Que no pare la música

Francia, tan cerca, tan lejos

En la lista de ventas y la agenda de conciertos del país vecino abundan los artistas autóctonos que son celebridades allí y perfectos desconocidos aquí, un efecto de la globalización que se manifiesta también en sentido inverso

El cantante y compositor Étienne Daho, durante una actuación el pasado mes de febrero.

El cantante y compositor Étienne Daho, durante una actuación el pasado mes de febrero. / periodico

Jordi Bianciotto

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Se suele hablar de Francia como un país que se mira al ombligo en materia cultural y musical cuando, en realidad, consumir sobre todo productos autóctonos es lo más corriente en los países europeos. España, sin ir más lejos: la semana pasada, de los diez álbumes más vendidos y/o escuchados al sur de los Pirineos, nueve los firmaron artistas españoles (Melendi, Vanesa Martín, El Barrio...). Solo el nuevo de Coldplay vino del exterior. Más o menos como en Francia, donde este grupo británico da la nota ‘anglo’ en un Top 10 ocupado por ocho artistas del país hexagonal y uno americano, pero menos: la quebequesa Céline Dion, que es como si fuera de casa.

La globalización ha hecho posible que, a efectos musicales, estemos todos muy al día de las novedades cocinadas en Los Ángeles, Pittsburgh o Bristol y que nos traiga al pairo lo que ocurra en París o Montpellier. En otros tiempos, la vecindad permitía la porosidad, el intercambio: triunfaban por aquí Charles Aznavour, Françoise Hardy o Johnny Hallyday, y voces italianas como Mina o Jimmy Fontana (que incluso grabó canciones en catalán). Tener al menos unas nociones de francés era corriente hasta los años 70. Ahora, paradójicamente, las fronteras entre las terminales del imperio son más impermeables: estamos todos más cerca de la potencia transatlántica y más lejos del vecino de al lado.

Si observamos la agenda de los próximos conciertos en las ciudades francesas nos topamos con nombres que allí son celebridades y que al sur de los Pirineos no los conoce ni el tato. Fenómeno que, naturalmente, se produce con el mismo énfasis en dirección contraria. Tenemos, por ejemplo, al gran Étienne Daho, un esteta del pop, de gira estos días con motivo de la reedición de lujo de uno de sus mejores álbumes, ‘Eden’, de 1996. Su nombre puede sonar a los admiradores de Luz Casales el autor de su éxito ‘Un nuevo día brillará’ (adaptación de su ‘Duel au soleil’). También a los fans del trío británico Saint Etienne, con el que grabó un delicioso epé en los años 90 bajo un nombre que jugaba con la coincidencia nominal: Saint Etienne Daho.

Pero este cantante y compositor nacido en Orán (Argelia) es un alienígena en nuestro circuito de conciertos, como lo son la mayoría de los artistas franceses que protagonizan las ‘tournées’ más destacadas de los próximos meses. Artistas como el veterano cantautor Maxime Le Forestier, el artificiero pop Philippe Katerine, el épico grupo rockero Dionysos, la neotrovadora Yael Naim o esa encantadora chiflada llamada Brigitte Fontaine. Con algunos ha habido intentos de aproximación en España: al brillante cantautor pop Vincent Delerm (hijo del escritor Philippe Delerm) le organizaron una rueda de entrevistas en Barcelona y un ‘showcase’ en la FNAC hace 13 añoscon motivo de su tercer disco, simpáticas actividades tras las cuales desapareció para no regresar nunca más. Algo parecido ocurrió con un joven Raphaël, con diéresis en la e, artista quizá sentenciado por su nombre (España no parece lo bastante grande para dos ‘raphaeles’). La excepción se llama Zaz, dicharachera cantante montada en la ola de su éxito ‘Je veux’, capaz de reunir a 3.500 personas el año pasado en el Festival de Pedralbes.

Pero todo eso nos recuerda que es precipitado hablar de uniformización del gusto. Las fronteras siguen marcando límites, sobre todo cuando hay barrera lingüística de por medio, y delimitan espacios mentales, imaginarios colectivos asentados, mercados que se rigen por leyes no fácilmente exportables. Ahí, Francia y España se parecen mucho, aunque sigue insinuándose una diferencia: la atención que dispensan a sus clásicos. La fidelidad a las glorias del patrimonio colectivo es un famoso trazo del vecino del norte que se difumina cuando bajamos la vista al sur, allá donde la memoria quizá sea un poco más volátil.

Étienne Daho, en el Olympia

Con 13 álbumes publicados, <strong>Étienne Daho </strong>es un clásico moderno del pop francés, todo elegancia e inquietud, que se ha citado con voces como Astrud Gilberto, Marianne Faithfull, Deborah Harry (Blondie) o Dominique A. La gira de recreación de su clásico 'Eden' consta de <strong>14 conciertos</strong>, los últimos de los cuales tendrán lugar el París: el 23 de diciembre en la sala Pleyel y el 25 de enero en el célebre Olympia. Este local acogerá en los próximos meses a figuras de la música francófona como <strong>Pascal Obispo, Catherine Ringer </strong>(la que fuera cantante del dúo Les Rita Mitsouko), la belga-canadiense <strong>Lara Fabian </strong>o <strong>Brigitte Fontaine</strong>.