No solo fútbol
El VAR, Guti y los Reyes Magos
Hay algo de niño mimado, que es lo que somos todos los culés, en la carta de Bartomeu a la federación y un muy mucho de la larga tradición futbolística del quien no llora, no mama
Josep Martí Blanch
Periodista
La campaña #Baltasardeverdad me ha puesto ante el espejo y he descubierto que soy un racista para algunos de mis convecinos. Debería pedir perdón por las dos ocasiones en las que participé en una cabalgata de Reyes con la cara pintada como un carbón. Siempre en tareas de auxiliar, echando una mano al monarca negro en la agotadora tarea de tirar caramelos desde un tractor convertido en carroza y entregar regalos en mano a los churumbeles en el polideportivo local.
Los argumentos de los promotores de la iniciativa son imbatibles. Primero, la cabalgata de Reyes debe ser realista. Segundo, disfrazarse de negro es una práctica racista en el mundo anglosajón. Dudo sobre la cuestión del realismo, pero podría avalarla en la medida que incluyese también que los juguetes cayesen del cielo, aliviando así el bolsillo de padres, tíos, abuelos y padrinos. De lo que sí estoy convencido es que si los anglosajones consideran racista disfrazarse de negro también aquí debemos juzgarlo del mismo modo. En cuanto alguien me enseñe un mapa que pruebe que Catalunya limita al oeste con Kansas, al este con Missouri, Iowa al sur y Oklahoma al norte, cederé gustoso mi papel de paje embetunado y sustituiré el almuerzo por un 'brunch'.
La carta de Bartomeu
Desconozco si hay una campaña del tipo #yoreciclomajestad que batalle, desde otro flanco, para que Gaspar, Melchor y Baltasar solo atiendan las misivas que mandan los niños con sus peticiones si se acompañan de un certificado conforme han sido escritas en papel reciclado o procedente de bosques sostenibles. Si no existe, debería. También sería oportuno que alguien impulsase un movimiento contra el maltrato a los camellos de los pesebres. Propongo #stopbarbariepesebre. Sea como sea han empezado a despacharse las misivas hacia Oriente. La primera, certificada y urgente, ha sido la del presidente del Barça, Josep Maria Bartomeu; que tenía prisa por hacer llegar sus deseos a Sus Majestades. Después del consabido «Queridos Reyes de la Federación Española de Futbol: este año me he portado muy bien…», el mandatario azulgrana pide como único regalo que el VAR actúe con ecuanimidad y no deje en el limbo penaltis como el cometido sobre Piqué en el Reale Arena de San Sebastián en el partido contra la Real Sociedad.
Hay algo de niño mimado, que es lo que somos todos los culés, en esa carta y un muy mucho de la larga tradición futbolística del quien no llora, no mama; con la mirada puesta en el partido del miércoles contra el Real Madrid. Como posdata de la epístola, y en favor de la sinceridad que tanto valoran los Reyes Magos, Bartomeu hubiera podido añadir: «Majestad: conste que acepto que la Real Sociedad nos dio un baño en el campo. Pero una cosa no quita la otra. Deseo que me traigan lo que pido y que también se acuerden en la Federación de los clubs pobres del mundo».
No es el Barça el único que, por si acaso, ya ha despachado el correo a Oriente. También Guti, entrenador del Almería, ha dicho lo que quiere que le traigan los Reyes. Desea, al margen del ascenso a Primera, dejar de ser lo que fue para pasar a ser lo que es. Por resumir, que no le llamen más Guti y que se dirijan a él como José María Gutiérrez. A preguntas de los periodistas respondió como Dios a Moisés cuando este le inquirió por su nombre: «Yo soy el que soy». Le auguro, al que fue un día tan engreído como excelente mediocampista en el Real Madrid, un éxito relativo en su petición. Al menos si hay que juzgar por los titulares de los periódicos que recogieron la información y que parecían un chiste: 'Guti ya no quiere ser Guti'. Uno es lo que es, pero es también lo que han decididio los otros. Tendrá que resignarse, como lo hacía la tonallidera Isabel Pantoja en Yo soy esa: «Lo mismo me llaman Carmen, que Lolilla que Pilar. Con lo que quieran llamarme, me tengo que conformar».
Las cámaras no enseñan a aparcar ni a arbitrar
Igual que las cámaras de visión trasera en los automóviles no han hecho posible que uno aprenda a aparcar el coche sin hacer el ridículo, el VAR tampoco convierte a un pésimo árbitro en uno bueno. Solo limita los daños colaterales de su zafiedad. Como el videoarbitraje no elimina la discrecionalidad interpretativa de cada colegiado, los errores y las polémicas seguirán existiendo. El VAR chequeó en la temporada 2018-2019, la primera en la que se utilizó, un total de 4.293 jugadas en todo el campeonato y corrigió al árbitro en 114 ocasiones. Todos los equipos, sin excepción, se sintieron perjudicados en un momento u otro.
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