase corriendo, por eso les plantee dejarlo”, insiste Ramirez, de Conil de la Frontera, que, hasta ganar en Barcelona hace quince días, había logrado cuatro podios en 52 carreras en el Mundial. “Es por eso que nada más cruzar la meta de Montmeló, lo primero que pensé es en la alegría que tenían mis padres pues, al final, parecía como si esa carrera, esa primera victoria, era cosa suya, fruto de su empeño y empuje. Y, sí, en cuanto abracé a mi madre en el ‘corralito’ supe lo que había conseguido”.
"Estaba cansado de pasar hambre en Moto3, ¡con lo que a mí me gusta comer!, pero mis padres me convencieron para que siguiera"
Marcos Ramírez, que no es ningún niño, se convirtió así en el piloto español nº 45 que consigue inscribir su nombre en el palmarés del campeonato del mundo. El primero, sí, ya sé que lo saben, fue el polifacético y veloz piloto catalán Salvador Cañellas, que ganó el GP de Barcelona, en 1968, en la montaña de Montjuïc cuando, como le ocurrió a Ramírez en Montmeló, no era “ni de largo” el favorito para vencer. La lista, por cierto, no parece tener fin y menos en una categoría, insisto, donde cada fin de semana hay sorpresas.
Leopard, un equipo ganador
“Yo, la verdad, pude aprovechar que la carrera de Barcelona, no sé por qué, no fue muy rápida y, al iniciar la última vuelta, me sentí con fuerzas de intentarlo. Apreté fuerte, me la jugué en un par de curvas, vi que me seguía Aron (Canet, el líder del Mundial) y pensé que igual se conformaría con los 20 puntos de ser segundo, y así fue. No sé si me hubiese ganado pero, al llegar a las dos últimas curvas, apreté los dientes y me dije ‘vamos, Marcos, que solo son dos curvas’. Y lo di todo. Y gané”. Y Ramirez sintió que, con esa sonada victoria, le devolvía a sus padres parte, o toda, la fe depositada en él. Que fue mucha, como ha quedado demostrado.
Ramirez, amigo personal de Joan Mir, piloto de MotoGP y campeón del mundo de Moto3 en el equipo Leopard Racing donde ahora corre Marcos, cree haber acertado al cambiar su tradicional KTM por la Honda actual, con la que Jorge Martin conquistó el título, el pasado año, en el equipo del italiano Fausto Gresini. “La Honda es muy distinta a la KTM, aunque las dos son grandes motos. Con la Honda, el tiempo lo haces en las curvas, pues su paso por curva es espectacular”.
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