Ensayo fallido (2-2)

Un penalti discutible pitado y otro penalti discutible obviado permitirían justificar el empate del Barça ante la Real Sociedad. Sería un resumen grosero y válido a la vez que incompleto de un maravilloso partido en el que la Real Sociedad fue muy superior y donde el Barça sobrevivió gracias a dos acciones puntuales.

A ninguno de esos penaltis, sino a dos goles que le permitieron evitar la cuarta derrota en nueve salidas. Está por ver si evita la pérdida del liderato. Deberá esperar a que el Valencia gane o empate hoy ante el Madrid en el cierre de la jornada (21 horas).

El ensayo para el clásico resultó fallido. Dio a entender que era un ensayo para el miércoles la mera lectura de la alineación del Barça. No parece que haya otra mejor para recibir al Madrid y dirimir el liderato en el partido más largo del mundo, aún por disputarse.

La mejor alineación

La entrada directa de Jordi Alba en el equipo, sin pasar por esos 30 minutos previos de readaptación que suelen dar los entrenadores a quienes reaparecen, abonó la tesis de que la alineación ante la Real fue un test para el Real. Y el resultado no fue satisfactorio. Ni en el campo ni en el marcador, aunque ya se sabe que los clásicos, a veces, son paréntesis, islotes únicos y aislados en medio de la temporada.

El regreso de Alba había expulsado a Junior no solo del once titular, sino de la convocatoria.  Semedo, con menos galones, y también expaciente de la enfermería, no desbancó a Sergi Roberto. Del once que ganó en Milán solo continuaron Lenglet, Rakitic y Griezmann. El resto había descansado. No lo pareció, incapaces de contener la desbordante energía del cuadro local.

Cuestión de actitud

Pese a que el Barça estaba fresco de piernas, más desahogada y alegre jugó la Real en todo momento, salvo cuando encajó los goles. No era cuestión de cansancio, sino de actitud, de querer el balón y proponer iniciativas.

El once donostiarra se movió con más velocidad y también expresó mayor determinación con el balón en los pies –lo tuvo más tiempo en su poder-, dejando en evidencia el llamado juego posicional del Barça. Un eufemismo ayer. Fue estático y pasivo, de equipo menor. Empató en un contrataque resuelto de forma delicada por Griezmann con una vaselina sobre el portero que prácticó el sábado pasado, y se adelantó con otro chispazo.

El indetectable Odegaard

Ese entusiasmo local pudo personificarse en Martin Odegaard, la vieja promesa del Madrid, todavía joven. El noruego aprovechó el escaparate para exhibirse con el club que lo tiene en alquiler para echar una mano al club al que pertenece, consciente de que estaría siendo escrutado en un partido grande.

Odegaard, próximo a cumplir los 21 años (el martes), se ganó el regreso al Bernabéu tras su largo Erasmus que le hizo pasar por Holanda. Aun siendo conocida la brillante temporada del noruego y su ascendencia en el juego blanquiazul, nadie se hizo cargo de Odegaard, un calvario para los azulgranas. Su movilidad le hizo indetectable, y eso permitió a la Real dominar el centro del campo con superioridades numéricas.

Solución en la pizarra

La presión de la Real (la azulgrana fue una broma) permitió tener acogotado al Barça en su campo durante la mayor parte del primero tiempo. Solo se liberó en el descanso. Entonces, Valverde se plantó ante los suyos con la pizarra blanca plástica y les planteó la solución.

No debió tirar muchas rayas. Simplemente, pidió una dosis de movilidad para que los defensas encontraran opciones de pase para ganar metros. El rápido gol de Suárez reforzó el ánimo azulgrana, en ascenso tras el empate sin llegar a acomplejar a los locales, que se sentían superiores en el campo aunque no se viera en el marcador. Volvieron a la carga y esa fe se vio premiada por la íntima satisfacción de haber dado un repaso al líder.