¿Era del ocio? Temores y oportunidades

Las industrias culturales y creativas se han desarrollado intensamente durante la segunda mitad del siglo XX y la primera década del siglo XXI. La cuestión es si sabremos disfrutar de un consumo cultural de calidad y si ese disfrute nos dará felicidad

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XAVIER CUBELES. PROFESOR DE ECONOMÍA DE LAS INDUSTRAS CULTURALES DE LA FACULTAD DE COMUNICACIÓN DE LA UPF

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El pasado 10 de junio hizo 88 años que el economista John Maynard Keynes pronunció una conferencia en la Residencia de Estudiantes de Madrid con el título 'Posibilidades económicas de nuestros nietos'. ¿Qué previó Keynes para nuestro tiempo? Entre sus palabras, dijo: "No hay ningún país, ni ningún pueblo, creo yo, que pueda mirar hacia la era del ocio y la abundancia sin temor. Porque hemos estado habituados durante mucho tiempo a esforzarnos y no a disfrutar". Dicho de otra manera: generación tras generación hemos sido preparados sobre todo para producir, y no para vivir satisfactoriamente nuestro tiempo libre.

Más allá de valorar el grado de acierto o no de estas previsiones, la reflexión de Keynes plantea dos cuestiones vigentes sobre presente y el futuro de las actividades culturales y de ocio. La primera: ¿es previsible el crecimiento de estas actividades si con el paso del tiempo aumenta el tiempo libre de las personas? Segunda: ¿podemos mirar hacia la era del ocio y la abundancia sin temor?

En 1930, Keynes pronosticaba un incremento del tiempo libre como consecuencia del progreso tecnológico y del crecimiento económico. Desde entonces, esta tendencia se ha mantenido: con la reducción del tiempo de trabajo ha aumentado la demanda de actividades durante el tiempo libre. Así, las industrias culturales y creativas se han desarrollado intensamente durante la segunda mitad del siglo XX y la primera década del siglo XXI. El turismo también ha crecido de la segunda guerra mundial hasta ahora, con el consiguiente incremento de recursos asignados al ocio.

Reducción del gasto

Ciertamente, la crisis económica ha impactado muy negativamente en muchas de estas actividades en los países de nuestro entorno, al igual que en otros sectores de la economía. Así, con el estallido de la crisis se ha observado una fuerte reducción del gasto privado y público en cultura en Catalunya, habiendo, sin embargo, ciertos indicios de recuperación desde el 2015. En concreto, del 2008 al 2014 descendió el gasto de las familias en bienes y servicios culturales, y la inversión en publicidad en medios de comunicación. Por el contrario, el gasto de los visitantes extranjeros en cultura y ocio evolucionó positivamente durante estos años en nuestro país. En cuanto al gasto público, que tiene un peso menor al del gasto privado en este campo, se han dado igualmente reducciones de recursos a todos los niveles, tanto por parte del Govern de la Generalitat como del conjunto de los gobiernos locales.

En paralelo, como consecuencia del avance de la tecnología digital, se está produciendo una profunda transformación de los modelos de negocio de las industrias culturales en todo el mundo. Este proceso plantea oportunidades y amenazas de carácter muy diverso como son la necesidad de adaptación a los nuevos intermediarios digitales (Google, Apple, Facebook, Amazon, ...), las dificultades crecientes de percibir una remuneración en muchos intercambios culturales, o de proteger los derechos de propiedad intelectual. También hay importantes retos de innovación para desarrollar nuevos formatos culturales y creativos con los que se aproveche todo el potencial de expresión y comunicación que ofrece el progreso tecnológico. En este contexto de transformación, se observan cambios en la localización de las actividades de producción cultural en el mundo, con una cierta tendencia a la concentración de algunas de ellas en determinados territorios. Sin duda, los efectos de la crisis han reducido la capacidad de muchas empresas culturales para afrontar la transformación en curso. También algunos gobiernos, en este escenario de dificultades, han tendido a dejar sus políticas culturales en un lugar relativamente marginal de su acción a favor del bienestar y de la reactivación económica. El coste de oportunidad de esta decisión, si se mantiene mucho más tiempo, puede ser muy elevado y condicionar fuertemente el desarrollo cultural y comunicativo de nuestras sociedades.

Disfrute cultural y felicidad

Por último, está la segunda cuestión planteada: ¿podemos mirar hacia la era del ocio y la abundancia sin temor? Podemos hacerlo en parte si consideramos, entre otras cosas, que la facilidad con la que aprendemos a utilizar los nuevos dispositivos y canales digitales nos da acceso a una oferta cultural cada vez más amplia. Sin embargo, ¿sabemos disfrutar de un consumo cultural de calidad? ¿Este disfrute cultural y de ocio nos proporciona una mayor felicidad? La falta de respuestas satisfactorias a estas preguntas nos puede hacer temer la era del ocio, como decía Keynes. Las advertencias crecientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el riesgos asociados al uso de ciertos juegos digitales, o la restricción del uso de los móviles en los centros educativos de Francia pueden ser indicativos de una falta de preparación para vivir satisfactoriamente nuestro tiempo libre con los recursos hoy disponibles. Ante esto, la formación en las habilidades y competencias para disfrutar de las artes y del ocio deberían ocupar un lugar central en las agendas de acción cultural, educativa y cívica lo antes posible. Hace cerca de un siglo ya nos advirtieron de la importancia de hacerlo.